Sus críticos lo acusan de encabezar un complot para derrocar al presidente de EE. UU., Donald Trump. Sus simpatizantes sostienen que es un funcionario público incansable que lucha para descubrir la verdad.
BBC NEWS MUNDO
Robert Mueller, la figura pública más misteriosa de Estados Unidos
Rara vez da entrevistas y casi nunca se le ve en público. Sin embargo, Robert Mueller, el responsable de la investigación sobre la presunta interferencia de Rusia en las elecciones estadounidenses de 2016, es una de las personas de las que más se habla en Estados Unidos.
Sin embargo, a pesar de todo lo que se habla sobre él, Mueller se ha mantenido alejado del foco.
Agradecimiento
La agente del FBI Lauren C. Anderson estaba investigando un asesinato en Libreville, capital de Gabón, cuando recibió una llamada urgente.
La voz del otro lado del teléfono le dijo que Robert Mueller, quien había sido nombrado director del FBI dos años antes, en 2001, quería hablar con ella.
“Me sorprendió muchísimo”, le dijo a la BBC. “Pensé: ¿qué puede estar pasando aquí que él necesite saber?”.
Unas semanas antes, Anderson estaba viajando en un autobús de París cuando un hombre sufrió un ataque cardíaco.
El hombre luego murió pero ella se levantó de su asiento de inmediato para hacerle reanimación cardiopulmonar y, cuando llegaron los médicos, consolar a su esposa en una esquina cercana.
En Gabón, se puso el teléfono al oído con cierta desconfianza y escuchó la voz de Mueller.
“Me dijeron que habías tratado de salvarle la vida a alguien”, dijo. “Gracias”.
Es un recuerdo que, según Anderson, revela algo significativo de su personalidad.
“Se tomó un tiempo, en momentos en que el mundo era un completo caos, para hablar conmigo y hacer esa llamada”, cuenta.
“Él se toma muy en serio el que alguien haga lo correcto. Eso es lo que a él le importa”.
Serio, justo, enfocado y excelente deportista
Nacido en una familia acomodada de Manhattan en 1944, Robert Swan Mueller III se educó en Princeton, Nueva Jersey.
Fue al exclusivo internado St Paul’s en New Hampshire, donde sus valores morales no pasaron desapercibidos para sus compañeros, recuerda Anderson.
“Era un joven excepcionalmente serio“, recuerda Maxwell King, compañero en St Paul’s por cinco años.
“Muy centrado y muy dedicado“.
King recuerda un incidente en particular en la escuela con el que Mueller mostró sus principios en desarrollo.
“Estábamos burlándonos de alguien y recuerdo que Bob (Mueller) se levantó y se fue, dejando claro que no estaba de acuerdo. Sacudió la cabeza y se fue”, recuerda.
Este desprecio por la injusticia y un profundo sentido de lo que está bien y mal, es algo que numerosas personas que conocen a Mueller quieren destacar.
Frases como “hombre de ley”, “recto” aparecen frecuentemente en las descripciones que se hacen de él.
Su falta de disposición a sumarse a la broma no hizo mella en su popularidad, que se debía en gran parte a sus proezas deportivas, dice King.
“Era un jugador excepcional de futbol americano, hockey y lacrosse“, cuenta. “Creo que fue capitán de cada uno de esos tres equipos”.
“Era un jugador de equipo y creo que todos respetaban el hecho de que no fanfarroneara. Era muy parecido a como es ahora, un tipo de persona muy directa”.
Vietnam
King enfatiza la importancia que la escuela ponía en que su alumnos se dedicaran al servicio público.
“Muchos de nosotros respondimos a ello y quisimos dedicar nuestras vidas a servir. En el caso de Bob, él se dedicó a la escuela y los deportes, y muchos esperábamos que hiciese algo en el área de servicio público cuando se hiciera mayor”.
Sus expectativas se cumplieron: después de estudiar en la Universidad de Princeton, Mueller se unió a los Marines y fue enviado a Vietnam en 1968.
“Era una época en que muy pocos de familias privilegiadas se ofrecían como voluntarios”, explica King. “Esto es una muestra de la dedicación de Bob”.
En una entrevista en 2002, Mueller explicó su decisión.
“Una de las razones por las que me sumé al Cuerpo de Marines fue que habíamos perdido a un muy buen amigo, un marine en Vietnam, que estaba un año por delante de mí en Princeton”, dijo.
“Varios de nosotros sentimos que debíamos seguir su ejemplo”.
Como teniente, Mueller dirigió un pelotón, fue herido dos veces en combate y recibió numerosos reconocimientos incluida la Estrella de Bronce por su valentía.
Cambio de rumbo
Al regresar de la guerra comenzó a estudiar leyes en la Universidad de Virginia, donde se graduó en 1973.
Tras graduarse trabajó en asuntos legales primero en San Francisco y luego en Boston, donde se desempeñó como fiscal e investigó crímenes vinculados al terrorismo y al lavado internacional de dinero.
En 1990, se incorporó al Departamento de Justicia, antes de hacer lo que muchos dicen fue un giro sorprendente en su carrera.
“Podría haberse ido de allí para pasar el resto de su vida haciendo dinero en una firma de abogados”, dice Tim Weiner, autor de Enemigos: una historia del FBI.
