“¡Señor! ¿Está usted ahí?”, gritó el soldado cuando el hombre desapareció en un matorral de juncos. Nadie respondió.
Río abajo, otros cuatro soldados se mantenían a la espera mientras un equipo de la Patrulla Fronteriza estadounidense detenía a decenas de migrantes recién llegados en un huerto de nogales. Un agente con un contador de personas registró a 135 migrantes, en su mayoría hombres, pero también había entre ellos familias procedentes de Cuba, Perú y Venezuela que buscaban asilo en Estados Unidos.
“Así es, todos los días”, dijo Hal Bowles, un asistente de policía del condado de Maverick contratado con nuevos fondos estatales para trabajar en la seguridad fronteriza. “El gobernador lo está intentando”, dijo, pero aun así, “todo el mundo está entrando”.
Durante el último año, Abbott transformó el incesante flujo de migrantes que cruzan la frontera en un potente mensaje político, en el que él asumió el rol de defensor del país ante la migración no autorizada mientras se postula para un tercer mandato en noviembre. Su postura enérgica no ha hecho mucho por frenar la marea, en cambio, sí lo ha expuesto a fuertes críticas por utilizar su autoridad para inmiscuirse en un ámbito político que pertenece al gobierno federal. Aun así, sus esfuerzos por reforzar la seguridad fronteriza han ayudado a Abbott, un republicano, a mantener a raya los desafíos de su derecha y han convertido al gobernador que aboga por cumplir la ley en una presencia habitual en Fox News.
Ahora Abbott está considerando la posibilidad de invocar facultades que solo se conceden en verdaderos tiempos de guerra para obtener una autoridad estatal mucho más amplia sobre la frontera. Podría hacerlo, argumentan los defensores dentro y fuera de gobierno, si declara de manera oficial que hay una “invasión” a fin de cumplir con una cláusula de la Constitución de Estados Unidos que dice que los estados no pueden participar en la guerra, excepto cuando están sometidos a una “auténtica invasión”.
Los principales abogados de Abbott y del fiscal general de Texas, Ken Paxton, se reunieron este mes para debatir la estrategia, que enfrentó al estado con el gobierno federal por permitir a la policía estatal arrestar y deportar migrantes, según dos personas familiarizadas con las discusiones. Abbott afirma que sigue abierto a esa estrategia, pero manifestó preocupación por las consecuencias no previstas.
“Si recurrimos a esta estrategia, podría exponer a las autoridades del estado de Texas a ser procesadas”, manifestó Abbott durante una conferencia de prensa reciente. Pero, agregó: “¿Que si es algo que estamos analizando? Por supuesto”.
Abbott ya movilizó a miles de elementos de la Guardia Nacional para enviarlos a puestos fronterizos y ordenó que se inspeccionaran camiones procedentes de México, lo cual afectó el comercio internacional. También supervisó la construcción de 32 kilómetros de cercado en la frontera, decidió utilizar algunas prisiones estatales para retener a los migrantes acusados de cruzar la frontera de manera ilegal, destinó fondos para las autoridades de las ciudades fronterizas y pagó el traslado en autobús de los migrantes que quisieran ir de Texas a Washington, D. C.
El gobierno de Biden les ha restado importancia a las acciones de Abbott en la frontera, e incluso ha dicho que son un “ardid político”, además de no tomar medidas para intervenir, a pesar de las peticiones de los demócratas de Texas para que lo haga. Cualquier intento de Texas de hacer cumplir las leyes migratorias federales acabaría casi sin duda en los tribunales.
Aunque Abbott ha destinado más de US$3 mil millones a la seguridad fronteriza y de que el viernes aprobó US$500 millones adicionales, sus logros han sido pocos, más allá de las incautaciones de drogas y las cifras de detenciones. Las acciones estatales superpuestas no han frenado la avalancha de llegadas.
Los agentes federales registraron casi 129 mil cruces hacia Texas en marzo, unos 11 mil más que los que ocurrieron durante el mismo mes del año pasado, cuando Abbott puso en marcha la iniciativa conocida como Operación Estrella Solitaria. El mayor aumento se produjo en una zona de la frontera que incluye a Eagle Pass, una ciudad descolorida por el sol con 28 mil habitantes, numerosos gatos y perros callejeros y pocos recursos de sobra.
