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Las sorprendentes similitudes entre Donald Trump y Boris Johnson, el controvertido nuevo primer ministro británico

En su última visita a Estados Unidos, Boris Johnson, el nuevo primer ministro británico, tuvo una experiencia callejera de la que luego se quejó: los fotógrafos lo acechaban y los transeúntes ansiosos le pedían autógrafos y selfies.

Las similitudes entre Boris Johnson y Donald Trump va más allá del amarillo chillón de sus cabellos. Foto: Getty Images

Las similitudes entre Boris Johnson y Donald Trump va más allá del amarillo chillón de sus cabellos. Foto: Getty Images

No fue porque le molestara ser conocido en Nueva York, una de las urbes más multiculturales del mundo. No fue, tampoco, porque su fama como alcalde de Londres hubiera cruzado el Atlántico.

En realidad, lo estaban confundiendo con quien era entonces uno de los personajes más rocambolescos y mediáticos de la ciudad: el magnate y estrella televisiva Donald Trump.

“Yo estaba en Nueva York y algunos fotógrafos intentaban tomarme una foto y una chica caminó por la acera hacia mí, se detuvo y dijo: ‘Caramba, ¿ese es Trump?’. Fue uno de los peores momentos (del viaje)”, comentó.

Poco después volvió a expresar sus “temores genuinos” de que el empresario estadounidense llegara a presidente. De hecho, se dice que fue la primera figura internacional que consideró a Trump “incapaz” de ejercer el cargo.

Pero el tiempo transcurrió y ahora ambos gobiernan en dos de los países más poderosos del mundo. Y los recelos parecen cosas del pasado.

Johnson ha dicho que estará encantado de compartir con Trump y que ve un futuro “fabuloso” en las relaciones entre los dos países.

Desde la Casa Blanca, los elogios también han llegado.

“Boris Johnson, buen hombre. Es duro e inteligente. Lo están llamando: ‘el Trump Gran Bretaña‘ y dicen que eso es algo bueno”, comentó el martes el mandatario estadounidense durante un evento en Washington.

No fue el único ni el primero en señalar los supuestos parecidos entre ambos.

Desde que se hizo evidente que Johnson sería el nuevo residente del número 10 de Downing Street, los medios de ambos lados del charco no han tardado en compararlos en modos y en forma con el inquilino del 1600 de la avenida Pennsylvania.

Para muchos, sus parecidos y simetrías van más allá del amarillo chirriante de sus cabellos.

Historias parecidas

Se llevan casi 20 años, pero sus historias de vidas trazan rutas sorprendentemente parecidas.

Los dos nacieron en Nueva York dentro de familias acomodadas y fueron a universidades de élite: Trump, a Pensilvania, parte de la Ivy League; y Johnson, a la respetadísima Oxford.

El británico, culto y agudo, sin embargo, se ganó una beca. Trump se dice que requirió de cierto apoyo financiero de su familia para hacerlo posible.

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Johnson realizó varios comentarios negativos contra Trump cuando este último era candidato a presidente.

Ambos también han tomado caminos inusuales hacia el poder.

Trump a través de su imperio inmobiliario y, sobre todo, de sus programas de televisión; y Johnson como periodista y, también, como estrella invitada de un popular show televisivo.

Para los dos, 2016 fue un año decisivo en sus carreras políticas: fue entonces cuando Trump ganó las elecciones y cuando la votación del Brexit en Reino Unido decidiría, sin que entonces se imaginara posible, la llegada de Johnson al gobierno británico.

“El ascenso de Johnson es similar al de Trump, por eso no le gusta a la clase política, ni siquiera confían en él”, escribe Kyle Smith, de la revista conservadora National Review.

Los dos, de hecho, son fervientes críticos de los medios de prensa, a los que acusan frecuentemente de mentir y publicar “noticias falsas”.

Y ambos, también, han sido señalados por decir rampantes mentiras e intencionadas inexactitudes en sus discursos (Johnson fue despedido de un diario por inventarse una cita).

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Johnson, como Trump, es famoso por sus excentricidades.

A un lado y otro del Atlántico uno y otro se han hecho conocidos por su falta de corrección política, sus retóricas controvertidas, sus excentricidades y sus coloridos y provocativos discursos.

Y, también, por sus criterios cambiantes y sus variables opiniones que pueden moverse de un lado a otro de la noche a la mañana o en dependencia de la dirección del viento.

Hace un par de semanas, The New York Times notaba en un editorial que el británico, al igual que el estadounidense, era “un hombre blanco y corpulento con cabello rubio (…), una base de admiradores, (…) una vida privada poco fiable y una relación débil con la verdad y los principios“.

Es ya casi legendario cómo decidió a última hora posicionarse a favor del Brexit en contra del criterio de David Cameron, el entonces primer ministro, por puro oportunismo.

De acuerdo con Anthony Zurcher, analista de Estados Unidos de la BBC, ambos prevalecieron en la carrera política, en gran parte, por la naturaleza sobredimensionada de sus personalidades.

“Ambos muestran una creencia inquebrantable en la fuerza de su voluntad para superar los obstáculos, un hecho que otros han encontrado insuperable”, opina Zurcher.

