“Paola era una niña muy alegre, amorosa, querida por toda su familia y llena de sueños”.
BBC NEWS MUNDO
El caso de Paola Guzmán, la adolescente ecuatoriana que se suicidó tras sufrir abusos sexuales en su escuela, por el que el gobierno de Ecuador aceptó responsabilidad 18 años más tarde
Luego de 18 años y sin culpables, el caso de Paola llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como el primero sobre violencia sexual en el contexto educativo.
Petita Albarracín, la madre de Paola Guzmán, pidió justicia en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. (Foto Prensa Libre: Centro de Derechos Reproductivos y CEPAM Guayaquil)
Así describe Petita Albarracín a su hija, Paola Guzmán, una joven ecuatoriana que quiso quitarse la vida al enterarse de su embarazo producto del abuso sexual que sufrió durante dos años en su colegio.
Como presunto responsable, las autoridades ecuatorianas investigaron a Bolívar Espín, quien entonces era vicerrector de la escuela Martínez Serrano, donde acudía Guzmán en Guayaquil
Guzmán, en cambio, no pasó de los 16 años, la edad que tenía el 12 de diciembre de 2002, cuando tomó pastillas de fósforo blanco o “diablillos”, como se conocen en Ecuador, para quitarse la vida.
Los diablillos, que se utilizan en la pirotecnia, contienen una sustancia química muy tóxica y con altas posibilidades de causar la muerte si se ingiere.
Su madre, familia y amigas quisieron salvarla tras la ingesta del tóxico pero una sucesión de encubrimientos y omisiones hicieron que Paola perdiera la vida.
Luego de 18 años y sin culpables, el caso de Paola llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como el primero sobre violencia sexual en el contexto educativo.
En su sentencia, emitida en junio, la CIDH “encontró al Estado de Ecuador responsable por la violencia sexual sufrida por Guzmán”.
Y en cumplimiento de la misma, el gobierno ecuatoriano finalmente reconoció públicamente esas responsabilidades el 9 de diciembre de 2020.
“Estamos el día de hoy para recordar con pesar algo que nunca debió suceder, pero sucedió hace 18 años. Estamos aquí para reparar como es responsabilidad del Estado, aunque sé en algo el profundo dolor causado por un sistema ineficiente”, dijo el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, en una ceremonia pública que contó con la presencia de la madre de Paola.
“Sabemos que nada bastará para calmar el sufrimiento que cobró la vida de Paola Guzmán Albarracín, su juventud y sueños todo el país guarda en el corazón. Se suicidó por desidia del gobierno de entonces y la ineficiencia de la justicia. El culpable nunca fue sancionado. Todos fallaron cuando una niña pedía ayuda, reconozco la responsabilidad del Estado por la vulneración de sus derechos”, dijo el mandatario.
En su sentencia la corte encontró que los hechos que llevaron al suicidio de Paola se habían basado “en el abuso de una relación de poder y confianza”.
“Ello se advierte, en forma concreta, dados los señalamientos de que los actos con implicancias sexuales que el Vicerrector desarrolló con Paola comenzaron como condición para que él la ayudara a pasar el año escolar”, agrega el fallo.
La Corte concluyó que el Estado de Ecuador era responsable por la violación de los derechos a la vida, la integridad personal, la protección de la honra y de la dignidad, la educación; y por el incumplimiento de las obligaciones de prevenir actos de violencia contra la mujer, en agravio de Paola; además de otros delitos en agravio de su madre y hermana.
Pero además del reconocimiento público de responsabilidad, la CIDH ordenó al Estado de Ecuador brindarle tratamiento psicológico o psiquiátrico a ambas y una indemnización, entre otras medidas de reparación.
Y durante el homenaje público a Paola, también se hizo lectura pública del decreto 1205, que contempla medidas para proteger y atender a los niños y niñas ecuatorianas, contra todo tipo de violencia sexual y la negligencia que provoquen tales situaciones.
¿Quién era Paola?
Paola Guzmán vivía con su hermana pequeña, su madre y abuela en un suburbio de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil a principios de los 2000.
“Teníamos una vida tranquila. Había mucho amor y valores”, describió Petita en una audiencia en la CIDH en enero.