“En cambio, se convirtió en fiscal en el sistema de justicia criminal de Washington DC, un puesto que es para alguien que empieza”, explica.
“Él se sentía con la obligación moral de luchar contra el crimen en Washington, que se encontraba en medio de una epidemia de asesinatos impulsados, en parte, por la guerra de las drogas”.
Transformación
Y, en agosto de 2001, el Senado confirmó unánimemente su nombramiento como director del FBI.
Se juramentó en el cargo el 4 de septiembre y llegó a los cuarteles centrales del FBI en Washington DC con una sólida reputación forjada durante el tiempo que fungió como fiscal de la ciudad.
Pero una semana después de asumir su rol, los atentados del 11 de septiembre, en los que murieron cerca de tres mil personas, transformaron completamente su rol.
“Puedes imaginarte lo que habrá sido su segunda semana de trabajo”, señala Weiner. “El FBI del que se hizo cargo era una institución llena de problemas… el 95% de sus empleados eran hombres blancos y no respondía bien a su función primaria, que consiste en recabar inteligencia”.
“Lo que Robert Mueller hizo durante sus 12 años como director fue transformar al FBI en un servicio del siglo XXI y lo convirtió en un servicio de inteligencia según la ley”.
“Él consiguió reorganizar efectivamente el FBI, que pasó de enfocarse en la aplicación de la ley, a hacer trabajo de inteligencia”, dice.
Críticas
Pero su campaña para modernizar el buró -cuya tecnología era tan vieja que sus agentes no podían siquiera enviarse por email documentos unos a otros- ofendió a muchos.
“Sus decisiones hicieron que un gran porcentaje de agentes pensaran que él estaba perjudicando al FBI”, señala Anderson.
Mueller también fue criticado por relajar los métodos de vigilancia a raíz del 11-S, dice Douglas Charles, profesor de historia estadounidense de la Universidad Estatal de Pensilvania, quien se especializa en el FBI.
Charles destaca que, en 2004, cuando el entonces presidente George W. Bush le ordenó a la Agencia de Seguridad Nacional espiar a ciudadanos estadounidenses como parte de las medidas antiterroristas, Mueller amenazó con dimitir, lo cual obligó al presidente, eventualmente, a retractarse.
Él estaba muy atento a que no se perdieran las libertades civiles en la lucha contra el terror, dice Weiner, quien pasó tiempo con Mueller en Ciudad de México poco antes de las elecciones de 2016.
¿Qué clase de hombre era el que Weiner conoció?
“Vi a un hombre que por fuera es muy formal, siempre en camisa y traje oscuro, vestido como si estuviésemos en 1956 y Frank Sinatra se escuchara por la radio y Eisenhower estuviera en la Casa Blanca”, comenta Weiner.
“Pero debajo de esa fachada formal hay un hombre muy inteligente, muy afable y una mente muy centrada“.
Que el trabajo hable por sí mismo
Mucho se ha dicho de la calma con la que Mueller abordó el liderazgo de la investigación sobre Rusia desde que lo nombraron consejero especial en mayo de 2017.
Se ha filtrado muy poca información sobre la investigación y él casi no ha hablado públicamente de ella.
“El hecho de que no hayamos escuchado nada de él salvo lo que dicen los documentos de la corte es consistente con el líder y el hombre que conocí y para el cual trabajé”, dice Anderson.
“Él es muy reacio cuando se trata de los medios porque no cree que el trabajo sea sobre él. Él habla a través de las denuncias y las órdenes de arresto”.
“Hay una cierta virtud en ser callado”, opina Julian Zelizer, profesor de Historia de la Universidad de Princeton.
“En esta época todo el mundo hace mucho ruido, incluido el presidente, todos están siempre diciendo algo. El estar callado le añade algo más a su mística”.
“Mucha gente, si recibe muchas críticas, sentiría la necesidad de rectificar la información. Él tiene la confianza en sí mismo como para centrarse en su trabajo”.
Y Mueller ciertamente ha sido vituperado. El presidente Trump lo describió como, entre otras cosas, un hombre “altamente conflictivo” y “desacreditado”.
El pasado 2 de marzo, en un discurso en Maryland, el mandatario estadounidense volvió a criticar duramente a Mueller.
“Estamos esperando un informe de personas que no fueron electas”, dijo.
“Robert Mueller nunca recibió un voto como tampoco lo hizo la persona que lo nombró”, agregó en referencia al vice fiscal general Rod Rosenstein, quien en mayo de 2017 designó a Mueller como investigador especial para el caso de la supuesta interferencia rusa, después de que Trump despidió al director del FBI, James Comey.
Trump aseguró que sus adversarios políticos intentan sacarlo del poder “con puras mentiras”.
Pero Anderson, que ha trabajado bajo las órdenes de Mueller durante todo su tiempo como director del FBI, no cree que esta actitud prudente hacia la investigación esté por cambiar pronto, sin importar cuan fuertes sean los ataques contra su persona.
“Apuesto a que nunca oiremos de él hasta que tenga que hablar ante el Congreso”, dice.
“Él va a dejar que el trabajo hable por sí mismo”.