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Pandemia de coronavirus en Filipinas: la ola de embarazos no planificados desatada en uno de los confinamientos más estrictos del mundo

Rovelie Zabala se encuentra en un avanzado estado de gestación. Espera su décimo hijo, una sorpresa concebida durante uno de los confinamientos más estrictos del mundo, el de Filipinas.

Rovelie Zabala con algunos de sus hijos. (Foto Prensa Libre: BBC)

Rovelie Zabala con algunos de sus hijos. (Foto Prensa Libre: BBC)

Durante nuestra conversación, la mujer de 41 años se inclina en un ángulo incómodo, apalancando la espalda para cargar su novena cría en brazos.

“Carl, Jewel, Joyce…”, a medida que Rovelie nombra sus hijos, Charlie, de 6 años, la arroja una mirada de desagrado a su madre. “Perdón, él se llama Charlie”, dice Rovelie inocentemente.

Rovelie ya tenía siete hijos antes de saber de planeación familiar, pero este último embarazo se dio durante los confinamientos, con soldados patrullando las calles en vehículos blindados, puestos de control policiales para restringir el movimiento con permiso para sólo un miembro de la familia de salir a comprar alimentos.

El confinamiento también significó que cientos de miles de mujeres no han tenido acceso a métodos de anticoncepción, con el resultado de situaciones de embarazos no planificados como el de Rovelie por todo el país.

En efecto, se estima que 214.000 bebés adicionales, no planificados, para el año próximo, según las proyecciones del Instituto de Población de la Universidad de Filipinas y el Fondo de Población de la ONU. Estas criaturas nacerán en hospitales que ya están abrumados con 1,7 millones de nacimientos anuales, es su mayoría en familias con dificultades económicas.

Y esto es sólo el comienzo.

Porque la pandemia no es la única razón por la que Filipinas enfrenta una crisis poblacional. Un análisis más detenido revela un problema que lleva años gestándose.

Congestión de tránsito en Manila en August 2019
(Foto Prensa Libre: AFP)
AFP
Manila es una de las ciudades más congestionadas del mundo.

Un firme manejo

La capital de Filipinas es una ciudad a punto de reventar, con 13 millones de personas metidas entre la bahía de Manila y la cordillera de la Sierra Madre. En promedio, más de 70.000 personas viven embutidas en cada kilómetro cuadrado, según datos de 2015.

El hacinamiento se puede sentir por todas partes, desde la congestión vehicular hasta las cárceles, donde los reclusos duermen como sardinas en celdas que están al triple de su capacidad.

Y son los pobres los que viven en los lugares más sobrepoblados, donde algunos están reducidos a comer carne recuperada de basureros.

Reclusos en la cárcel de Ciudad Quezón
(Foto Prensa Libre: AFP)
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Hay un hacinamiento crónico de reclusos en la cárcel de Ciudad Quezón.

Unos expertos arguyen que parte de esa pobreza está directamente relacionada al alto índice de natalidad del país, mientras que investigaciones señalan que una tasa de fertilidad de casi dos hijos por madre -o sea una población que ni crece ni disminuye- impulsa el desarrollo de un país al reducir la cantidad de personas que nacen en pobreza.

A su vez, una población más depurada recibe una porción más grande del presupuesto nacional, mejorando las oportunidades de sostenimiento de todos.

El gobierno de Filipinas también reconoce eso. Desde los años 60, ha trabajado para reducir la tasa de fertilidad con algún éxito. Así que, mientras la población puede haberse triplicado de 35 millones a los 110 millones de hoy en día, la tasa ha caído de 6,4 en 1969 a 2,75 en 2020.

No obstante, han tenido mucho menos éxito en el mismo periodo que Tailandia, una nación vecina en el sureste asiático. Ese país budista redujo la tasa de fertilidad de 5,8 hijos por madre a finales de los 60 a 1,5 en 2020, según datos de la ONU.

Su tasa de pobreza se encuentra actualmente en 10%, comparada con la de Filipinas de 17%.

Pero, ¿por qué tal diferencia? En parte se debe a la muy influyente Iglesia católica en Filipinas, que lidera la oposición contra la anticoncepción fomentando la procreación con el verso: “Sed fecundos y multiplicaos”.

Mujeres en un congestionado pabellón de maternidad
(Foto Prensa Libre: BBC)
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Mujeres embarazadas en el Hospital Médico Dr José Fabella.

En una llamada de video el padre Jerome Secillano, de la Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas, señala que “naturalmente” se oponen a los métodos anticonceptivos.

“Es parte del mandato no permitir que estas llamadas píldoras reproductivas… la llamada ‘persuasión moral’ está ahí para recordarle al pueblo del impacto moral, los impactos negativos que tendrá en nosotros. Pero si la gente no se adhiere a nuestro llamado, que así sea”.

