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“¿Quién traicionó a Ana Frank?” es una pregunta habitual que se hacen los visitantes de la Casa de Ana Frank, un museo construido en torno al anexo secreto donde la diarista adolescente se escondió de los nazis durante más de dos años.
Hacía décadas que no salían a la luz pistas nuevas, pero Pieter van Twisk, un productor de medios de comunicación neerlandés, estaba seguro de que las tecnologías modernas para la resolución de crímenes, como la inteligencia artificial, el análisis de macrodatos y las pruebas de ADN, podrían llegar a mejores conclusiones que las investigaciones previas.
Hace seis años, Van Twisk reunió a una veintena de investigadores para formar algo así como un equipo de casos sin resolver, con Vince Pankoke, un detective jubilado del FBI del sur de Florida, a la cabeza. Al final, las herramientas de alta tecnología desempeñaron un papel mínimo en sus hallazgos, que los investigadores descubrieron en gran medida a través de un nuevo análisis de viejas pistas. El equipo contrató a la escritora canadiense Rosemary Sullivan para que escribiera un libro, “The Betrayal of Anne Frank”, sobre el proceso, que presentó como una historia sobre la investigación policial de un crimen real. El libro se publicó el martes en Estados Unidos y los Países Bajos.
El equipo se decantó por un sospechoso: Arnold van den Bergh, un notario judío de Ámsterdam que falleció de cáncer de garganta en 1950. Ese nombre no es desconocido para los expertos en Ana Frank. En 1945, el padre de Ana, Otto Frank, el único miembro de la familia que sobrevivió al Holocausto y regresó a Ámsterdam, recibió una nota anónima en la que se decía que Van den Bergh había alertado a los nazis de su escondite.
Otto Frank le entregó la nota a un detective neerlandés que en 1963 investigó si la familia había sido traicionada, pero el detective la descartó. David Barnouw, autor del libro de 2003 “Who Betrayed Anne Frank?”, señaló que también había considerado a Van den Bergh como sospechoso, pero lo descartó porque, además de la nota, no había pruebas de su participación.
Barnouw fue uno de los historiadores neerlandeses que expresó su preocupación por las conclusiones del equipo de Van Twisk. Como parte de la estrategia mediática de la editorial, las conclusiones no se difundieron ampliamente. Todos los que contribuyeron a la investigación tuvieron que firmar acuerdos de confidencialidad, y los resultados se mantuvieron en secreto hasta que, a principios de esta semana, comenzó un bombardeo de noticias con un segmento del programa de televisión, “60 minutos”, que se transmitió el domingo.
Muchas organizaciones noticiosas tomaron el informe de manera acrítica y nombraron a Van den Bergh como el traidor, sin el respaldo de ninguna opinión experta. MailOnline, el sitio de internet del periódico británico Daily Mail, publicó la noticia con un titular que comenzaba de la siguiente manera: “Ana Frank fue traicionada por un notario JUDÍO”.
Emile Schrijver, director del Barrio Cultural Judío de Ámsterdam, dijo que había recibido una versión preliminar del libro a fines de la semana pasada. “Las pruebas son demasiado escasas para acusar a alguien”, dijo. “Se trata de una acusación importantísima que han hecho utilizando un montón de suposiciones, pero que en realidad solo se basa en un fragmento de información”.
El martes, después de que los expertos en Ana Frank, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto tuvieron la oportunidad de analizar los hallazgos, muchos dijeron que dudaban de la teoría expresada en el libro.
“Los investigadores han aportado información nueva que debe investigarse más a fondo, pero no hay ninguna base en absoluto para dar una conclusión”, comentó Ronald Leopold, director ejecutivo de la Casa de Ana Frank. Añadió que el museo no presentaría los hallazgos como un hecho, sino tal vez como una de las varias teorías, incluyendo otras que se han considerado a lo largo de los años.
