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Cambio climático: ¿sirven de algo nuestras acciones individuales para frenar el calentamiento global?

Siendo sinceros, y yendo directo al grano, lo cierto es que las acciones individuales que intentan frenar el cambio climático no tienen mucho sentido.

Piénsalo bien: ¿qué diferencia hace que una persona renuncie a comer una chuleta de cordero y elija en su lugar unas lentejas, que decida tomar el autobús en lugar del carro o que no vuele para una escapada otoñal a las islas Baleares (España), por ejemplo, si el resto de los otros 7.699.999.999 humanos aquí en la Tierra no hace nada?

Es una conclusión desalentadora y plantea una pregunta obvia, pero estoy seguro de que ya se te ha pasado por la cabeza: ¿para qué molestarse?

Eso es exactamente lo que le pregunté a Greta Thunberg, la activista medioambiental de 16 años, cuando la conocí el mes pasado.

En lugar de volar a las reuniones sobre cambio climático a las que debía acudir en Nueva York, ella optó por viajar en un yate de carreras a través del Atlántico

¿Recuerdas el bote, aquel con el cubo de plástico azul destinado a defecar?

“La cuestión”, me dijo la adolescente sueca mientras flotaba en Plymouth Sound (Inglaterra), “es crear una opinión. Al dejar de volar no solo reduces tu propia huella de carbono, sino que también envías una señal a otras personas a tu alrededor de que la crisis climática es algo real y eso ayuda a impulsar un movimiento político “.

Es una buena respuesta, y ayuda a explicar por qué esta chica de dieciséis años con trenzas ha logrado captar la atención del mundo.

Mi respuesta, tal vez fue un poco grosera: “¿entonces estás tratando de hacer que el resto de nosotros se sienta culpable?”.

“No”, respondió con calma. Y pasó a explicar que no cree que sea su trabajo decirle a otras personas cómo vivir sus vidas. Más bien, que sus convicciones son las que deben guiar su propio comportamiento.

“No vuelo por el enorme impacto climático que la aviación tiene de forma individual”.

Ella misma reconoce que el suyo es un caso especial. “Mucha gente escucha lo que tengo que decir y aparezco mucho en los medios de comunicación, así que influyo en mucha gente y, por lo tanto, tengo una responsabilidad mayor porque mi plataforma es mucho más grande”.

Antes de este viaje, Thunbergh intentó asistir a las conferencias a las que la invitaban mediante videoconferencia, por internet, pero no causa la misma impresión.

“Creo que el impacto es mayor si tanto yo como otros muchos jóvenes estamos presentes”.

Y a juzgar por la publicidad que recibe, tiene razón.

Pero seamos honestos, tú no eres Greta Thunberg. Incluso si tus elecciones consiguen influir en algunas personas a tu alrededor, el comer un poco menos de carne y bajar un poco el termostato, no es precisamente la llamada la atención que va a hacer al mundo reducir las emisiones de carbono.

Entonces, ¿por qué las personas deben seguir tomando medidas contra el cambio climático?

Ese tipo de pregunta merece la respuesta de un filósofo. Al fin y el cabo, su trabajo es debatir sobre qué principios deberían guiar nuestro comportamiento. Y he conseguido a la persona indicada.

Al profesor Peter Singer de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, lo describen en la revista New Yorker como “el filósofo vivo más influyente del mundo”.

Él se describe a sí mismo como un experto en ética práctica y es muy claro en esta cuestión. No solo piensa que todos deberíamos tomar acciones contra el cambio climático, sino que argumenta que hay una obligación moral muy fuerte de por qué debemos hacerlo.

“Creo que este es uno de los grandes desafíos morales del siglo XXI, quizás el mayor desafío moral”, dice. “Si no actuamos, estamos poniendo en peligro a todos los que están vivos ahora y también a las generaciones futuras”.

Él cree que tu incapacidad de reducir tus emisiones de carbono es equiparable a que tomes una excavadora y arrases con los cultivos de un agricultor en África. Si hicieras eso, todos estarían de acuerdo en que está mal, pero los gases de efecto invernadero de los que eres responsable tienen el mismo resultado, argumenta.

El hecho de que los gases sean invisibles y que el efecto pueda sentirse en un futuro lejano, no nos permite a todos escapar de la obligación moral de actuar, insiste el profesor.

