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Cómo Turquía intenta recuperar la influencia del Imperio otomano y qué consecuencias tiene para el equilibrio internacional

Si se despliega un mapa de Medio Oriente, Norte de África, Mediterráneo Oriental y Asia Central, es posible apreciar que Turquía está presente en varios de los conflictos que asolan la región.

Algunos analistas consideran que las acciones de Erdogan ponen en riesgo la secularización de Turquía. (Foto Prensa Libre: Getty Images)

Algunos analistas consideran que las acciones de Erdogan ponen en riesgo la secularización de Turquía. (Foto Prensa Libre: Getty Images)

Hace pocos años, Ankara decía tener “cero conflictos con sus vecinos”.

Hoy está presente de forma controvertida en Siria, Libia y Nagorno-Karabaj. Tiene serios problemas con los kurdos en su territorio y en Siria, y una peligrosa confrontación con Atenas por Chipre, y con otros países por recursos energéticos en el mar Mediterráneo.

Igualmente, crecen las tensiones con Rusia, Estados Unidos, Israel, la Unión Europea y la OTAN.

Durante 600 años, con especial auge en los siglos XVI y XVII, el Imperio otomano dominó desde el sureste de Europa hasta los territorios que actualmente son Austria y Hungría, los Balcanes, Grecia, parte de Ucrania, Irak, Siria, Israel, los territorios palestinos y Egipto. Su poderío alcanzaba Argelia en el norte de África y gran parte de la península Arábiga.

El gobierno de Recip Tayyip Erdogan, del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), que gobierna desde 2002, ha adoptado una política exterior cada vez más ambiciosa, con el trasfondo mítico de su pasado imperial.

Mapa
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Potencia regional

Sectores civiles y militares turcos consideran que su país es una potencia regional emergente con fuertes capacidades demográficas, económicas y comerciales. Tiene fronteras con ocho Estados y el 74% de la población total (84.339.067 personas) profesa el islam sunita.

Turquía es uno de los Estados que se formaron tras el fin del Imperio otomano.

Desde 1928, es oficialmente secular. Sin embargo, el islam tiene un fuerte peso en la sociedad y la política. El presidente Erdogan se mostró inicialmente conciliador entre seculares e islamistas, pero ha formado un poder autoritario con marcada orientación religiosa.

Entre 2014 y 2016, Turquía promovió la política de “cero conflictos” con los vecinos y la mediación en disputas internacionales.

Así mismo, impulsó medidas no militares (soft power), como la apertura de embajadas en África y América Latina, cooperación al desarrollo Sur-Sur, influencia cultural (en particular las telenovelas), coauspició la Alianza de Civilizaciones y fue miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

Como explica Kerem Öktem, del Centre for Southeast European Studies (Universidad de Graz, Austria), fomentó inversiones en los Balcanes y Medio Oriente, y la creación de una zona de libre comercio con Siria, Jordania y Líbano.

Santa Sophia en Estambul
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Según el escritor turco Nedim Gürsel, en Turquía hay actualmente “una obsesión con el Imperio Otomano”, algo que ve con malos ojos.

En el conflicto palestino-israelí, Turquía desempeña un papel importante y contradictorio. Por una parte, es pública la animadversión entre Erdogan y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

Israel y Turquía se enfrentaron diplomáticamente en 2010 por la flotilla humanitaria para Gaza que fue apoyada por el gobierno de Ankara. Las buenas relaciones comerciales y militares se redujeron sustancialmente.

Turquía apoya la causa palestina y ha criticado a Estados Unidos por trasladar su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, en contra de múltiples resoluciones de Naciones Unidas.

Bahréin y Emiratos Árabes Unidos (EAU) han reconocido recientemente a Israel y cortado sus ayudas a los palestinos. Ankara ha aprovechado la ocasión auspiciando el mes pasado la primera de una serie de reuniones en Estambul para mediar entre las facciones palestinas enfrentadas de Fatah y Hamas.

Turquía, además, apoya a Qatar contra las presiones de Arabia Saudí y EAU, y es crítico del gobierno egipcio por su represión a los Hermanos Musulmanes. Pese a estas divergencias hay indicios de que las relaciones con Israel podrían mejorar.

Proyección de fuerzas

Erdogan ha ido ganando control sobre las fuerzas armadas (tradicionalmente seculares) y adoptó una actitud intervencionista con motivo de la “primavera árabe”, cuando apoyó a los Hermanos Musulmanes en Egipto y a milicias islamistas contra Bashar al Asad en Siria.

Erdogan.
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Las posiciones de Erdogan se radicalizaron desde el intento de golpe en 2016.

Sus posiciones se radicalizaron a partir del intento de golpe en su contra en julio de 2016.

Pero la crisis económica y financiera, y la fuerte presencia de refugiados sirios (3,7 millones) ha deteriorado al partido de Erdogan y le ha dado más peso al Partido de Acción Nacional, nacionalista y de ultraderecha, según Pinar Tank, investigadora del Peace Research Institute Oslo (PRIO).

