“Mi vecina me dijo que era una oportunidad, así que vine a acompañarla”, me dice, con un gesto pícaro y otro de vergüenza.
BBC NEWS MUNDO
Protestas en Chile: los saqueos que se tomaron partes de Santiago de Chile en medio de masivas manifestaciones
Matilde* no sabe qué es lo que está robando, pero lo hace de todas maneras.
Empuja un carrito de mercado lleno de “fierros”; materiales de construcción que agarró de una ferretería de cadena en el sur de Santiago de Chile que está siendo saqueada por decenas de hombres y mujeres en medio de gritos de repudio y zozobra por la inminente llegada de la policía.
Los saqueos y la violencia, que según las autoridades tienen cierto nivel de organización criminal, han opacado las demandas de las protestas que desde la semana pasada se han organizado de manera pacífica y multitudinaria en Santiago y otras partes del país.
Son la cara más cruda de un estallido social que ha dejado al menos 15 muertos y más de dos mil detenidos.
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Las autoridades subrayaban este martes que se trata de “hechos aislados”, pero el nerviosismo continúa para muchos.
Es el caso de Héctor Christian Porte, de 53 años, quien en dos décadas y media de tener un minimercado ha sufrido varios de ellos y decenas de conatos.
En esta nueva ola de violencia Porte ha pasado tres noches sentado en la puerta de su negocio tomando café y aferrado a una escopeta licenciada de siete tiros.
“El primer tiro lo haces al aire para que se vayan los curiosos”, comenta, con sus ojos rojos y una voz trabada por el cansancio.
“Ya luego el segundo y tercer tiro va a los pies porque los delincuentes no se espantan fácil”.
Un país tomado por el nerviosismo
Según Sosafe, una aplicación de celular que monitorea en tiempo real actos delictivos, hasta el martes se habían reportado casi 3.000 saqueos y 800 robos en todo Chile.
Un estado de nerviosismo ha modificado la vida cotidiana del país: no hay clases en la mayoría de colegios, las universidades están cerradas, los restaurantes cierran mucho antes de que empiecen los toques de queda, entre las 20 y 22 horas.
En las calles de un país que lleva 30 años considerado una excepción de seguridad en América Latina hoy se ven militares, autos quemados y filas en los supermercados que cierran para evitar saqueos.
En la noche de este martes, el presidente Sebastián Piñera intentó calmar las aguas con un tono distinto.
El mandatario no retiró el toque de queda que continúa en Santiago y otras partes del país por cuarta noche consecutiva, una medida inédita desde que cayó el régimen militar de Augusto Pinochet en 1990.
No obstante, anunció ambiciosas medidas de impacto social, como aumentos en las pensiones, impuestos a los más ricos y controles de tarifas eléctricas, entre otros.
El presidente, que gobernó entre 2010 y 2014, también pidió perdón en nombre de la clase política porque “los distintos gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud”.
“Es verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas”, reconoció.
La crítica a un modelo
“No son 30 pesos, son 30 años de abusos”, se lee en la fachada de un supermercado, también el sur de Santiago, que fue saqueado en la noche del lunes.
El aumento a 30 pesos del pasaje de metro en Santiago la semana pasada fue la gota que rebasó el vaso para una de las sociedades más desiguales y endeudadas de América Latina.
Lo dice Carlos Aramea, un obrero de 48 años que intenta explicar la frase de los 30 pesos mientras observa los destrozos: “Sube todo, todo, todo y no se justifica (…) Sube la luz, el agua, las pensiones. Reventó todo, hay un descontento tremendo aquí en Chile”.
El hastío por un modelo excluyente está en todos lados: en los comunicados de la oposición, en los grafitis, en las protestas pacíficas, en los saqueos.
Carola Naranjo, antropóloga social que estudia fenómenos sociales interdisciplinariamente, explica: “Lo que ha pasado en los últimos días, que incluye haber sacado a los militares a las calles en un país que aún tiene un resabio de la dictadura, generó un sentimiento de colectividad donde la persona de al lado te dice: a mí también me abusan”.
Eso, según la directora de la consultora Etnográfica, “produce un estado de anomia social, de irrespeto total de las reglas, en el que surgen otros grupos, conocidos como el lumpen, que están aprovechándose de esta situación para su propio beneficio”.
“Ellos no están a favor de la sociedad o de la justicia, pero sí originan su malestar de un problema social y político”.
“Son personas que, lamentablemente, no tienen la capacidad de entender lo que están haciendo, porque si no, no emprenderían contra su propio vecino”, concluye la analista.
Blancos de la violencia
Porte, el dueño del minimercado que lleva tres noches sin dormir, conoce bien los perfiles de los saqueadores tras años de tener que lidiar con ellos.
“Hay delincuentes, pero también oportunistas”, mantiene, mientras detalla las varillas que soldó a su cerca del frente, que en realidad parece una barricada.
Al estar en una “zona roja”, Porte no ha podido conseguir un seguro contra los saqueos. “No puedo pagar algo de alta prima porque este es un negocio de bajo margen”, lamenta.
Aun en la zona sur de Santiago, BBC Mundo se encuentra con un saqueo a un supermercado, uno de los grandes blancos de la violencia.
De los 1.371 que hay en el país, 325 fueron saqueados, 31 fueron saqueados e incendiados y 6 registraron daños, según los últimos datos publicados por la Asociación de Supermercados de Chile.
Desde la calle, una gente grita “dejen de robar, chucha de su madre“, mientras otros van y vuelven y montan en sus fletes y autos aceites, pañales y botellones de bebida azucarada que acaban de robar.
Una de esas personas es Viviana*, de 36 años, quien es residente de un barrio de invasión en la comuna de San Bernardo y se lleva consigo un carrito lleno de rollos de papel de baño y de cocina.
Ella, que tiene cuatro hijos y vive de “cachurear”, de recoger chatarra, dice que espera revender lo robado en busca de un bien mayor: “Lo hago para poder comer”.
*Los nombres con asterisco fueron modificados para preservar la identidad de la fuente.