El primer dato pasó a formar parte del imaginario popular, y apuntaba a que esa hora se detuvo el reloj principal de la Catedral Metropolitana.
Treinta y cinco segundos de pánico. Medio minuto que golpeó terriblemente a Guatemala, que además vivía en carne propia el conflicto armado interno.
Unos 23 mil muertos y 77 mil heridos, dejó en todo el territorio nacional el terremoto del 4 de febrero de 1976, el cual también ocasionó que la tercera parte de la población quedara sin hogar y considerables daños en infraestructura.
Testimonios
“En Tecpán Guatemala, Chimaltenango, lo único que quedó en pie fue la fachada de la iglesia católica y dos viviendas. Fue una tragedia que nos marcó para toda la vida”, narró la vecina Ercilia López.
“Personal voluntario de México cavó una fosa; no hubo clases sociales. Lo que se buscaba era evitar malos olores”, agregó López, quien explicó que en ese municipio unas tres mil 23 personas perdieron la vida.
La historia de esta fosa se repitió en decenas de lugares y camposantos del país, principalmente del centro, ante la necesidad de inhumar a cientos de cadáveres que permanecían a la intemperie. Además, se trató de evitar la temida peste que se desató con los terremotos de 1917 y 1918.
Cuarenta y un años después de aquel 4 de febrero, muchas personas aún recuerdan esa madrugada fatídica y las réplicas del día siguiente, tan fuertes como el terremoto mismo.
Del terremoto hace ya 41 años, que han pasado tan rápido como los cambios de gobierno.
Esa madrugada miles de viviendas de adobe y teja de la provincia sucumbieron ante el embate de la naturaleza. En muchas localidades lo único que quedó en pie fue la fachada de la iglesia católica. Se perdieron, además, valiosas joyas de la arquitectura colonial que cayeron como naipes.
Ciudades completas fueron borradas del mapa, tal el caso de Chimaltenango, en el centro de Guatemala, y Guastatoya, la cabecera de El Progreso, una ciudad que prácticamente surgió nueva y donde murieron miles de personas.
Chimaltenango, en la entrada hacia el altiplano, resurgió como fénix, y de Guastatoya no quedó nada en pie. La razón es que ambas ciudades están asentadas sobre la falla del Motagua, la cual se activó ese día.
El 4 de Febrero de 1976, Guatemala se despertó violentamente con un sismo potente de 7.5 grados en la escala de Richter. Murieron no menos de 23 mil personas y 77 mil sufrieron heridas graves. Alrededor de 258 mil casas quedaron destruidas, cerca de 1.2 millones de personas quedaron sin hogar.
Eran las 3:01:43 horas. La fase de destrucción duró solamente 35 segundos, con la energía equivalente a la explosión de 2 mil toneladas de dinamita.
Las placas
El epicentro se localizó a más de 160 kilómetros al noroeste de la capital, en Los Amates, Izabal, a 5 unos kms de profundidad en la parte oriental de la falla del Motagua, que forma la frontera tectónica entre las placas Norteamericana y la del Caribe.
El terremoto causó una ruptura visible de 230 kilómetros a lo largo de la Falla del Motagua, desde Puerto Barrios en el oriente, hasta Chimaltenango, en el centro-occidente.
La intensidad máxima se observó en algunos sectores de la capital, Mixco y en Gualán (Zacapa), observada en un área total de 33 mil kilómetros cuadrados. Chimaltenango fue el departamento más afectado, pues registró casi 14 mil muertos.
En ese entonces, las casas que eran construidas de adobe, la mayoría quedaron reducidas a escombros, lo cual hizo muy dificultoso la búsqueda de desaparecidos y de sobrevivientes. Aproximadamente 250 mil casas de adobe quedaron destruidas.
Debilidad de viviendas
En cuestión de medio minuto, la muerte segó la vida de numerosas personas la madrugada del miércoles 4 de febrero, los mayores estragos se produjeron en ocho colonias de la zona 3, en el sector que se conoce como “el Gallito”, indicaba otra nota periodística.
Las colonias asoladas por el fenómeno natural, fueron Santa Lucía, El Milagro, Trinidad, Buena Vista, Santa Isabel, las dos que llevan el nombre de El Recuerdo, El Esfuerzo y la Bendición, de las cuales fueron extraídos numerosos cadáveres durante todo el día miércoles (4 de febrero de 1976).
Centenares de viviendas, en un noventa por ciento de adobe, fueron derribadas en las zonas 2, 3 y 6 pero las consecuencias fueron mayores en las colonias de la zona 3, ya que luego de asentarse, muchas viviendas precarias se precipitaron al barranco.
Reconstrucción
Con la llegada de la ayuda internacional fue necesario crear una instancia que manejara los donativos. Así, el entonces presidente Kjell Laugerud García ordenó al Comité Nacional de Emergencia canalizar todo el apoyo.
Además, toneladas de materiales fueron enviados desde diversas partes del mundo para la reconstrucción de carreteras, puentes y edificios públicos. Así surgió el Comité de Reconstrucción Nacional, institucionalizado durante el gobierno posterior.
Unos años después del terremoto del 76 surgieron el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología y la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres.
Lo lamentable es que dichas instituciones no cuentan con recursos financieros, humanos ni equipo suficiente para afrontar desastres de gran magnitud.
Lo anterior quedó evidenciada con los terremotos ocurridos en San Marcos, y porque no se ha dado seguimiento al proceso de reconstrucción.
Datos oficiales señalan que el terremoto de hace cuatro décadas dejó como resultado aproximadamente 23 mil personas fallecidas, 76 mil heridas, más de 25 mil viviendas destruidas y 1.2 millones de personas sin hogar; la mayoría de las casas se desmoronaron debido a la fragilidad de su infraestructura, pues en ese tiempo eran la construcción con adobe, material hecho de barro.
Asentamientos humanos
La falta de viviendas causó que numerosas familias se establecieran en asentamientos como los ubicados cerca del Anillo Periférico en la zona 7 capitalina; constantemente se ha advertido que estas colonias se encuentran en grave riesgo ante un desastres natural, sin embargo las autoridades no han actuado para reubicar a estas familias, que en su mayoría viven en condiciones de pobreza.
La situación de vivienda cambió de manera radical con el terremoto de 1976. Así, surgieron proyectos habitacionales pero enfocados en la construcción de edificios multifamiliares y apartamentos mínimos.
En 1975 había un déficit aproximado de 65 mil viviendas, pero el terremoto lo elevó a más de cien mil unidades.
El problema no ha sido resuelto, debido a que a 2016 aún hay un déficit cercano a un millón 700 mil viviendas.
Un aspecto interesante es que la política de vivienda cambió de manera radical con el terremoto de 1976. Así, surgieron proyectos habitacionales pero enfocados en la construcción de edificios multifamiliares y apartamentos mínimos.
Con el paso de los años, el problema heredado de 1976 todavía no ha sido superado, a pesar de que las instituciones del Estado orientadas a la construcción de techo mínimo han tenido transformaciones radicales.
Unido a ello, la migración hacia las áreas urbanas y la expansión desordenada de las ciudades afectadas por el terremoto de 1976 causó la ola explosiva demográfica de los años 1980.
Finalmente, la prioridad de los gobiernos desde finales de la década de 1970 hasta finales de la década de 1990 fue el conflicto armado interno, por lo que factores como reasentamiento, vivienda y servicios básicos pasaron a segundo plano.
Además, influyeron el surgimiento de grandes asentamiento humanos en la periferia capitalina y la explosión demográfica a partir de la década de 1980.
Terremoto sacude Guatemala el 4 de febrero de 1976. (Video: tomado de Youtube)