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El asombroso caso del peor asesino confeso de la historia de Europa que era inocente y lo había inventado todo

Esta es una historia asombrosa, absolutamente increíble.

Thomas Quick fue juzgado y condenado entre 1991 y 2003 por ocho de los 39 escalofriantes asesinatos que había confesado. Foto:Getty Images

Thomas Quick fue juzgado y condenado entre 1991 y 2003 por ocho de los 39 escalofriantes asesinatos que había confesado. Foto:Getty Images

Es la historia de un hombre que confesó haber cometido un total de 39 escalofriantes asesinatos: de hombres, de mujeres y de niños, con violaciones, con mutilaciones espantosas, con desmembración de cuerpos, incluso con episodios de canibalismo…

Ese hombre, considerado el asesino en serie más terrible de la historia de Europa, fue juzgado entre 1991 y 2003 por ocho de esos 39 crímenes y condenado a pasar decenas y decenas de años en prisión.

Su imagen y sus crímenes dieron la vuelta al mundo. Los periódicos y televisiones decían de él que era un monstruo, le comparaban con Hannibal Lecter, el sádico asesino en serie de la película “El silencio de los corderos”.

Y, sin embargo, ese hombre en realidad no había matado a nadie. Sus confesiones eran todas mentira, inventadas. Era inocente.

Ese hombre es sueco y se llama Sture Ragnar Bergwall, aunque posteriormente adoptó el nombre de Thomas Quick.

Hoy tiene 70 años y está libre, después de que todas sus condenas por asesinato fueran revisadas y anuladas.

Vive en un lugar secreto, bajo una identidad secreta, y trata de comenzar de nuevo.

Pero no es fácil dejar el pasado atrás: el próximo día 20 de este mes se estrenará en Suecia y en Noruega “Quick”, una película dirigida por Mikael Håfström, que narra su historia, y que posteriormente está prevista que llegue a las pantallas internacionales.

Fue el periodista sueco Hannes Råstam (ya fallecido), con la ayuda de su colaboradora Jenny Küttim, quien logró destapar la verdad y sacar a la luz el que se considera como el mayor error judicial de toda la historia de Suecia.

Gracias a la minuciosa investigación que llevaron a cabo, Thomas Quick dejó de ser el inhumano y aberrante asesino en serie que hasta 2013 se pensaba que era.

Pero, ¿por qué mintió?, ¿por qué se atribuyó crímenes espantosos que no había cometido?

BBC Mundo habló con Jenny Küttim para tratar de entenderlo.


Empecemos por el principio. ¿Quién era Thomas Quick, qué tipo de persona era para ser capaz de confesar más de 30 asesinatos que en realidad no había cometido?

Quick había sido toda su vida un perdedor y la oveja negra de su familia. Consumía drogas y era alguien que llevaba mintiendo toda su vida.

Entre otras cosas era homosexual pero, al haber crecido en una familia profundamente cristiana que criminalizaba la homosexualidad, la reprimía, no aceptaba que era gay. Y comenzó a molestar a niños mientras estaba colocado de drogas o borracho.

Y entonces, en 1991, trató de robar un banco disfrazado de Papa Noel y armado con un cuchillo para conseguir dinero para drogas. Le detuvieron y fue a parar a la cárcel ¿verdad?

Sí. Quick cometió ese robo y, a causa de su testimonio, su mejor amigo acabó en la cárcel. Así que todos sus otros amigos le dieron la espalda. Se sentía muy solo.

Poco después de entrar en prisión pidió ingresar, por voluntad propia, en la clínica psiquiátrica de alta seguridad Säter, a unos 200 kilómetros de Estocolmo. ¿Por qué?

Quick tenía 40 años cuando ingresó en esa prisión psiquiátrica. Quería entenderse a sí mismo y entender su homosexualidad.

¿Cómo era la clínica Säter entonces? ¿Qué tipo de tratamiento recibió allí?

Cuando Quick llegó a Säter en los años 90 allí había un grupo de psiquiatras y psicoterapeutas liderado por Margit Norell, entonces una importante personalidad en Suecia (hoy fallecida).

