Las personas de diferentes edades estaban atentos al esperado día, pegados a los radios transistores, días previos, para escuchar todos los detalles y las incidencias del viaje espacial.
Según Rosales, conforme los días pasaron la tensión e interés aumentó a tal grado que los aparatos de televisión fueron insuficientes para todos los ansiosos espectadores.
La señal no llegaba hasta Salamá, pero en San Jerónimo sí, que se ubica a unos nueve kilómetros, y en caravana varias personas decidieron trasladarse a ese lugar para no perderse la transmisión.
Unas 70 personas, entre adultos, jóvenes y niños llegaron a la casa del profesor Israel González donde en un espacio de 16 metros cuadrados lograron acomodarse para apreciar las imágenes de la superficie lunar y sus cráteres.
Desde las 18 hasta las 24 horas, hubo en la pequeña sala una serie de acontecimientos, afirmó Rosales, al principio de la noche estuvieron abrigados, pero poco a poco el calor se hizo insoportable y la tensión subía porque en la transmisión indicaban que muy pronto el astronauta Neil Armstrong abriría la escotilla de la nave.
Las emociones en el grupo crecían, unos nerviosos, otros incrédulos se preguntaban si ¿se realizaría tal hazaña?, después todos quedaban en silencio, los niños empezaron a quedarse dormidos, otros salían para despejarse.
El momento se acercaba y llegó el instante preciso, nadie se movió y la pantalla comenzó a reflejar al primer hombre en la superficie lunar, luego expresaron: ¡Qué pasará en los próximos minutos!
Tal era la emoción que a una de las personas se le cayó su lámpara de manos y no se atrevió a recogerla; otro amigo tenía hambre, pero no le importó porque no quería perderse ningún detalle.
La tensión continúo aún más cuando Neil Armstron y su compañero de aventura completaron su misión.
Evento inolvidable
Rosales compartió que la impresión que dejó en las personas que presenciaron este acontecimiento fue inolvidable. Hubo alguien que dijo: “Esto es imposible, lo veo y no lo creo, el hombre no está en la luna, allí sólo llegará la legión de ángeles enviados por Dios”, exclamó.
En otros casas nos pudimos dar cuenta que también mucha gente se reunía, donde la cola de carros era también larga. Los dueños de la casa donde nosotros estabamos, eran los últimos en ver tal acontecimiento: aquí se confirma el dicho de: “Otro vendrá que de tu casa te echara”.
“Este acontecimiento del siglo lo logramos ver también, gracias al descubrimiento de la televisión, quedó imborrable en la mente de todos y las palabras del astronauta Armstrong: “Paso pequeño para el hombre, pero un gran paso para la humanidad”, enfatizó el guatemalteco.
Un viaje para la historia
El 20 de julio de 1969, los astronautas Neil A. Armstrong y Buzz Aldrin descendieron en nuestro satélite natural, mientras que Michael Collins aguardaba en el módulo Columbia, del Apolo 11.
Al día siguiente, Prensa Libre tituló en su portada: “Portentosa hazaña: Llegaron a la Luna”, mientras que en las páginas interiores redactó en el encabezado principal: “Descendieron en la Luna”, con tres distintas noticias: “Neil Armstrong y Edwin Aldrin son los pioneros”, “Latinoamericanos siguen detalles del viaje lunar” y “Júbilo en Londres; toda Europa estaba en tensión”. La fotografía que ilustraba fue de las instalaciones del IGA, las cuales estaban abarrotadas.
También se escribieron detalles de la primera caminata y se destacaron las reacciones en el mundo y las palabras de Richard Nixon, en ese momento presidente de EE. UU.
Llaman la atención otras notas que aparecen más adelante. La primera se refiere a que “Aldrin comulgó en la Luna; llevó pan bendito”. En efecto, el astronauta fue el primer humano en oficiar una ceremonia religiosa en el satélite. Por radio pidió un momento de silencio para la contemplación y, luego, comulgó.
La otra indica que “El dueño de la Luna hará reclamación si le hacen daño”. En esos años, un abogado chileno Jenaro Gajardo Vera se había autoproclamado propietario del satélite —obtuvo un certificado a través de una broma 16 años antes del alunizaje; le costó un dólar estadounidense—. “Todas estas cuestiones lunáticas no son fáciles de resolver. La Luna es la Luna y hay que ser poeta para entenderla”, dijo.
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