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Alentar, cantar y limpiar: Japón saca la basura y otros entienden la indirecta

Después de un partido de la Copa del Mundo de este año, un grupo de espectadores japoneses comenzó a limpiar las gradas del estadio Ahmed bin Ali. Este gesto ha causado un gran revuelo.

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Aficionados japoneses recogen la basura de las gradas tras el partido de Japón contra Costa Rica en el Mundial de Doha, Qatar, el 27 de noviembre de 2022. (Foto Prensa Libre: Tasneem Alsultan/The New York Times)

Aficionados japoneses recogen la basura de las gradas tras el partido de Japón contra Costa Rica en el Mundial de Doha, Qatar, el 27 de noviembre de 2022. (Foto Prensa Libre: Tasneem Alsultan/The New York Times)

El domingo por la tarde sonó el silbatazo final y los aficionados japoneses que acababan de pasar horas saltando bajo un sol abrasador del mediodía se tomaron un momento para regodearse en la decepción por la derrota 1-0 que sufrió su equipo ante Costa Rica.

Sin embargo, el momento se esfumó y aparecieron las bolsas azules de basura.

En el regreso de un ritual pospartido que se está recibiendo con un asombro generalizado en la Copa del Mundo de este año, un grupo de espectadores japoneses, quienes apenas minutos antes habían estado cantando con delirio para arengar a su equipo, comenzaron a recoger meticulosamente la basura esparcida en las filas de asientos a su alrededor en las gradas del estadio Áhmad bin Ali.

En realidad, no importaba lo que fuera —botellas de refresco medio vacías, cáscaras de naranja, servilletas sucias— ni quién la hubiera tirado. Los aficionados recorrieron los pasillos metiendo la basura en bolsas antes de entregárselas a su salida a los sonrientes —y a todas luces encantados— trabajadores del estadio.

“Es una muestra de respeto por un lugar”, comentó Eiji Hattori, un aficionado de Tokio de 32 años que tenía una bolsa con botellas, boletos usados y otros residuos del estadio. “Este lugar no nos pertenece, así que debemos limpiarlo si lo utilizamos. Y, aunque no sea nuestra basura, sigue ensuciando, así que debemos limpiarla”.

La imagen de los espectadores que asumen con calma las tareas de limpieza durante el Mundial les ha encantado a los observadores de otros países, como en Estados Unidos, donde, como parte de la experiencia de asistir a un estadio deportivo, suele darse por sentado que hay que sortear derrames pegajosos de refresco, bolsas de palomitas y montañas diminutas de cáscaras de maní.

No obstante, en Japón, la limpieza, en especial en los espacios públicos, por lo general se considera una virtud. Los japoneses que asistieron al partido afirmaron que estos hábitos se enseñan en casa y se refuerzan en las escuelas, donde se espera que los alumnos, desde pequeños, limpien los salones de clase y las instalaciones escolares con regularidad.

La limpieza de zonas compartidas, como los estadios, se convierte en una especie de responsabilidad individual y no es común la presencia de ejércitos de trabajadores contratados para hacerlo.

“Para los japoneses, esto es algo normal”, dijo Hajime Moriyasu, entrenador de la selección japonesa. “Cuando te vas de un lugar, tienes que dejarlo más limpio de lo que estaba antes”.

Los videos y las fotos de las sesiones de limpieza japonesa se han vuelto virales en redes sociales. Sin embargo, no solo las comparten los aficionados: la semana pasada, la FIFA publicó una foto del vestuario del equipo japonés después de su enorme victoria inesperada contra Alemania. El vestidor estaba —como se podía imaginar— impecable.

Los aficionados de otros equipos, inspirados en los japoneses, también han empezado a limpiar después de los partidos.

“Creemos que podemos volverlo algo contagioso”, opinó Tomomi Kishikawa, una aficionada de 28 años originaria de Tokio que en la actualidad trabaja como sobrecargo en Doha, Catar. “No tenemos que presionar a nadie para que limpie. Pero, si empezamos, quizá podamos dar un buen ejemplo de respeto”.

Los aficionados japoneses han recibido la repentina atención mundial y las muestras de aprecio con una mezcla de orgullo, diversión y vergüenza.

Muchos se han entusiasmado con las representaciones positivas de la cultura de su país. Otros están confundidos por el alboroto. Y otros han sentido punzadas de incomodidad pues se preguntan si se trata de otro caso en el que una conducta específica se presenta como un aspecto típico de toda la población de Japón.

Por ejemplo, varios aficionados que estaban en el estadio el domingo intentaron aclarar una cosa que pudo haberse confundido en medio de toda la adulación de las publicaciones virales y la cobertura mediática: aunque la mayoría de los japoneses son conscientes de tirar su propia basura, solo un pequeño grupo de aficionados en esta Copa del Mundo ha recogido la basura de otras personas.

El domingo, la Asociación de Fútbol de Japón repartió cientos de bolsas azules de plástico con la palabra “Gracias” escrita en inglés, japonés y árabe, pero solo unas pocas docenas de aficionados —de los miles presentes— se sumaron al esfuerzo general.

“En realidad nos invitaron a limpiar, pero no quisimos hacerlo”, admitió Nagisa Amano, una aficionada de 23 años de Yokohama, Japón. “Solo queríamos disfrutar del estadio. Creo que tenemos derecho a hacerlo”.

Amano dijo que se había enterado de casos en los que trabajadores de estadios de Japón habían tenido que reabrir las bolsas de basura que habían llenado aficionados demasiado entusiastas con el fin de separar los materiales para su reciclaje. Se preguntó si los aficionados japoneses en Catar podrían obstaculizar sin querer iniciativas similares.

Amano mencionó que el alboroto con el que se había recibido la limpieza llamativa de los aficionados tal vez era bueno para la imagen de Japón en el extranjero, pero cuestionó la pureza de sus motivos.

“Me enteré de que algunas personas se están sumando a ese grupo de limpieza tan solo porque disfrutan ser el centro de atención”, comentó.

No obstante, en Catar al parecer se aprecia la limpieza. Tras la victoria de Japón sobre Alemania, un miembro del personal del estadio llevó a un grupo de trabajadores y voluntarios con los aficionados que estaban limpiando las gradas y les dio las gracias a través de un megáfono.

El domingo, Jaziba Zaghloul, voluntaria de 18 años de Beirut, estaba recorriendo una fila de asientos con su propia bolsa azul de basura.

“No es mi trabajo, pero me siento responsable”, dijo Zaghloul, quien se percató de que unos aficionados de Marruecos y Arabia Saudita habían seguido el ejemplo de los japoneses y habían limpiado después de los partidos. “Hay un sentimiento de comunidad cuando ves que la gente se preocupa. Es el efecto bola de nieve”.