“The Betrayal of Anne Frank” asegura que Van den Bergh tenía una lista de judíos escondidos que obtuvo del Consejo Judío de Ámsterdam, organización de cuya junta directiva formó parte en su día. La administración nazi en los Países Bajos creó el consejo en 1941 para controlar a la población judía, nombrando a sus dirigentes a partir de otras organizaciones judías que habían prohibido. En los documentos de identidad del personal del consejo se colocaban sellos que evitaban su deportación, hasta 1943, cuando la organización fue disuelta y arrestaron a sus trabajadores.
No obstante, no hay pruebas de que el consejo tuviera ninguna lista de este tipo, según Laurien Vastenhout, investigadora del Instituto NIOD de Estudios sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio, quien es experta en la historia del Consejo judío de Ámsterdam. “¿Por qué las personas que estaban escondidas iban a facilitarle sus direcciones al Consejo Judío?”, señaló Vastenhout.
Leopold, el director de la Casa de Ana Frank, dijo que había oído rumores de que esa organización podía tener listas de direcciones “pero solo de fuentes poco confiables”. Añadió que “el Consejo Judío estaba sometido a un escrutinio especial por parte de los ejércitos de ocupación”, y que “sería muy, muy arriesgado tener listas como esas”.
Van Twisk confirmó que su equipo no ha encontrado ninguna lista, pero, añadió, “tenemos varias fuentes que mencionan su existencia”.
“Las pruebas circunstanciales también son pruebas”, dijo.
Como el consejo estuvo bajo el control de los nazis cuando aplicaron su programa genocida en los Países Bajos (que culminó en el asesinato del 75 por ciento de la población judía neerlandesa) durante mucho tiempo ha sido objeto de sospechas y de culpabilización por parte de las víctimas.
Casi 15 mil ciudadanos neerlandeses fueron procesados por algún tipo de colaboración en los tribunales de la posguerra, alrededor del 10 por ciento de ellos por informar sobre judíos ocultos. De ellos, 152 fueron condenados a muerte, de los cuales 40 fueron efectivamente ejecutados. Solo uno de los colaboradores condenados era judío: Ans van Dijk, quien fue fusilado en 1948 por traicionar a 145 judíos.
Vastenhout aseveró que, si los investigadores le dieron tanto peso al Consejo Judío de Ámsterdam en su argumento (una organización alrededor de la cual ya existían tantos conceptos erróneos) debieron haber sido “muy cuidadosos al tratar este tema”. En cambio, dijo, el libro basado en su trabajo está “lleno de errores”.
“El problema es que salen con esta acusación sin aportar ninguna prueba real”, dijo Vastenhout. “De nuevo, se trata de una historia en la que son los propios judíos los que hicieron esto, y de nuevo, el Consejo Judío. Parece que estamos empezando otra vez”.
Sullivan, autora del libro, dijo que el equipo de investigación se angustió cuando sus investigaciones les señalaron un culpable judío. “Creo que es un descubrimiento muy doloroso, pero pienso que la gente lo entenderá”, dijo. “Eso es lo que ocurre: las personas se ponen en contra de los demás y la gente vive con miedo y un temor constante”.
Para abordar esta preocupación, Van Twisk dijo que el equipo consultó a un rabino, que les dio su bendición para seguir adelante con la publicación. “El rabino dijo que en el Talmud solo hay un valor, que es la verdad”, afirmó.
No obstante, los historiadores cuestionan si el proyecto, de hecho, dio lugar a “la verdad”. “Este libro está lleno de términos como ‘lo más probable’ y ‘lo más seguro’”, dijo Vastenhout.
Schrijver dijo que no dudaba de las buenas intenciones del equipo. “En un libro como este, después de tantos años de trabajo, habría esperado algún tipo de reflexión crítica sobre lo que esto nos enseña sobre la traición”, dijo. “Hay una falta total de reflexión histórica y de contexto que me molesta bastante, y esa es la gran diferencia entre la investigación forense y la histórica”.