Los costos se han ido incrementando. Este mes, funcionarios gubernamentales dijeron que tan solo mantener el despliegue de la Guardia Nacional durante el verano requerirá otros US$531 millones. La semana pasada, un soldado de 22 años designado para esta misión se ahogó al tratar de rescatar a dos migrantes de las fuertes corrientes del río.
Y los funcionarios de Texas se preparan ahora para un mayor influjo de migrantes, cuya llegada se espera después de que el gobierno de Biden ponga fin la norma sanitaria conocida como Título 42, una política implementada en respuesta a la pandemia de coronavirus que consiste en regresar a todos los solicitantes de asilo que sea posible.
Del otro lado de Eagle Pass en la ciudad mexicana de Piedras Negras, un gran número de migrantes espera el cambio de la política, listos para cruzar. Muchos no esperan.
“Lo más importante es la prevención”, declaró Steven McCraw, director del Departamento de Seguridad Pública de Texas. “Y tenemos un largo camino por recorrer”.
El actual auge de migrantes comenzó con la llegada de Joe Biden a la presidencia, quien prometió adoptar una estrategia migratoria más compasiva. Sin embargo, Biden ha mantenido en vigor la política del Título 42, mediante la cual se deporta sin demora a los migrantes y que se implementó durante el gobierno de Donald Trump y a raíz de la cual muchos migrantes han tratado de cruzar la frontera en más de una ocasión.
Conservadores y exfuncionarios del gobierno de Trump han presionado a Abbott para que tome medidas aún más draconianas en la frontera. Algunos consideran que, hasta ahora, sus esfuerzos han sido bien intencionados, pero insuficientes.
“La Operación Estrella Solitaria no ha movido la aguja ni un ápice por la simple razón de que no están devolviendo a la gente a México”, dijo Ken Cuccinelli, un alto funcionario del Departamento de Seguridad Nacional durante el gobierno de Trump y partidario de declarar formalmente una invasión.
En Eagle Pass, hay un flujo constante de autobuses de la Patrulla Fronteriza repletos de solicitantes que llegan al principal centro de descanso, el cual tuvo que trasladarse de su pequeño espacio en el centro a un edificio cavernoso, parecido a un almacén. El número de migrantes que solicitan servicios se ha disparado de 20 hace dos años a 500 al día, comentó Valeria Wheeler, directora del centro, Mission: Border Hope.
Aun así, muchos de los migrantes que llegaron allí esta semana abandonaron el lugar frustrados por la falta de espacio. Algunos dijeron que tenían que dormir en el suelo de cemento.
“¿Dónde vamos a caber todos?” se preguntó Diego Carmona, de 28 años, tras llegar al final de un agotador viaje de cinco meses desde Venezuela con su mujer, su hijo de 8 años y su bebé de 7 meses.
Carmona dijo que, mientras cruzaba el río, temía que su hijo mayor fuera arrastrado por la corriente. Recordó que aún podía oírlo gritar, en español: “Papá, no quiero morir”, mientras atravesaban la imprevisible corriente. “Fue el peor momento de mi vida”, dijo, pero lo lograron.
Fue en un recodo del río, al norte del centro de la ciudad, donde un soldado de la Guardia Nacional de las afueras de Dallas, el soldado Bishop Evans, estaba apostado con un compañero cuando vio a un hombre y una mujer luchando en el río mientras cruzaban desde México. El agente se apresuró a ayudarlos, saltando varios metros desde las altas orillas a las corrientes rápidas.
Evans se ahogó. Los dos inmigrantes, que según las autoridades estatales estaban implicados en el tráfico de drogas, sobrevivieron y fueron puestos bajo custodia de la Patrulla Fronteriza.
Ningún miembro de la Guardia Nacional estaba apostado en el terreno alto y llano en un reciente día nublado. Abajo, el río se agitaba cerca de un camino repleto de ropa y otros objetos desechados por los migrantes que habían pasado por ahí antes.