“Yo he sido madre y padre para mis hijas. He tenido que trabajar duro para que no les falte nada”, contó la madre.
Entre los proyectos de Paola estaba conocer Nueva York, donde vivía su tía, y terminar la escuela secundaria.
“Quería ser secretaria para poder trabajar en una buena empresa”, le dice la madre a BBC Mundo.
Pero en octubre de 2002, Petita comenzó a notar cambios en Paola.
“¿Mi hija qué te está pasando? ¿Tienes algún problema?”, le preguntaba.
“‘No, mamita’ y me hacía bromas”, relató.
“Pero me di cuenta (de que algo pasaba) por unas llagas que le salieron (en el cuerpo). El médico me dijo que era psoriasis, que esa enfermedad brota cuando alguien tiene problemas o preocupación”, describió.
La mujer contó que conoció al vicerrector del colegio cuando Paola tuvo una nota baja en un examen y acompañó a su hija para hablar con Bolívar Espín, porque estaban dando oportunidades a alumnos con calificaciones bajas.
“Le dije que yo le podía poner un profesor en casa, pero creo que no le gustó. Entonces no la ayudó”, relató Petita en la audiencia.
El trágico día
El 12 de diciembre de 2002, sonó el teléfono en la casa de los Guzmán Albarracín. Atendió una sobrina de Petita. De repente sus ojos se pusieron rojos.
“¿Qué pasa?”, preguntó la mujer.
“Llamó una compañera que Paola tomó algo y que vayamos al colegio rápido. Con mis sobrinos tomamos un taxi y fuimos. Había un grupo de niñas afuera llorando y comentando, pero yo seguí de largo al rectorado a ver a mi hija. Y ahí vi como en un callejón a mi hija tirada en una butaca. En ese momento el vicerrector se acerca y me dijo: ‘Coja a su hija y llévesela’“, relató Petita casi al borde del llanto.
“‘¡Mamita, mamita perdóname!’, escucho que me dice ella”.
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Paola apenas podía caminar del dolor y decidieron llevarla al hospital. Según la familia, la joven no había recibido atención médica en la escuela.
“En el hospital la doctora me dice: ‘Señora su hija tomó diablillos'”, relató Petita.
Los diablillos se encienden por un raspado violento y se usan en fiestas populares. Si se ingieren en cantidad pueden ser mortales.
Estas pastillas contienen fósforo blanco inorgánico en una concentración promedio de 20 miligramos por tableta, una dosis 50 a 60 mg es letal, según explicaron los peritos en la Corte.
Paola tomó 11 pastillas.
“Se trató de un caso grave de evolución rápida que llevo a una falla multiorgánica”, dijo uno de los expertos en la audiencia.
La comunidad médica de Ecuador viene advirtiendo sobre la peligrosidad de este producto hace décadas ya que es de fácil acceso y los jóvenes lo utilizan para intentar suicidarse.
“Como debe haber estado desesperada mi hija por haberse tomado los diablillos”, reflexionó Pepita.
“¿Por qué lo hiciste?”
La familia decidió llevar a Paola a una clínica privada. Pero el estado de salud de la joven empeoraba.
“Me decía mamita báñame, dame agua… (el fósforo blanco) ya le estaba quemando. Y yo no podía hacer nada”, relató Petita con voz angustiada.
“Yo le preguntaba: ‘¿Por qué lo hiciste? ¿Algún enamorado? ¿Qué paso?‘. No mamá, no es nada”, recordó la madre llorando en la sala de audiencias.
“Al día siguiente mi hermana se da cuenta que las uñas están moradas y me grita: ¡Paola se está muriendo!”.
La llevaron a terapia intensiva. Paola murió el 13 de diciembre de 2002.
La verdad
Luego de 18 años de ese trágico hecho que cambió su vida por completo, Petita Albarracín recordó en la sala de la Corte-IDH el mismo dolor y llanto de ese día, y cómo se enteró de la verdad.
“Estábamos en la clínica con todas sus compañeras y entra una periodista gritando: ‘¿Quién es la mamá de Paola? Señora, usted tiene que denunciar a Bolivar Espín, el vicerrector, porque una compañera me llamó y me contó todo. Este hombre la acosaba, la violó y la embarazó‘”, narró.
