“Se supone que con la edad viene la felicidad y la satisfacción personal. El que eso ya no suceda es asombroso”, expresó Jean Twenge, profesora de la Universidad Estatal de San Diego que dirigió el estudio.
Twenge escribió el libro Generation Me, que analiza a los adultos jóvenes, sus actitudes y las influencias que los formaron.
A partir de datos de principios de la década de 1970, Twenge y sus colegas comprobaron que los adultos de 30 años para arriba eran antes más felices que los adultos más jóvenes y que los adolescentes.
Pero con el correr de los años esa tendencia se ha revertido: los mayores ya no expresan tanta felicidad y los menores se muestran más contentos.
Otros expertos que estudian la felicidad dicen que han sacado conclusiones parecidas. Atribuyen el cambio de tendencia a una cantidad de factores, incluidas presiones económicas -y lo que algunos describen como la “inseguridad económica” prevaleciente en estos tiempos- y la comprobación de que no pueden hacer lo que se les ocurra, como alguna vez se les dijo.
Geena Kandel, estudiante de la Washington University de Saint Louis, dice que ella y sus compañeros temen que una buena educación no los ayudará a superar los logros de sus padres.
“Eso es una presión muy grande para la gente de mi edad”, dijo Kandel, quien tiene 21 años.
Es de notar que, a pesar de todo, una de cada tres personas se describen como “muy felices” en Estados Unidos.
Twenge y sus colegas comprobaron, por ejemplo, que el 30% de las personas de 18 a 29 años consultadas dio esa respuesta en lo que va de la década en curso, comparado con el 28% a principios de los 70.
Ha habido un aumento significativo en la cantidad de adolescentes que se consideran “muy felices”.
En los 70 un 19% de los estudiantes del doceavo grado se describieron así y en la década actual el 23%.
Entre los adultos de 30 años para arriba, en cambio, se pasó del 38% de los 70 al 33% actual.
Estas conclusiones alcanzadas por el General Social Survey de la Universidad de Chicago y por el estudio Monitoring the Future de la Universidad de Michigan no le llaman la atención a Emili Valdez, una mujer de 49 años con hijos de Seattle.
“Pensé que la vida sería más sencilla”, afirma. “Da la impresión de que el casamiento de mis padres, la crianza de los hijos fueron algo más sencillo, sin tantas atribulaciones e inseguridades”.
Hay quienes dicen que la cantidad de información disponible en la actualidad contribuye a hacer que nos sintamos abrumados.
“Ya no tratamos de emular al vecino, queremos emular a todo el mundo”, afirmó Satu Halpin, de 37 años y quien vive en Olympia, Washington.
Desde ya, no se puede obviar la desaceleración económica de la última década.
Shigehiro Oishi, investigador de la Universidad de Virginia, ha documentado una creciente insatisfacción con la brecha cada vez más grande entre los ricos y los demás.
Algunos asocian la infelicidad con la “inseguridad económica”. “Cuando más competitiva y más orientada al mercado es la sociedad, más gente se siente librada a su suerte, cuanto más insegura se siente en relación con las cosas de la vida diaria, más desiguales se tornan las cosas y la calidad de vida se deteriora”, manifestó Benjamin Radcliff, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Notre Dame que ha investigado el tema.
Twenge y sus colegas especulan que los jóvenes no tienen tantas preocupaciones económicas como los mayores de 30 años.
Tim Bono, psicólogo de 32 años que enseña cursos relacionados con la felicidad en la Universidad de Washington, dice que a la gente de su generación se les enseñó que el futuro era suyo, que “éramos gente especial y que podríamos hacer lo que nos viniese en gana”, hasta que llega el momento en que se topan con la dura realidad.
“A mi generación nos transmitieron la idea de que éramos especiales y que todo era posible”, expresó, agregando que semejante panorama puede generar enormes desencantos.
Bono propone que la gente duerma y se ejercite más, que tenga más conexiones sociales y que evite compararse con otras personas, sobre todo online.
El sentirse agradecido por lo que uno tiene ayuda a ser feliz, señala.