Norell quería entender cómo funcionaba la mente de un criminal, y para ello empleaba una terapia basada en las primeras enseñanzas de Sigmund Freud, según el cual las mujeres con histeria tenían memorias reprimidas y por eso desarrollaban esa enfermedad nerviosa.

Así que trataron de sacar esas memorias de Quick. Pero Quick no tenía ninguna historia increíble que contar.

¿Quick empezó a mentir para complacer a los psiquiatras y psicoterapeutas?

Quick quería seguir recibiendo terapia, quería entenderse a sí mismo. Y además en la prisión psiquiátrica le daban drogas, le daban benzodiazepinas (medicamentos psicotrópicos que con frecuencia se prescriben a los drogadictos para ayudarles a calmarse).

Y Quick era un adicto, quería drogas. Así que empezó a mentir para ganarse la atención de los psiquiatras.

Para él fue fácil, estaba acostumbrado a mentir, llevaba toda su vida haciéndolo. Empezó a confesar crímenes.

Siempre había sido un lector voraz, siempre leía los periódicos. Así que conocía los principales casos de asesinato que habían sacudido a Suecia y que no habían sido resueltos y se atribuyó esos crímenes.

¿Cómo reaccionaron los psiquiatras de Säter ante las confesiones de Quick?

A los terapeutas les provocó una enorme excitación la confesión por parte de Quick de esos crímenes, crímenes de los que no recordaban nada hasta su llegada a la clínica Säter.

Para ayudarle a ‘recordar’ los terapeutas le pasaban libros de asesinos en serie, como “American Psycho”, artículos de periódicos… Además, en los primeros años Quick tenía permiso para salir de Säter y acudía a las bibliotecas públicas de Estocolmo y allí leía en los periódicos noticias sobre asesinatos.

Y supongo que los terapeutas de Säter comunicaron a la policía las confesiones de Quick…

Quick nunca creyó que fuera a ser juzgado ni mucho menos condenado por esos asesinatos que había confesado para ganarse la atención de los terapeutas.

Pero los psicoterapeutas estaban convencidos de que sus confesiones eran creíbles, que realmente las cosas podían haber ocurrido como Thomas Quick decía que habían sucedido. Así que convencieron a la policía que investigaba el caso para que creyera en sus memorias reprimidas.

Todos estaban fascinados con Quick: los psiquiatras, los policías… Le creyeron y buscaron por toda Suecia los restos de los cadáveres que Quick decía haber matado.

Cuando Quick decía que había enterrado los restos de una de sus víctimas aquí o allá, la policía se dirigía al lugar a toda velocidad y se ponía a buscar.

Quick tenía un enorme poder, cualquier cosa que decía movilizaba a la policía y los psiquiatras.

Seis tribunales suecos distintos condenaron a Quick como culpable de ocho asesinatos. Sin embargo jamás encontraron ningún cadáver, no lograron nunca encontrar ninguna prueba material contra él, ¿verdad?

Si se observaban las pruebas, realmente no había nada contra Quick. Los veredictos contra él se basaban en sus propias confesiones y en sus supuestas memorias reprimidas.

Sólo en el juicio por el asesinato de Therese Johannesen (una niña de 9 años asesinada en 1988 en Drammen, en Noruega, a la que Quick aseguraba haber matado rompiéndole el cráneo contra una piedra) había una prueba más allá de la confesión de Quick: la policía había encontrado un trozo de hueso que según un experto pertenecía a un menor de 14 años.

Esa prueba encajaba perfectamente con el relato del asesinato que había realizado Quick.

¿Cuándo comenzaron el periodista Hannes Råstam y usted a investigar el caso de Thomas Quick?

En 2007, 2008. Yo tenía 24 años. Habíamos hecho un documental antes sobre Thomas Quick y cuatro de los asesinatos que había confesado.

Después de hacer ese documental, nos preguntamos cuánta gente podría haber en prisión por haber confesado crímenes que en realidad no había cometido.

Y una de esas personas era Thomas Quick, que además era famoso. Suecia estaba entonces dividida: había una parte de la sociedad que estaba encantada de que él fuera el culpable de esas muertes. Pero también había gente que no creía que hubiera cometido los crímenes que se atribuía.