“Me quede sorprendida de enterarme sobre tantas cosas que le estaban pasando a mi hija. Le dije al doctor que le haga un examen para ver si mi hija estaba embarazada”, continuó.
Pero el cuerpo de Paola ya estaba en manos de los forenses y serían ellos los encargados de determinar si la joven estaba embarazada.
“Sin importarle el dolor que yo sentía, (el forense) me hizo entrar y vi a mi hija en una mesa desnudita y con su cuerpo todo abierto, sus órganos ahí…. Me enseñó una carne y me dijo: ‘Este es el útero de su hija, no hay embarazo'”, relató Petita con la voz entrecortada.
“En el medio de mi dolor, ¿cómo podía saber si eso era un útero?”, se preguntó la madre. “Mi hija estuvo embarazada porque le enseño una prueba de un laboratorio particular a su compañera”, añadió.
Petita cuenta que días antes de su muerte Paola le contó a sus amigas que estaba embarazada del vicerrector. Pero, las cosas irían a peor para la joven.
“El victimario le indicó que debía practicarse un aborto en el servicio médico del colegio, allí fue nuevamente víctima de violencia sexual pues el médico le condicionó el procedimiento a cambio de sexo”, según el Centro de Derechos Reproductivos y el Centro Ecuatoriano para la Acción y Promoción de la Mujer CEPAM-Guayaquil, organizaciones que dan apoyo legal a Petita.
“El abuso que tuvo mi hija lo vivió ahí (en la escuela). Lo sabía el rector, las autoridades, los profesores, el alumnado, las compañeras y no me dijeron nada. Todos los sabían“, se lamentó la madre.
Paola dejó dos cartas de despedida: una dirigida a su madre y otra a Bolívar Espín.
“La que se dirige a mi dice: ‘Mamita, mamita, perdóname, cuida a mi ñaña (abuela) que yo te cuidaré desde el cielo'”.
Después de haber leído ambas cartas, la madre afirmó que su hija sufría por culpa de Espín.
“Él abusó de su confianza. Ella tal vez lo vio como un superior, como un profesor. Pero él abusó, la manipuló. Mi hija tenía 16 años y este hombre tenía 65. Eso no es amor. Cuando ella estaba ahí tirada él tuvo que haberla amenazado para que no nos dijera nada. Eso ella se lo llevo a la tumba”, retomó.
La investigación
Para esta mujer ecuatoriana, la muerte de su hija no solo desmoronó su vida sino que tuvo que salir a buscar justicia con los pocos recursos que tenía. Y no le fue fácil.
La muerte de Paola “derrumbó mi vida”.
“Yo era una mujer pobre. Tuve que buscar abogados. Fui a la Defensoría del Pueblo, me apoyaron dos meses y me dejaron abandonada”, contó.
“Fue una lucha terrible. Hice todo lo posible por mandarlo preso: fui a la fiscalía, al juzgado… hubo mucha humillación. No me atendían y los papeles los tiraban. ‘Aquí no va a haber justicia, yo no puedo estar aquí‘, pensé“.
En 2003, se inició una investigación en la fiscalía del Guayas, en el oeste de Ecuador, donde la defensa de Petita solicitó la prisión preventiva contra Espín, pero el juez negó el pedido.
Ese mismo año, la madre presentó una segunda demanda contra el vicerrector por daño moral ante la instigación al suicidio de su hija.
En 2004, la justicia dictó una orden de prisión preventiva contra Bolívar Espín pero éste se fugó. Luego fue llamado a juicio por los delitos de acoso sexual e incitación al suicidio. Sin embargo, tampoco apareció.
En 2005, fue sentenciado a pagar una indemnización de US$25.000 dólares por la demanda de daño moral presentada por la madre de Paola. Pero Espín siguió sin comparecer ante la justicia hasta que los delitos imputados en su contra prescribieron.
Solo en el ámbito administrativo se logró una sanción por abandono del cargo como vicerrector.
“Nosotros agotamos todas las instancias. Hice lo que más que puede hacer una madre. Lamentablemente en Ecuador no se hizo justicia”, dijo Petita.
“Él está libre y vivo, mi hija no. Trabaja en colegios particulares donde no lo conocen”, afirmó.