A pesar de las dudas de la Iglesia, Filipinas había estado logrando manejar las cosas. Ernesto Pernia, antiguo ministro de Socioeconomía del presidente Rodrigo Duterte, sostiene que las recientes logros en reducción de pobreza se deben directamente a una mayor implementación del gobierno de la Ley de Salud Reproductiva de 2012 (LSR), que dispuso más educación sexual y anticonceptivos gratis para los pobres.

Sin embargo, la covid-19 podría borrar ese progreso difícilmente logrado.

“Perderemos los cuatro años completos que hemos estado trabajando en el programa”, afirma Antonio Pérez, director ejecutivo de la Comisión de Población y Desarrollo (POPCOM). “Tendremos más embarazos no planeados, es este momento la tasa es tres de cada 10 son no planeados, podría elevarse a la mitad de los embarazos el año entrante, en el peor de los casos”.

Fábrica de bebés

El personal del Hospital Médico Dr José Fabella está acostumbrado a estar ocupado. En 2012, el hospital asistía 120 alumbramientos diarios, lo que hizo que su antiguo pabellón de maternidad lo apodaran “La fábrica de bebés”.

Las cosas han mejorado, con la cifra reduciéndose a casi la mitad desde la aprobación de la LSR en 2012. Pero ahora se están preparando para el “baby boom” (explosión de natalidad).

Al entrar al Pabellón Uno, nos recibe una cacofonía de llanto infantil.

Un cuarto, del tamaño de media cancha de fútbol, tiene hileras de catres con marcos metálicos, colocados en pares. Los abanicos zumban pero a duras penas alivian el calor y la humedad. Las madres, vestidas en batas de parto, con mascarillas y caretas, arrullan a sus recién nacidos.

Manifestación contra la Ley de Salud Reproductiva, Manila, 25 de marzo, 2011.
(Foto Prensa Libre: AFP)
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La Iglesia católica ha estado al frente de las manifestaciones que se oponen a la anticoncepción.

“Por ahora, solo hay unas tres o cuatro pacientes compartiendo dos camas juntas”, nos dice la doctora Diana Cajipe. “Desafortunadamente no tenemos espacio, muchas más pacientes vendrán. Ya estamos muy por encima de la capacidad del hospital. Puede llegar hasta seis o siete por par de camas“.

Pero el virus no sólo está causando un problema de números: el mes pasado el hospital tuvo que cerrar temporalmente después de que siete residentes y una enfermera dieran positivo por covid-19. En espacios tan reducidos, no es difícil ver lo rápido que el virus se propagaría.

La administración del hospital espera que un nuevo edificio provea más camas, pero todavía no está terminado.

Covid-19 también le ha puesto enorme presión al limitado presupuesto nacional, lo que causará más problemas, señala Pernia.

“Necesitaremos por lo menos 2.000 millones de pesos (US$41,5 millones) al año para implementar completamente el programa poblacional”, asegura. “Pero el presupuesto otorgado a la comisión de población es como 500 millones (US$10,4 millones), como una cuarta parte de lo que se necesita”.

El presidente es un entusiasta de la planeación familiar, dice Pernia, pero está “más concentrado en drogas y corrupción”, aludiendo a las sangrientas y violentas medidas contra los consumidores y traficantes de narcóticos.

La LSR también ha enfrentado demandas de parte de organizaciones afiliadas a la Iglesia católica, con el resultado que la píldora del día después continúa siendo ilegal y la planeación familiar denegada a los menores de edad que no tengan permiso de sus padres.

Una madre llena un formulario para un programa de anticoncepción en una barrio pobre de Manila, octubre 2017
(Foto Prensa Libre: Ted Aljibe/AFP)
TED ALJIBE/AFP
El uso de métodos anticonceptivos sigue siento tabú en algunos sectores de esta nación de mayoría católica.

Cabe anotar que Filipinas tiene la segunda tasa más alta de embarazos adolescentes en el Sureste Asiático. La pandemia podría ver esa tasa subir a 20%, advierte POPCOM.

Mientras individuos y organizaciones discuten pobreza, Revelie no conoce más que eso. Vive en Baseco, Tondo, uno de los lugares más densamente poblados del mundo.

Pero también conoce la Iglesia católica y sus enseñanzas sobre anticoncepción y contra la interrupción del embarazo.

“Cuando llevaba un mes de embarazo, le dije a mi pareja que quería abortar porque la vida es difícil”, reconoce. “Pero él aseguró que podríamos sobrevivir. Así que continué en lugar de cometer un pecado”.

Limpiándose las lágrimas nos dice que hace casi tres meses se separaron y ahora se preocupa de las opciones que tendrán sus hijos.

“Esa es mi principal preocupación, si podré sostener su educación”, dice Rovelie.