La razón es que nuestro derecho a la libertad de acción no se extiende a dañar a otros.

Aquí hay otra metáfora. Imagine que hay un límite de velocidad en una concurrida calle comercial y alguien dice: “voy a conducir hasta allí con el pie pegado al pedal, pero no te preocupes, hay grandes probabilidades de que no mate a nadie”.

No dirías que está bien, sostiene el profesor Singer. “Dirías que no, que nadie tiene el derecho de poner a otras personas en peligro. Y eso es exactamente lo que estamos haciendo, aumentar los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero estamos emitiendo hoy en día”.

Él dice que el hecho de que cada uno de nosotros solo desempeñe un papel minúsculo en el proceso no es una excusa. La obligación de todos sigue siendo la de tomar medidas, en su opinión.

Singer apuesta a que la mayoría de nosotros reconoce instintivamente que hay algo muy verdadero en estos argumentos. Entonces, ¿por qué no todos estamos haciendo algo más?

Es el turno ahora de un psicólogo conductual. Abordé a la profesora Kelly Fielding, de la Universidad de Queensland de Brisbane, en Australia.

No somos los espíritus independientes de pensamiento libre que nos imaginamos, dice Fielding.

“Lo que sabemos como psicólogos sociales es que las personas están muy influenciadas por lo que hacen los demás, a pesar de que no creamos que lo estemos”, explica. “Es una paradoja. Creemos que tomamos nuestras propias decisiones, pero la verdad es que buscamos orientación en los demás sobre cómo debemos comportarnos”.

Cuando se trata del cambio climático, el problema es que simplemente no estamos recibiendo las señales adecuadas de nuestros amigos y familiares, o para el caso, del gobierno y las empresas.

Sin embargo, las estadísticas indican que las personas en todo el mundo están cada vez más preocupadas por el cambio climático.

Una encuesta estadounidense publicada en junio ilustró esto de forma clara. El sondeo de Reuters descubrió que si bien el 69% de los estadounidenses querían que el gobierno tomara medidas “agresivas” para combatir el cambio climático, solo un tercio estaba dispuesto a pagar US$100 adicionales para que pudiera hacerlo.

Lo que dicen los encuestados es: “Sí, hay un problema, pero no es mi trabajo resolverlo”.

Pero no hay que desesperarse, sostiene la profesora .

Si lo que la gente necesita son señales de los demás para cambiar su comportamiento, entonces todo lo que tenemos que hacer es lograr que algunas personas comiencen a tomar medidas y otras lo seguirán, argumenta.

Lo que nos lleva de nuevo al principio, a Greta Thunberg y a ese yate súper rápido de fibra de carbono.

Como dice Thunberg, nuestras acciones son importantes no porque tengan un efecto material sobre el cambio climático, sino por el mensaje que envían a los demás.

Lo que haces influye en tus amigos y familiares y ayudará a crear el espacio político para que los gobiernos y las empresas tomen medidas. Eso, a su vez, es probable que aliente a otras personas y países a hacer más.

Y ya está sucediendo. ¿Quién hubiera pensado que una empresa que fabrica hamburguesas sin carne podría valer casi US$4.000 millones; que la organización petrolera más poderosa del mundo diría que los estudiantes que protestan contra el cambio climático son la “mayor amenaza” para la industria petrolera; ¿o que el cambio climático se convertiría un el tema clave para los candidatos presidenciales demócratas de Estados Unidos?

Sí, lo que sugiero es la posibilidad de un círculo virtuoso. Y sí, este es un argumento para que todos seamos mucho más optimistas sobre lo que se puede lograr.

Porque hay otro punto esencial que debe recordarse. El cambio climático no es binario, no solo sucede o no sucede. La pregunta crucial para todos nosotros es cuánto cambio climático experimentará el mundo.

Ya hemos visto un cierto calentamiento global. Naciones Unidas nos ha instado a tratar de mantenernos por debajo de los 1,5 grados centígrados.

Así que aquí está el asunto: cuantas más acciones tomemos, menos cambiará nuestro clima y más vivible será el mundo para nosotros, nuestra progenie y todo el resto de la magnífica abundancia que es la vida en la Tierra.

Ahora vamos, vale la pena hacer algunos cambios en el estilo de vida, ¿no?

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