Las rutas del populismo

Pero más allá de las semejanzas de sus vidas personales y sus irreverentes formas, muchos también señalan que ambos representan un momento particular de la historia moderna, donde la crisis de los liderazgos tradicionales se cruza con el auge del populismo y los nacionalismos más radicales.

Tanto uno como el otro tienen un historial de comentarios ofensivos sobre grupos minoritarios o personas de determinado origen étnico.

Desde su campaña, Trump hizo de los mexicanos uno de los objetos predilectos de sus críticas, mientras también sonaban algunas de sus declaraciones discriminatorias hacia las mujeres.

Y recientemente el presidente pidió a cuatro congresistas demócratas críticas con su gobierno que se fueran a su país “plagado de crimen” pese a que son ciudadanas estadounidenses, aunque ninguna de raza blanca.

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Trump ha prometido desde su campaña hacer “Estados Unidos grande otra vez”.

Johnson, por su parte, ha sido frecuentemente criticado por sus declaraciones homofóbicas o sus burlas contra los musulmanes o los negros, a los que llamó en una ocasión “sonrisas de sandía”.

Los dos, también, se han presentado como los “salvadores” del “caos” en que viven sus países.

“Me uní a la arena política para que los poderosos ya no puedan golpear a las personas que no pueden defenderse. Nadie conoce el sistema mejor que yo, por lo que solo yo puedo arreglarlo“, dijo Trump en 2016, cuando aceptó la nominación presidencial del Partido Republicano.

El martes, Johnson se comprometió a “energizar” su país, al que comparó con un “gigante dormido”.

“Vamos a aprovechar todas las oportunidades que traerá un nuevo espíritu de poder. Y, una vez más vamos a creer en nosotros mismos y en lo que podemos lograr”, afirmó.

Dos “grandes” negociadores

Ambos políticos también se han destacado por presentarse como los indicados para resolver algunos de los temas más controvertidos de sus respectivos países.

Más allá de la falta de resultados y de los métodos, Trump se ha presentado a sí mismo como un “experto negociador”, ya sea en la disputa con Corea del Norte, en el proceso de paz en el Medio Oriente o en la tensión comercial con China, que llevó a una guerra comercial.

Ninguna de sus mediaciones a la fecha ha tenido un logro visible o concreto, pero el mandatario asegura que sus métodos van por el camino correcto.

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Las conversaciones de Trump con el líder de Corea del Norte no han dado ningún resultado concreto.

Johnson, por su parte, ha prometido llevar a término un dolor de cabeza que ya le costó el puesto a sus dos predecesores: la salida de Reino Unido de la Unión Europea.

De hecho, se comprometió a terminar la tarea antes del venidero 31 de octubre, una promesa que incluso defensores de un “Brexit duro”, como el nacionalista británico Nigel Farage, consideran como improbable.

Sin embargo, el británico ha repetido una y otra vez que se trata de “salir o morir” y que solo él puede encargarse de que no pase lo último.

Algunas diferencias

Pero al asemejar a Johnson con Trump es pasar por alto ciertas notables diferencias y contextos.

Algunos han recordado que las experiencias de ambos son muy diferentes, por lo que sus proyecciones también pueden serlo: Trump se inició en la política en su campaña presidencial, hace cuatro años, mientras Johnson lleva ya casi dos décadas en estas lides y ha ocupado diferentes posiciones en la administración.

El británico es un extraordinario orador que cuando habla se muestra culto y agudo. Los discursos de Trump, cuando no los lee, pueden pecar de ser una mezclad de ideas algo inconexas.

También las estructuras políticas son diferentes: el primer ministro británico tiene un poder más reducido que el presidente de Estados Unidos y ambos son elegidos por diferentes métodos.

Si bien Trump no ganó la elección popular, llegó a la Casa Blanca con 62.979.879 de votos, mientras Johnson fue elegido por apenas 159.320, una infinitésima parte del electorado británico.

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Johnson ha sido diputado y ministro de Exteriores, además de alcalde de Londres.

Pero más allá de las formas en que funciona cada gobierno, las ideas políticas de ambos también tienen notables puntos de divergencia.

Si Trump niega el calentamiento global y sacó a su país del Acuerdo Climático de París, Johnson se muestra más precavido en sus posiciones al respecto y apoya, al menos de momento, que su país permanezca en el tratado para reducir las emisiones contaminantes.

Crítico mordaz de la gestión de su predecesor, Barack Obama, Trump anunció el año pasado que EE.UU. se saldría del acuerdo nuclear con Irán, que ha llevado desde entonces a una peligrosa tensión en el golfo Pérsico.

Y aunque ha abogado por una disminución en los precios de los medicamentos, ha dado por descartado una posible interferencia de su gobierno en la gestión del sistema de salud, controlado por costosos seguros privados.

Johnson, por su parte, se ha mostrado a favor mantener el tratado nuclear con Teherán y defiende enérgicamente el sistema de salud pública de su país.

Además, en política migratoria, como alcalde de Londres fue testigo directo del papel que jugaban los trabajadores extranjeros en el crecimiento de la capital británica. Incluso llegó a sugerir una amnistía para todos los que estuvieran en el país de forma ilegal.

Sin embargo, los expertos coinciden en que tanto uno como otro pueden cambiar sus posiciones de un día para otro y que, en la práctica, la política de Reino Unido se inicia ahora en un vertigonoso camino que Estados Unidos ya conoce: la incertidumbre.

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