Internacional

|

Suscriptores

Ahora que construyeron el muro en Texas, hay quienes temen que se pueda caer

Una valla fronteriza privada plagada de escándalos es esencialmente huérfana, en su mayoría redundante y, según los ingenieros, en riesgo de flotar en una inundación.

|

Agentes de la Patrulla Fronteriza a lo largo del Río Grande, cerca de la zona del muro fronterizo privado, en Mission, Texas, el 14 de diciembre de 2022. (Foto Prensa Libre: Christopher Lee/The New York Times)

Agentes de la Patrulla Fronteriza a lo largo del Río Grande, cerca de la zona del muro fronterizo privado, en Mission, Texas, el 14 de diciembre de 2022. (Foto Prensa Libre: Christopher Lee/The New York Times)

A lo largo de un recodo del Río Bravo, desprovisto de cualquier tipo de vegetación excepto alguna palmera ocasional, se erige una valla de acero galvanizado de un poco más de cinco metros, a unos pasos de la orilla lodosa.

La valla, construida hace tres años con fondos privados, alguna vez estuvo en el centro de un amargo debate nacional sobre la seguridad fronteriza, sirvió para que el presidente Donald Trump presumiera a su constructor y fue promocionada por Steve Bannon en un esquema fraudulento conocido como We Build the Wall (Construimos el muro) que terminó en acusaciones y condenas penales.

En la actualidad, la barrera, de casi 5 kilómetros de largo, en esencia quedó huérfana, es inútil a nivel funcional —debido a una barrera fronteriza que construyó el gobierno federal a poca distancia detrás de ella— y, según un informe de ingeniería que encargó el Departamento de Justicia, corre el riesgo de caerse e irse flotando en caso de una inundación significativa.

Y, debido a su ubicación y construcción a lo largo de la orilla del agua, a las autoridades federales les preocupa que la valla pueda terminar redirigiendo el Río Bravo de tal manera que la tierra en la que se encuentra termine como parte de México.

La valla ha encontrado oposición en litigios que han interpuesto el Centro Nacional para las Mariposas, una organización que está cerca de la estructura y que el año pasado recibió amenazas tan fuertes que cerró durante algún tiempo, y el Departamento de Justicia, el cual acusó al constructor privado de la valla, Fisher Sand & Gravel Co., de violar un tratado internacional.

También el año pasado, el Departamento de Justicia llegó a un acuerdo con Fisher que permitió que la valla quedara en su lugar y obligó a una filial de la empresa a mantenerla. El centro para las mariposas, ubicado a unos pasos río arriba, continua en su empeño por exigir la demolición de la valla. Este año podría haber un juicio.

“Todo fue una estupidez”, opinó Ryan Patrick, exfiscal federal del Distrito Sur de Texas, para referirse a la valla, quien argumentó que su construcción al borde del río era una violación de un tratado con México. “La erosión comenzó casi de inmediato”, comentó Patrick. “No estaría contento si viviera cerca de esa cosa”.

A pesar de su tamaño, la valla es casi invisible para los residentes de la comunidad fronteriza de Mission, Texas, donde se alza al borde de un granja de caña de azúcar en las afueras de la ciudad. Sin embargo, es imposible no verla cuando se mira desde la propiedad de José Alfredo Cavazos, a poca distancia río abajo.

La ribera llena de caña ha pertenecido a la familia Cavazos durante generaciones, comentó Cavazos, de 73 años, quien recordó haber trabajado allí para su abuela en lo que en aquel entonces era una solo una granja y describió cómo saltaba al río para refrescarse. Cavazos, quien alguna vez fue el encargado de un supermercado local, ahora se desplaza en una silla de ruedas motorizada y su familia renta los terrenos junto al agua a los residentes locales, entre ellos cuatro miembros de la Patrulla Fronteriza, para que puedan tener acceso al río para pescar y navegar en bote.

Cavazos quedó consternado cuando se construyó la valla en la propiedad de su vecino río arriba, pues le preocupaba el impacto que tendría en el río y en la tierra que lo rodea.

“Ni siquiera se molestó en venir a hablar con sus vecinos”, dijo Cavazos para referirse al dueño de la granja de caña de azúcar, Lance Neuhaus. “Es probable que supiera que iba a perjudicar a sus vecinos, porque no es tonto”.

Neuhaus, a quien se le localizó por teléfono, no expresó ninguna preocupación por la valla, la cual se ubica en un terreno que le vendió a Fisher. “El muro sigue en pie”, dijo. “Es un buen proyecto”.

