Es probable que no se necesitaran más denuncias ni acusaciones. Pero lo ocurrido este miércoles llevó la situación a otro nivel: dos estrellas manchadas por el narcotráfico. Quizá, con el tiempo, salgan indemnes, pero el daño ya está hecho.
BBC NEWS MUNDO
Cómo el caso de Rafa Márquez y Julión Álvarez muestra que el narco en México está en todas partes
Que el narco en México está en todos lados, es un secreto a voces.
Rafa Márquez es una institución del futbol mexicano. Tanto que el año próximo iba en busca de un récord: ser el primer capitán de la historia en jugar cinco Mundiales.
No sería necesario agregar nada más para que se entienda la dimensión de este jugador en un país donde el futbol es religión. Pero, por las dudas, Márquez ganó dos Champions League con el F.C. Barcelona.
Ahora, con 38 años, y de vuelta en el futbol mexicano se vio salpicado por el mayor demonio de este país, el narcotráfico, al ser incluido en la lista negra de la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos (OFAC, en inglés).
Allí se le señala como prestanombres y propietario de nueve empresas que antes controlaba el narcotraficante Raúl Flores Hernández.
Márquez se ausentó del entrenamiento con Atlas y se presentó voluntariamente a declarar ante la fiscalía mexicana. En la noche dio una conferencia donde negó “categóricamente cualquier tipo de relación con dicha organización”.
“Nunca he participado en ninguna de estas organizaciones que se me han mencionado”, señaló. De sus nueve empresas sancionadas, una es su escuela de futbol y otra es su fundación.
Pero Márquez no es la única cara conocida de la lista de 21 mexicanos incluidos en la lista de la OFAC. También se encuentra Julión Álvarez, un polémico cantante de banda norteña, uno de los géneros más populares del país.
Criticado el año pasado por decir que sólo le gustan las mujeres que limpian bien, Álvarez negó las acusaciones y aseguró no tener “necesidad de muchas de las cosas que me están acusando”.
“Yo no culpo más que a la envidia”, agregó, “a los celos y al éxito que gracias a todos ustedes me están regalando”.
Lo llamativo, al leer el comunicado del gobierno estadounidense, es que aseguran que se llegó a estas sanciones tras una investigación de años en conjunto con el gobierno mexicano.
Más curioso todavía es que apenas el lunes pasado el presidente Enrique Peña Nieto puso en su cuenta de Instagram una foto con Álvarez en una lancha paseando por el cañón del Sumidero, en Chiapas. La foto fue borrada.
Lo que todavía quedó en el archivo es un video de hace dos años en el que Peña Nieto asegura que el cantante es “un gran ejemplo para la juventud mexicana”. Por estas horas, no debe estar feliz de haber usado esas palabras.
Es probable que el presidente no supiera que dos estrellas de su país eran investigadas en Estados Unidos con ayuda de su gobierno. Pero la imagen no deja de evidenciar cómo aquí hasta las figuras menos pensadas pueden terminar ensuciadas por un barro que no se saca fácilmente. Y aunque a la postre tanto Márquez como Álvarez prueben su inocencia, la imagen de ambos quedó afectada.
Casi una década atrás, el Gobierno admitía que en el país había medio millón de personas vinculada al narcotráfico.
Con 50% de la población en la pobreza, decían muchos, era inevitable que más de uno encontrara allí una forma de subsistir.
Menos se entiende, si así fuera el caso, el nexo con personas adineradas como Márquez y Álvarez. No serían los primeros, ni los últimos. Hay políticos que evadieron durante años a la justicia requeridos por sus vínculos con los carteles.
En México, en realidad, ya nada parece sorprender. El narco es parte de la sociedad, la colusión, integrante del sistema y la complicidad, una forma de vida. Y eso es tan cierto como triste, tan arraigado como difícil de erradicar.