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Bojayá, la población donde las Farc cometieron una de sus peores masacres y que votó abrumadoramente por el Sí

El horror llegó a Bojayá a principios del 2002.

En al ataque a la iglesia de Bojayá murieron 79 personas. La mayoría no alcanzaba a los 18 años. JESUS ABAD COLORADO

En al ataque a la iglesia de Bojayá murieron 79 personas. La mayoría no alcanzaba a los 18 años. JESUS ABAD COLORADO

En abril de ese año, un grupo de paramilitares en varias lanchas arribaron por el río Atrato a las poblaciones de Vigía del Fuerte y Bojayá, en riveras opuestas del caudaloso afluente, punto clave de acceso a la región en la que están situadas.

Esta zona, en el selvático departamento del Chocó, era de tradicional dominio de la guerrilla de las Farc.

Para llegar allí, los paramilitares pasaron sin problemas por varios puestos y retenes del ejército, según una investigación de Naciones Unidas.

“Eran como las 3 de la tarde, yo estaba ahí sentado afuera de mi casa cuando entraron un poco en pangas (lanchas) y la gente corría y corría… Ellos entraron disparando, intimidando al pueblo”, según explicó un habitante de Bojayá en un testimonio recogido en el libro Bojayá, la guerra sin límites, del Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia.

“Hubo reunión en la cancha del colegio, todo el mundo allá y todo el mundo asustado. En ese grupo vino El Alemán (jefe paramilitar)… Se paró allá y empezó a gritarnos que ellos venían a quedarse, que venían a luchar por el pueblo atrateño, que en esos días iban a hacer una 'limpieza porque el pueblo estaba muy sucio'… Como a los cuatro o cinco días de estar aquí empezaron a desaparecer y matar gente” (*).

A pesar de los pedidos de auxilio desde las poblaciones y de una alerta de la Defensoría del Pueblo, las Fuerzas Armadas no se hicieron presentes.

Los combates entre el frente 58 de las Farc y las Autodefensas Unidas de Colombia empezaron el 1 de mayo en Vigía del Fuerte y pronto se trasladaron a la orilla del frente, a Bojayá.

Matanza en la iglesia


Mientras los combates arreciaban, los habitantes de la población (también conocida como Bellavista), empezaron a refugiarse en distintos lugares de culto: la casa de las Misioneras Agustinas, la casa cural y la iglesia, con la esperanza de que serían respetados.

No fue así. Entre su armamento, la guerrilla contaba con morteros adaptados para lanzar pipetas de gas repletas de explosivos y metralla. Hacia las 10.30 de la noche una de esas pipas atravesó el techo de la iglesia, donde unas 300 personas se refugiaban.

Así lo recuerda una de ellas: “Estábamos comiendo cuando cayó esa pipeta… ¡Bum… Ey, vea! Le digo que esto quedó que usted no podía caminar de la gente que quedó muerta… Ay, unos quedamos locos… yo quedé aplastada por las cosas que me cayeron del techo, y cuando por fin pude salir de ahí estaba ese poco de gente que no podía caminar, porque todo lo que era “tendío” era muerto ahí en la iglesia” (*).

El párroco Antún Ramos tampoco olvida lo sucedido: “Rogué porque no se me fueran a acabar los feligreses. Vi gente despedazada, sin piernas ni manos… cabezas regadas, sangre, mucha sangre. Inclusive aprecié a ciudadanos corriendo mutilados”.

Murieron 79 personas en ese lugar: 41 mujeres y 38 hombres, la mayoría menores de 18 años. Dos bebés murieron en el vientre de sus madres. Uno más nació y murió en medio de los hechos.

Éxodo

Otras 13 personas murieron de manera violenta antes o después del ataque a la iglesia.

Los combates continuaron varios días más. La inmensa mayoría de los habitantes del lugar se fuerony se dirigieron hacia Vigía del Fuerte o a Quibdó, al capital del departamento.

Se calcula que, sólo en mayo de ese año, cinco mil 771 personas, en su mayoría de Bojayá pero también de lugares aledaños, llegaron a esa ciudad.

Cuatro meses después empezó el retorno. También empezó a llegar una desordenada ayuda gubernamental. La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para Colombia realizó una investigación sobre los hechos, que fue rechazada tanto por el gobierno como por los militares.

En el 2006, alias El Alemán se desmovilizó en el proceso de paz que el presidente Álvaro Uribe Vélez realizó con los paramilitares. Pagó ocho años de cárcel. Salió libre en julio del 2015.

En septiembre del 2007, los habitantes fueron trasladados a otra población llamada Nuevo Bellavista, a un kilómetro del villorrio atacado.

Perdón


Desde el 2002 la masacre de Bojayá se convirtió en uno de los símbolos de la guerra en Colombia.

Por eso, el 29 de septiembre, como parte de las negociaciones de paz con el gobierno, Luciano Marín Arango (conocido como Iván Márquez, uno de los principales comandantes de las Farc, viajo a la población a pedir perdón.

“Pedimos que nos perdonen y nos den la esperanza del alivio espiritual permitiéndonos seguir junto a ustedes haciendo el camino que, reconciliados, nos conduzca hacia la era justa que tanto han anhelado los humildes de todos los rincones de Colombia”, dijo.

Agregó que “jamás” tuvieron la intención de causar esos terribles daños “que tanta aflicción han ocasionado, y lo hacemos con la infinita gratitud que nos da la forma como con tanto desprendimiento de comprensión y sin manchas de rencor y odio, nos han recibido para iniciar la nueva senda de paz que nos hemos trazado”.

Como símbolo, entregó a la comunidad un “Cristo afro” (la mayoría de la población de el Chocó es afrodescendiente).

Tres días antes, en la firma final del acuerdo de paz entre el gobierno y las Farc en Cartagena, los habitantes de Bojayá habían dado una de las más contundentes pruebas de su apoyo al proceso: enviaron a la ceremonia un grupo de mujeres víctimas de la matanza a cantar “alabaos”, música coral religiosa negra típica de la región.

La otra prueba la dieron este domingo, cuando el 96% de sus habitantes votaron a favor del “Sí” en el plebiscito sobre los acuerdos de paz con las Farc.

Sin embargo, el 50.21% de sus compatriotas que participó en la consulta no estuvo de acuerdo.

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