Así que estudiamos todo el material que había sobre él para tratar de entender qué había ocurrido realmente y por qué había gente que estaba absolutamente convencida de su culpabilidad. Y así empezó todo.

¿Qué método siguieron?

Revisamos todo, todo, incluido su historial médico completo que, según la investigación policial, dejaba absolutamente clara su culpabilidad. Pero, obviamente, no era así.

¿Cómo era Hannes Råstam como periodista?

Era un periodista obsesivo con los detalles, y la clave casi siempre está en los detalles. Era un gran periodista de investigación, un periodista de raza.

En cuanto veía algo que no encajaba, no paraba hasta entender lo que ocurría. Y también era alguien que creía en las personas, que creía en las segundas oportunidades.

Y en el caso de Thomas Quick se dio cuenta de que podía ser una víctima. Pero, sobre todo, se empeñó en entender lo que ocurría ahí.

El caso de Thomas Quick fue la cumbre de su trabajo, pero fue producto de todas las investigaciones periodísticas que había realizado antes.

¿Quick colaboró con ustedes?

Sí. Después de seis meses trabajando con él Quick se retractó de sus confesiones. Un día nos dijo “¿Qué puedo hacer si yo no he cometido esos asesinatos? ¿Estoy atrapado?”.

Y Hannes Råstam le dijo: “Ahora tienes tu gran oportunidad: dime la verdad”.

Lo único que sabíamos entonces era que Quick era un mentiroso, un gran mentiroso, un mentiroso magistral. Pero cuando se retractó de sus confesiones nos convencimos de que no mentía.

Pero estaba todavía ese resto óseo que según un experto perteneció a un menor de 14 años y fue hallado junto al lago en el que Quick aseguraba haber tirado el cadáver de la niña Therese Johannesen…

Sí. Ese hueso era una prueba contundente contra Quick y durante varios meses nos confundió mucho. Pero en 2010 se desveló que ese supuesto hueso era en realidad un trozo de plástico.

A partir de ahí se revisaron todas las condenas contra Quick y fueron cayendo una tras otra… ¿Cómo es posible que se cometieran tantos errores por parte de los terapeutas, de la policía, de los tribunales?

Los terapeutas que trataron a Quick, los policías que se hicieron cargo de la investigación, eran como una secta, como un culto.

Si alguien aireaba algún tipo de objeción, era expulsado del grupo. Hubo por ejemplo agentes que cuestionaron cómo era posible que Quick hubiera empleado 13 formas de asesinar diferentes, algo insólito en un asesino en serie, y fueron apartados de la investigación.

Y no sólo eso: todas las evidencias que ponían en cuestión que Quick fuese el verdadero autor de esos asesinatos las ocultaron, no las presentaron ante los tribunales con el argumento de que podían confundirles, de que podrían hacer que no vieran a Thomas Quick como el asesino en serie que ellos estaban seguros que era.

Estaban convencidos de que era un asesino en serie, lo tenían decidido, y no querían que nada se lo estropease.

Además, en gran medida creo que lo ocurrido fue fruto del momento en el que se vivía entonces. Era principios de los años 90, estábamos todos muy impactados por el personaje de Hannibal Lecter en “El silencio de los corderos” y cuando saltó a la luz el caso de Quick muchos se precipitaron a compararle con él, hubo una gran presión mediática.

La psicoterapia también vivía un gran momento, así que se juntaron todas esas cosas. A eso se añade que los medios de comunicación no hicieron su trabajo: confiaron en que la investigación policial había sido correcta, estaban encantados de que hubiera un asesino en serie.

Hubieran podido fácilmente hacer su trabajo, haber hecho periodismo y haber revisado todo el material de Thomas Quick.

Pero no lo hicieron, no estaban interesados en ello, estaban más interesados en el morbo de que hubiera un terrible asesino en serie. Y Quick, por otra parte, era el paciente perfecto, el asesino perfecto. Todos esos mecanismos se juntaron.

¿Ha sido alguien condenado por toda la cadena de errores que se cometieron en el caso de Thomas Quick, algún terapeuta, algún policía?

No. Ningún terapeuta, ningún policía, nadie ha sido llevado a juicio por el caso de Thomas Quick ni ha recibido ningún tipo de castigo por la forma en la que actuó.

