Tras negociaciones, el 31 de marzo este abogado fue el primero que atravesó el cordón policial y entró al recinto de los davidianos, Monte Carmelo, para conversar con los atrincherados.
DeGuerin encontró a Koresh herido en la muñeca y el torso y tratado con medicina holística por sus seguidores. Confiaba en que lograría un acuerdo para su rendición.
Tres décadas después, desde sus oficinas de Houston donde conserva los archivos del caso, el abogado de 82 años sigue convencido de que lo que culminó trágicamente el 19 de abril de 1993 –después de un sitio de 51 días– podría haber terminado en paz y sin que murieran más de 70 personas.
Su relato toca una fibra sensible en Estados Unidos, un país polarizado donde algunos ven a Waco como un símbolo de la extralimitación del gobierno.
Actualmente, un memorial donde ocurrieron los hechos, administrado por nuevos davidianos, atrae cientos de visitantes al mes.
Dice DeGuerin que cuando tomó el caso “no sabía la magnitud”, pero tenía claro que “el mundo estaba mirando”.
“Había manejado algunos casos importantes, pero nada como este”, agrega.
Su encuentro con David Koresh
Los Davidianos de la Rama fueron fundados en 1959 como una escisión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Creían en el regreso inminente de Jesús y Koresh surgió como su líder carismático en la década de 1980.
En 1993, la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) acusó al grupo de almacenar armas y obtuvo una orden de arresto para Koresh y otra de allanamiento para el complejo, donde hubo denuncias de abuso infantil.
El 28 de febrero, durante el allanamiento, se desató un tiroteo donde murieron cuatro agentes federales y al menos seis davidianos.
El FBI sitió luego el lugar, iniciándose el “Cerco de Waco”, que ha inspirado series y documentales.
A finales de marzo, cuando DeGuerin entró a ver a Koresh, el FBI lo llevó cerca del recinto en la parte trasera de un vehículo blindado. “Me dijeron: ‘¿Le gustaría un chaleco antibalas?’ Dije: ‘No, no tengo miedo de los davidianos. Pero no quiero que los francotiradores del FBI me disparen'”.
Confiesa que no sabía qué esperar, pero que encontró a Koresh, de 33 años, inteligente, elocuente, pero “muy enojado” por el asedio del FBI y la ATF.
DeGuerin entendió que su misión era sacar a Koresh del recinto y llevarlo a la corte “sin que nadie más muera”.
“Le dije que la ley es la ley y que tenía que obedecer la ley aunque pudiera entrar en conflicto con sus creencias religiosas. Él lo entendió”, recuerda.
En paralelo, el abogado negociaba un acuerdo con los Rangers de Texas, encargados de la seguridad del complejo, para la rendición de Koresh.
“Ya no te necesitamos”
A medida que avanzaban las negociaciones, DeGuerin regresó al complejo con el abogado Jack Zimmerman, que representaba a otro miembro de la secta.
La paciencia se agotaba entre los agentes federales. “Estaban los negociadores que querían que terminara pacíficamente. Y luego las personas tácticas que solo querían apresurarse, matar a cualquiera y arrestarlo“, considera DeGuerin. “La gente táctica ganó”.
Cuando creía que ya tenía un acuerdo, vio por televisión como los federales iniciaban acciones en el recinto. Él trató de regresar. “Ya no te necesitamos”, le dijo por teléfono un agente del FBI.
Ese día, 19 de abril, agentes del FBI en vehículos blindados irrumpieron en el complejo y lanzaron gases lacrimógenos. Las causas del incendio posterior aún se discuten, pero el complejo se quemó hasta los cimientos y se cobró más de 70 vidas, incluidos Koresh y unos 20 niños.
Las investigaciones absolvieron a las fuerzas del orden de irregularidades, pero Waco se convirtió en un grito de guerra para los estadounidenses que acusaban a su gobierno de abuso de autoridad, y estimuló el crecimiento de las milicias en el país.
En 1995, en el segundo aniversario, Timothy McVeigh, que había conducido hasta Waco para presenciar el asedio, llevó a cabo un atentado con bomba en la ciudad de Oklahoma que mató a 168 personas.
Para DeGuerin, 30 años después, las lecciones de Waco son claras. Los agentes federales se habían convencido de que Koresh “los estaba engañando de nuevo” y que no se rendiría. “No esperaron. Creo que si hubieran esperado, habría terminado en paz. Pero no fue así”.