Soli Özel, profesor en la Universidad Kadir Has (Estambul), considera que diferentes escuelas de pensamiento han promovido desde el final de la Guerra Fría que Turquía tenga una visión expansiva (la estrategia “Patria Azul”) de sus intereses, y compita con las monarquías sunitas del golfo Pérsico por la hegemonía regional.

En la actualidad, se habrían fusionado las escuelas islamistas del PJD con la nacionalista, antioccidental y proasiática, en la que coinciden civiles y militares, que propugna la proyección de fuerzas y el establecimiento de bases militares, la reivindicación de derechos marítimos y ganar espacios geográficos, incluyendo varias islas bajo soberanía griega.

Tensiones en el Mediterráneo Oriental

Durante la Guerra Fría, Turquía era un fuerte aliado de Occidente como miembro de la OTAN y del Consejo de Europa.

Debido a su posición geográfica y sus características culturales, en la que conviven el islam con una fuerte tradición secular, se le consideraba un puente con Oriente a la vez que un muro de contención frente a la influencia de la ex-URSS y, en particular desde septiembre de 2001, del islam político radical.

Este esquema no estuvo exento de problemas. Ankara está enfrentada a Grecia, otro miembro de la OTAN, por la soberanía de Chipre desde que Turquía invadió el Norte de esta excolonia británica en 1974.

Mapa de Chipre y Turquía
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En 1983 declaró la República Turca del Norte de Chipre, que no ha sido reconocida por la comunidad internacional. Chipre está dividida con una misión permanente de observación de Naciones Unidas.

En agosto pasado las tensiones entre Grecia y Turquía renacieron cuando el gobierno de Erdogan ordenó hacer prospecciones de gas en aguas de Chipre que están en disputa con Grecia.

Israel, Grecia, Chipre, Italia y Egipto están firmando acuerdos de cooperación para explotar el gas en el Mediterráneo y venderlo a Europa. Turquía considera que tiene derechos sobre esos yacimientos.

Alemania está tratando de mediar entre Grecia y Turquía, pero la cuestión ha dividido a los aliados de la Unión Europea (UE) y de la OTAN. Estados Unidos se ha alineado con Grecia.

Mapa sobre reclamos de Grecia y Turquía en el Mediterráneo.
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Ankara tiene una carta fuerte ante la UE: la presencia de los millones de refugiados de Siria y otros países que esperan en su territorio la oportunidad de marchar hacia Europa. Ankara hizo un pacto con la UE en 2016 para contener a los refugiados a cambio de 6.000 millones de euros.

La cuestión kurda y Siria

La situación de los kurdos es otra fuente de conflictos con Occidente. La población kurda, alrededor de 20 millones, se extiende a lo largo de cuatro países (Irak, Siria, Turquía e Irán). En el caso turco ocupan parte de Anatolia oriental donde viven alrededor del 55% de los kurdos que representan cerca del 20% de la población total de Turquía.

Durante décadas, Ankara ha combatido duramente los intentos independentistas, pacíficos y violentos, de los kurdos. Desde 2015, el gobierno intensificó la represión sobre políticos y miembros de la sociedad civil kurda.

En octubre de 2019, tropas turcas entraron en territorio sirio de Idlib y atacaron a las organizaciones kurdas Partido de la Unidad Democrática de Siria (FDS) y su brazo armado, las Unidades de Protección Popular (YPG).

Estas combatían contra Estado Islámico con el apoyo de Estados Unidos, Francia y Reino Unido. Erdogan consideró que la autonomía que tenían los kurdos en Siria podría alentar el secesionismo de los kurdos en Turquía.

Estados Unidos anunció en octubre que retiraba sus 2.500 efectivos de esa operación. A partir de entonces, Bashar al Asad reconquistó parte del territorio kurdo sirio y se fortalecieron las relaciones entre Turquía, Rusia y Siria.

Turquía usó su superior poder de fuego para ir abriendo el camino a sus fuerzas terrestres.
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En octubre de 2019 tropas turcas entraron en el territorio sirio de Idlib y atacaron organizaciones kurdas.

Fuerzas turcas y rusas se coordinaron para controlar la región. La OTAN criticó la operación turca y Erdogan contestó que su país puede lanzar acciones de seguridad nacional “sin pedir permiso a nadie”.

Intervención en Libia y Nagorno-Karabaj

Rusia y Turquía intervienen en lados contrarios de la guerra civil en Libia, el país con las mayores reservas de petróleo de África.

En diciembre pasado, el gobierno turco anunció que incrementaría el apoyo militar al Gobierno del Acuerdo Nacional (GAN) de Libia, que cuenta con el apoyo de Naciones Unidas contra la ofensiva liderada por Khalifa Haftar, comandante militar del expresidente Muamar Gaddafi.

Haftar lidera una alianza de milicias, alguna de ellas islamistas radicales, denominada Ejército Nacional Libio.

El GAN controla la parte occidental del país gracias al apoyo militar turco y de Qatar, Italia y los Hermanos Musulmanes. Ankara financia mercenarios sirios. El general Haftar es apoyado por los EAU, Egipto, y Jordania. Por su parte, Rusia paga a aproximadamente 1000 mercenarios, según Sylvie Kaufmann, directora de Le Monde.