Hubo una comisión que investigó lo ocurrido, pero concluyó que ninguna persona en concreto fue declarada responsable de lo sucedido.

¿Y Thomas Quick ha sido recompensado de algún modo por haber sido condenado siendo inocente?

No. No ha recibido absolutamente ninguna compensación económica. La comisión que revisó su caso dictaminó que él mismo era en gran medida responsable de lo que le había sucedido, así que no le dieron nada.

Quick salió de Sätar en julio de 2013 como hombre libre, después de que la última de las ocho condenas por asesinato dictadas contra él fuera anulada. ¿Qué ha sido de él?

Quick lleva ahora 16 años limpio de drogas y es realmente una persona normal.

Se ve a sí mismo como una víctima, y en cierto sentido tiene razón, es obviamente una víctima, pero también lo es por su propia culpa.

Si no nos hubiera confesado la verdad, si no nos hubiera dicho que nunca había matado a nadie, probablemente nunca hubiéramos sabido lo que había ocurrido en realidad.

Pero, por otra parte, fue él mismo el que destrozó las investigaciones sobre varios crímenes que llevaba a cabo la policía, porque al confesarse él culpable de esos asesinatos la policía dejo de buscar a los auténticos autores de los mismos.

Y para cuando se desveló que Quick era inocente ya era tarde, había pasado mucho tiempo.

¿Dónde está? ¿De qué vive?

Quick tiene ahora 69 años, van a ser 70 en breve. Vive en un lugar secreto, no quiere que se sepa dónde está. Yo sé obviamente dónde se encuentra, pero no se lo puedo decir.

No vive en Suecia, eso sí, y está tratando de comenzar de nuevo. No quiere hablar con nadie. A veces le paso algunas solicitudes para entrevistarle por email o por teléfono, pero las rechaza todas.

Vive de manera muy sencilla y pobre de la pequeña pensión que recibe. Está libre y es feliz. Y quiere dejar atrás todo lo que ha vivido.

¿Muestra arrepentimiento?

Quick es la persona que es. Por un lado es capaz, a su manera, de mirar atrás y de darse cuenta de todo el daño que ha hecho a mucha gente, a todas las familias de las víctimas.

Carga en ese sentido con un sentimiento de culpa tremendo. Y, para ser capaz de convivir con ese peso enorme, lo que hace es presentarse a sí mismo como una víctima.

Y sí, en cierta medida es una víctima, por supuesto que lo es, pero también es responsable. A las familias de las víctimas no les gusta Thomas Quick, nunca les gustó, consideran que destruyó sus vidas.

De hecho, ninguno de los asesinatos por los que fue condenado y luego exonerado ha sido resuelto.

Después del caso de Thomas Quick, ¿han cambiado las cosas en Suecia para evitar que se pueda repetir algo similar?

Ha habido cambios, sí, pero no suficientes. Creo que son necesarias muchas más regulaciones sobre cómo debe de ser el trabajo de los policías y de los terapeutas.

Después del caso de Thomas Quick en Suecia ha habido otros cuatro casos en los que sentencias de culpabilidad han sido revocadas, y en todos los años anteriores a Thomas Quick sólo hubo dos.

Así que algo ha pasado, nos dimos cuenta de que nuestro sistema judicial no era tan robusto como creíamos. Ahora, por ejemplo, en cada caso hay dos fiscales. Pero el caso de Thomas Quick ha tenido menos impacto en el mundo terapéutico.

¿Puede haber otros Thomas Quick en Suecia o en otros lugares del mundo?

Sí, por supuesto, y lo vemos en casos tremendos. Es verdad que la de Thomas Quick es una historia absolutamente extraordinaria, con todos los ingredientes imaginables.

Pero las confesiones falsas son algo bastante común dentro de las investigaciones policiales. Lo que no es tan común es confesar tantos asesinatos como confesó Thomas Quick y durante un periodo de tiempo tan prolongado.

Además las memorias reprimidas ahora están ganando de nuevo terreno a causa también del movimiento Metoo.

Creo que historias extraordinarias como la de Thomas Quick seguirán saliendo a la luz de vez en cuando porque esos componentes que las hacen posibles siguen estando en nuestras sociedades.

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