Y aparentemente el caso del abuso a Paola no fue el único.
“Se llegó a saber que adolescentes que fueron abusadas por este señor que tuvieron que ser cambiadas de colegio y sus familias no quisieron contar lo que pasó”, dijo a BBC Mundo Lita Martínez, directora del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (CEPAM) de Guayaquil y abogada de Petita.
Pero cuando se conoció la historia de Paola comenzaron a saberse de otros casos, aunque no hubo denuncias en la justicia.
“Una profesora había informado a las autoridades de Educación que este señor la había encerrado en una habitación, había tocado su cuerpo, la había acosado, pero no se hizo nada. Hubo un silencio cómplice de todas las autoridades”, resumió Martínez.
Cambio de vida
“Este hombre destruyó la vida de mi hija, la mía y de mi familia”, describió Petita en la CIDH.
“Fue una lucha tan dura que yo ya no quería seguir, pero tuve que hacerlo. Encontré buenas abogadas para seguir luchando porque mi hija fue una víctima”, añadió.
Petita Albarracín junto al CEPAM de Guayaquil presentaron el caso en la Corte Interamericana de Derechos Humanos porque no encontraron la justicia que buscaban en Ecuador.
“Estuvimos en un acuerdo de solución amistosa con Ecuador durante muchos años pero no se pudo avanzar porque siempre había algún contratiempo“, dijo Martínez, quien representa a Petita Albarracín desde 2005.
“Cuando hay impunidad y no hay justicia se deja un mensaje de permisividad para que este tipo de acciones puedan ser totalmente naturalizadas, avaladas, permitidas y sigan siendo parte de la cotidianidad que vivimos las mujeres en todos los países de América latina”, reflexionó.
Los argumentos
Durante la audiencia en la Corte-IDH, Ecuador pidió disculpas a Pepita Albarracín y a su otra hija, Denis.
“Como representante del estado ofrezco a la señora Petita Albarracín y a Denis Guzmán las disculpas públicas por aquellas acciones u omisiones del Estado ecuatoriano que hayan ocasionado violaciones a los derechos de Paola Guzmán”, dijo María Fernanda Álvarez, abogada representante del Estado de Ecuador.
Y también expresó sus disculpas “por aquellas acciones u omisiones del Estado ecuatoriano que hayan generado violaciones a sus derechos en la búsqueda por la verdad y el reconocimiento”.
Sin embargo, los representantes de Ecuador no reconocieron responsabilidad en el caso de Paola. Algo que a la defensa llamó mucho la atención.
“Ofrecer una disculpa pública y luego no reconocer la responsabilidad de los hechos es por lo menos contradictorio. Nos causó mucha indignación”, le dijo en ese momento Martínez a BBC Mundo.
“Con sus mismos peritos nos permitió aclarar que hubo una desatención a Paola, que el haberse dado de otra manera había una probabilidad, aunque mínima, de que Paola aún estuviera con nosotros”, agregó.
En ese momento, Petita expresó su esperanza en que la Corte hiciera “lo que no ha hecho mi Ecuador porque no me dieron protección. No hubo justicia”.
“Se lo dejo en manos de Dios y en su corazón”, le a los jueces mirándolos a los ojos.
“Esto no me la va a devolver a mi hija. Pido justicia y reparación. Estoy cansada y enferma psicológicamente. Esto es lo último que hago por Paola”, dijo Petita entonces.
Y, finalmente, sus esfuerzos se vieron recompensados este 9 de diciembre.
“Hoy por fin he limpiado el nombre de mi hija y se la reconoce como es: una víctima. Hoy podemos recordar a Paola como una niña alegre, risueña, llena de aspiraciones”, dijo.
“Recibo la disculpa del Estado ecuatoriano en nombre mío y de mi hija, aunque nada ni nadie podrá devolverme a mi Paola”, concluyó.
Un día después Paola habría cumplido 34 años.
* Este artículo fue publicado originalmente el 30 de enero de 2020 y actualizado por primera vez el 16 de agosto de 2020 a raíz de la publicación de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Se volvió a actualizar el 10 de diciembre de 2020 luego de que el gobierno de Ecuador asumiera su responsabilidad.