Francia y Turquía se han enfrentado debido al papel ambiguo de París, pero inclinándose en favor en Haftar, tratando de establecer una alianza con Rusia. El gobierno de Emmanuel Macron tiene también disputas con Ankara por el acceso a fuentes de energía en el Mediterráneo oriental.

A cambio de su apoyo, Turquía ha obtenido del frágil gobierno libio la creación de una zona marítima exclusiva en el Mediterráneo, con el fin de competir con los proyectos de Grecia y Chipre.

Nadie, además, respeta el embargo de armas decretado por Naciones Unidas. En febrero pasado, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, manifestó su frustración acusando a Egipto, Turquía, Rusia y EAU por romperlo.

Un desafío para los intentos rusos de mantener su hegemonía en el antiguo espacio soviético lo representa la política turca en Nagorno-Karabaj, territorio que se disputan Armenia y Azerbaiyán.

Nagorno Karabaj
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Reconocido internacionalmente como parte de Azerbaiyán, tiene una mayoría de población étnicamente armenia. En septiembre pasado, fuerzas de azerbaiyanas intentaron recuperar zonas capturadas por Armenia en los enfrentamientos ocurridos entre 1992 y 1994.

Rusia mantiene un delicado y controvertido equilibrio, facilitando armas y mediación, entre las dos partes. Pero Moscú se encontró con que Turquía, que siempre ha apoyado diplomáticamente a Azerbaiyán, ahora le estaría facilitando armas y, según algunas versiones, financiando mercenarios sirios.

Moscú y Ankara: ¿aliados o enemigos?

Las relaciones geopolíticas entre Rusia y Turquía han girado desde el siglo XXI alrededor del control de los Balcanes, el mar Negro, el Cáucaso y la influencia en Medio Oriente.

Aunque tienen posiciones diferentes en varios conflictos, comparten una visión estratégica. Tanto Erdogan como Putin consideran que el mundo es multipolar y que sus países merecen, junto con China y otros emergentes, una cuota de poder mayor frente a Estados Unidos y Europa.

Erdogan y Putin.
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Erdogan y Putin comparten la visión de que el mundo es multipolar.

Pinar Tank indica que la nueva alianza entre Moscú y Ankara “no debe ser vista como un reemplazo de la OTAN, sino como una asociación de conveniencia que sirve para proteger los intereses nacionales de las dos partes: el deseo turco de contar con una política exterior más autónoma y el de Rusia de desafiar la relación de Turquía con la OTAN”.

Pese a las discrepancias regionales, los dos países tienen una estrecha relación económica. Rusia es el tercer socio comercial de Turquía y su principal proveedor de energía, y le construirá una planta nuclear.

En enero pasado, los dos países decidieron seguir adelante con el proyecto de un gasoducto de 930 kilómetros que cruza el mar Negro (y evita el paso por Ucrania) para proveer gas a Europa.

Dificultades con la OTAN y la Unión Europea

Las relaciones con Estados Unidos son también contradictorias. Washington trata de que el gobierno de Erdogan no se incline totalmente en favor de Irán. El gobierno turco critica que el gobierno de Trump abandonase el acuerdo internacional sobre el programa nuclear iraní de 2015.

Estados Unidos y la OTAN tienen en Turquía la importante base militar de Incirlik, desde la cual ha realizado operaciones, entre otras, en Irak y Afganistán. Erdogan ha amenazado con cerrarla.

Estados Unidos se ha negado a extraditar a Fetullah Gülen, opositor a Erodgan. Así también, en 2019 el gobierno turco se inclinó por adquirir de Rusia el sistema de defensa antimisiles S-400 Triumph, alegando que Washington no le había querido vender misiles Patriot en 2017.

Con la Unión Europea es improbable que en un plazo medio se negocie la integración de Turquía.

Migrantes en Turquía.
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Miles de migrantes esperan del lado turco de la frontera la oportunidad para cruzar hacia Grecia.

La renovación del acuerdo sobre la contención de los refugiados sirios en territorio turco se ha complicado por el intento de Ankara de relocalizarlos en parte de Siria, y las relaciones económicas entre las dos partes están alteradas por la crisis financiera turca.

Saltando de continente, Ankara está presente también en las tensiones alrededor de la crisis política venezolana. Junto con la Unión Europea está tratando de que se alcance acuerdos entre sectores enfrentados de la oposición en Venezuela sobre si participar o no en las elecciones legislativas convocadas para diciembre próximo. La UE se inclina a que se participe con condiciones, y Estados Unidos se opone.

Marc Pierini, del think-tank Carnegie Europe sintetiza: “Desde la perspectiva de la UE, Turquía tiene una triple identidad: es un socio estratégico de Europa, especialmente en la economía y el comercio; es un adversario en el Mediterráneo Oriental y Oriente Medio; y un jugador negativo en la OTAN”.

*Mariano Aguirre es associate fellow de Chatham House (Londres) y consejero del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Deusto (Bilbao).


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