Según un nuevo estudio, publicado en Science Advances, los humanos modernos se domesticaron a sí mismos después de separarse de sus parientes ya extintos, los neandertales y los denisovanos.
BBC NEWS MUNDO
Cómo los humanos se domesticaron a sí mismos antes que a cualquier otro animal
Los humanos domesticamos a animales como perros o caballos, pero ¿quién nos domesticó a nosotros?
El proceso de "autodomesticación" por el que pasó la especie humana explicaría por qué nuestras caras son tan diferentes a las de otros primates. GETTY IMAGES
El estudio, llevado a cabo por científicos de la Universidad de Milán (Italia), se basa en evidencias genéticas que reflejan elementos de la domesticación que tuvo lugar hace aproximadamente 600.000 años.
El llamado proceso de “autodomesticación” explicaría por qué nuestras caras son tan diferentes a las de otros primates.
La domesticación abarca un conjunto de cambios genéticos que surgen a medida que una especie evoluciona y se vuelve más amigable y menos agresiva.
El gen BAZ1B fue clave en el proceso
En los zorros domesticados, por ejemplo, ocurren muchos cambios físicos: los dientes son más pequeños, los cráneos menos pronunciados y las colas son más cortas, este tipo de mutaciones están vinculadas al hecho de que los animales domesticados tienen menos células madre derivadas de la cresta neural.
“Estamos dando la primera validación empírica de la hipótesis sobre la domesticación humana y posicionando el BAZ1B como un regulador maestro del rostro humano moderno”, asegura Giuseppe Testa, autor principal de la investigación, y su equipo.
Durante la investigación, el gen BAZ1B fue monitoreado con el fin de saber si estaba involucrado o no en los cambios que atravesó el rostro humano a lo largo de los años.
Estudios anteriores han asegurado que este gen jugó un papel fundamental en los cambios genéticos que sufrieron los perros, descendientes de los lobos. El BAZ1B habría contribuido a que los perros se encogieran y desarrollaran rasgos más suaves.
Este gen también está involucrado en el síndrome de Williams, un trastorno genético poco común que causa un alargamiento de las facciones, una distancia entre la nariz y la boca bastante acentuada y labios carnosos.
Caras más pequeñas y rasgos más suaves
Y los resultados de este estudio muestran que en efecto hubo una “contribución clave” del gen en el desarrollo facial humano.
Exactamente como pasó con otros animales que fueron domesticados, los rostros humanos también cambiaron: tenemos caras más pequeñas, rasgos más suaves y cejas menos prominentes que los neandertales, por ejemplo.
Esto también habría sido ocasionado por una supuesta selección que realizaban nuestros ancestros a la hora de agruparse. El hombre en la antigüedad solía elegir compañeros con actitudes y rasgos más amigables.
Algunos expertos aseguran que probablemente existan otros genes que hayan influido en los cambios físicos sufridos por los humanos en el proceso de domesticación.
Pero lo que este estudio muestra es que, contrariamente a las muchas teorías que existen, los primeros animales en ser domesticados no habrían sido los gatos, ni los perros ni las ovejas; sino nosotros los humanos.