La socialista, que en marzo cumplió el primer año de su segundo mandato presidencial tras un primer gobierno entre el 2006 y el 2010, confesó que está “esperando con ansias el 31 de diciembre. Espero que vaya todo mejorando”.
“No me refiero a mi evaluación en las encuestas, sino que vayamos teniendo los frutos de las cosas que estamos haciendo para que vayamos mejorando la vida de nuestros compatriotas”, puntualizó Bachelet, que alcanzó los niveles de apoyo popular más bajos de su historia como mandataria, en torno al 22%.
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La popularidad de Bachelet se desplomó tras revelarse el millonario negocio de especulación inmobiliaria que concretó su hijo mayor, Sebastián Dávalos, junto a su esposa, Natalia Compagnon, ambos bajo investigación por “uso de información privilegiada” y “tráfico de influencias” por la compra y venta de terrenos en el sur de Chile.
Al escándalo se sumó una serie de casos por corrupción por financiamiento ilegal de campañas políticas que involucraron a políticos oficialistas y de oposición, además de una sonada denuncia de colusión en las mayores productoras de papel higiénico y la desaceleración de la economía local.
No obstante, la mandataria destacó que “la relación directa con la gente es tan buena como siempre. Hay gente como un señor, el otro día, que pedía que la apoyaran harto para que tuviera la alegría que tenía antes. Parece que me encuentran menos alegre”.
Golpeada por la causa judicial de su hijo, Bachelet encabezó durante este año una dificultosa implementación de reformas emblemáticas de su programa que buscan desterrar definitivamente la herencia de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), como la instauración paulatina de la gratuidad en la educación y una reforma de la Constitución.