Antes de que se construyera la valla privada, la familia Cavazos pasó años luchando contra la barrera federal que ya existía. El primo de Cavazos, Reynaldo Anzaldúa Cavazos, expresó su consternación porque tuvo que ver cómo se construía la valla privada justo a lo largo de la orilla del río, una zona en la que creían que todo el mundo sabía que era desacertado construir.

“Hemos vivido aquí toda la vida, así que sabemos lo que hace una inundación”, comentó Cavazos, de 77 años, quien es un agente aduanero retirado. “No se construye en la orilla de un río”.

Los ingenieros que estudiaron la construcción de la valla por encargo del Departamento de Justicia llegaron a una conclusión similar. Entre los problemas que señala el informe de 400 páginas de la empresa de ingeniería Arcadis destacaba que, en caso de una gran inundación, la valla “en esencia se deslizará, volcará y flotará”.

La firma concluyó: “Es probable que la valla no sea apta para su uso bajo todas las cargas de servicio razonablemente anticipadas”, es decir condiciones ambientales como nieve, viento, lluvia, terremotos e inundaciones.

Sin embargo, el gobierno no llevó el caso a juicio, sino que decidió llegar a un acuerdo con Fisher. Entre las estipulaciones que acordaron el Departamento de Justicia y Fisher estaba la destrucción de las copias del informe de ingeniería. En cambio, las conclusiones del mismo fueron dadas a conocer por ProPublica y el Texas Tribune. The New York Times obtuvo una copia.

Un vocero del Departamento de Justicia se rehusó a responder preguntas sobre el acuerdo.

“A final de cuentas, creemos que lo mejor para todos los involucrados es retirarla, incluso para Fisher”, opinó Javier Peña, abogado del Centro Nacional para las Mariposas, para referirse a Tommy Fisher, el dueño de la empresa. “Su intención no era que esta valla estuviera en pie para siempre, porque, si hubiera sido así, la habría construido mejor”.

Mark J. Courtois, un abogado que representa a Fisher y a su filial en el proyecto, comentó que la empresa respalda el diseño y la construcción de la valla, no está de acuerdo con las “suposiciones y los modelados” del informe del gobierno y “acepta realizar el mantenimiento rutinario del proyecto como se les exige a todas las estructuras”.

La valla se encuentra justo afuera de una parte relativamente urbanizada de la frontera, en el valle del Río Bravo, uno de los lugares donde ocurren más cruces ilegales. En la época de su construcción, cruzaban más personas por el valle del Río Bravo que por cualquier otro lugar de Texas, aunque a últimas fechas se han registrado cifras mayores más al noroeste, en los alrededores de Eagle Pass y El Paso.

Casi desde el momento en que se levantó la valla, Marianna Treviño Wright, directora del centro para las mariposas, ha observado grietas en el muro y erosión a lo largo de la ribera. “El río va a seguir reclamando su orilla”, opinó mientras viajaba en bote a lo largo de la valla y señalaba las zonas en las que, según ella, parecía que habían transportado tierra y rocas nuevas para reemplazar lo que se había llevado la corriente.

Después del trabajo en la valla, el gobierno de Trump le otorgó grandes contratos federales de barreras fronterizas a Fisher.

No obstante, en 2020, Trump se había distanciado del proyecto después de que ProPublica y el Texas Tribune cuestionaron su construcción. “Solo se hizo para que me viera mal”, escribió en Twitter y añadió que tal vez “ahora ni siquiera funciona”.

Para la familia Cavazos y otras personas que se han opuesto a la valla, su imponente extensión a lo largo de la costa despoblada es el monumento de un momento político. Su simple repetición de formas, sobre todo cuando se le ve con la luz del atardecer, tiene el efecto de una obra de arte colosal.

De hecho, se ha convertido más en símbolo que sustancia. La valla privada en esencia es inútil debido a una barrera fronteriza que construyó el gobierno federal, la cual también se levantó durante el gobierno de Trump y corre a lo largo del dique cercano.

Además, la valla parece que se está desplazando poco a poco. De cerca, parece que su base se está separando y agrietando. De lejos, se nota que sus postes espaciados uniformemente están desalineados en algunas partes.

Sin embargo, no todo el mundo está preocupado por la valla. Desde hace cuatro décadas, Jennifer Hart ha sido la dueña de Riverside Club, un restaurante y un espacio para eventos, y en ese tiempo ha habido inundaciones, incluida una enorme en 2010 en la que varios centímetros de agua entraron en el comedor y se quedaron ahí durante un mes.

Hart comentó que no le preocupaba que la valla terminara por colapsar. “Si va a pasar, va a pasar”, dijo.