Brasas que salpican de chispas los guantes blancos de los naveteros, que se tornan grises y luego inmensamente negros. Cajitas de madera a manera de joyeros que portan el carbón, el elemento crucial para convertir los granos de incienso en efímera pero espiritual ofrenda.
Filas de hombres y mujeres vestidos de luto, morado o blanco. Túnicas que muestran el paso de los años y la edad… mantillas que se deslizan sobre los hombros… niños que duermen placenteros el sueño de los justos en los brazos de sus padres.
Símbolos
Cruz alta y ciriales decorados, emblemas que anticipan el paso de nazarenos, dolorosas y sepultados. Emblemas de plata y bronce para el rey de reyes.
Miles de ojos que se posan sobre el cuerpo ensangrentado del Redentor. Coronas de espinas con joyas engarzadas y resplandores barrocos. Túnicas bordadas pesadísimas, como pesaba la cruz del viento que describe Miguel Ángel Asturias en su poema a Jesús de Candelaria.
Espadas de dolor para las dolorosas que muestran las esmeraldas o el rojo sangre de los rubíes. Copones en manos de magdalenas que recuerdan el dolor y el sufrimiento compartidos.
Esculturas que mueven a la piedad o la admiración, según el punto de vista. Sea por fe, curiosidad o arte, se balancean en las pesadas andas y son museos vivientes que salen a las calles.
Ángeles con mirada de ternura o dulce sensualidad, querubines regordetes que cubren su pudor con minúsculos paños, alas enormes que se baten en nubes de tarlatana.
Arte
Jardines hechos a mano por manos chapinas… tulipanes, rosas, jacarandas, geranios, azucenas o agapantos de seda que hacen la delicia de los ojos. ¡Cuántas horas dedicadas a la creación de estos hermosos ramilletes!
Fuentes con minúsculos chorros hechos de pegamento transparente. Agua que salta en jarrones que simulan el costado abierto de Cristo. Salpicaduras de colores que parecen nubes, soles y lunas en medio de huertos. Frutas artificiales, palomas con plumas de verdad… nidos y enredaderas que suben y bajan y se entremezclan con los ángeles que vuelan.
Jardines para el Redentor y su Madre, alamedas de musgo, duropor artístico y caminitos de embreado. Espinos de ixcanal que punzan, orquídeas naturales que se mecen al compás del vaivén de las andas.
Velaciones antigüeñas de gran creatividad, alfombras de verduras para saciar el hambre de justicia. Millones de granos básicos ofrendados al Hijo de Dios en figuras caprichosas. Panes deliciosos dignos de una refacción escolar…
Gastronomía
Olores que invaden el ambiente, en una fiesta gastronómica única en el mundo. Empanadas que invitan a los bigotes de harina. Torrejas y molletes que hierven incesantemente en tortera de barro. Sabor único de esta tierra. Sabor único de Guatemala.
Jarros de barro con súchiles picantes… vasos de vidrio transparente con la horchata de arroz o refresco de tiste. Combinación de lechugas, rábanos y piña en una colación que reta al calor y lo hace añicos.
Helados de carretilla que se derriten en los labios, en un vaivén y entrecruzar de labios. Paletas heladas que se deslizan por las lenguas infantiles… ¡Y el Nazareno que muestra su boca entreabierta por la sed y no tiene ni una gota de agua!
Enchiladas moradas como los cucuruchos, con su coronita de huevo y queso duro, un reto al paladar y al equilibrio para no mancharse con el repollo. Tacos que nadan en mares de aceite y cuyo olor se mezcla con las manzanas caramelizadas y los molletes. En la gastronomía de la calle conviven la canela, el ajo, la cebolla, el azúcar y otros sabores y olores propios de las procesiones.
Chupetes en tablas que invitan al deleite, mangos maduros para el mordisco, sandía que calma la sed.
Alfombras
Y en el suelo… miles de flores, mazorcas enteras de corozo, aserrín de color y miles de agujas de pino listas para ser aplastadas por miles de zapatos. Arte efímero único de esta Guatemala, mezcla de ancestral y español… mezcla de criollo, aborigen y mestizo.
Esas son las alfombras, delicia para miles de avispas que se regodean en la miel del corozo y las corolas de las flores. Perspectiva que se pierde en la calle Juan Chapín, al paso del Nazareno de Candelaria. Son hechas por miles de dedos que primorosamente van colocando aserrín, pino y flores. Mantos colocados en el suelo que servirán para el paso del Señor de señores, su madre y sus seguidores.
Porque detrás de la alfombra machucada camina Ella, la Madre del Redentor, que pisa con sus piecesitos de virgen la ya maltratada alfombra hecha para su hijo. Unos instantes, unos segundos, y la obra de arte diseñada y confeccionada durante horas quedará en el recuerdo.
Y detrás, antes de que la limpieza municipal haga lo suyo, sedientos de fe recogen mazorcas deshojadas de corozo y rosas pisoteadas, a manera de recuerdos o exvotos.
Regalo de miles de flores en Martes Santo para Jesús de La Merced. Peso obligado de miles de ramos de rosas que llevan miles de peticiones.
Marchas
Sonido triunfal de trompetas, romanos de San José y penitentes del Calvario. Trombas, timbales y redoblantes. Notas musicales que entonan La Granadera, Jesús del Consuelo, Cruzados de Cristo o la Marcha Fúnebre de Chopin.
Delicia de sonidos que evocan a monseñor Joaquín Santamaría, Julián Paniagua o Alberto Velásquez… por citar algunos de los genios del pentagrama de Cuaresma.
Eso y más es la Cuaresma y Semana Santa de Guatemala, esplendor y mezcla de tradición, costumbre, gastronomía, arte, fe y derroche. Es la Cuaresma y Semana Santa única en el mundo, amada por generaciones de artistas, cargadores, vecinos, extranjeros y locales.
Es regalo de Guatemala para el mundo.
Mater Dolorosa, marcha de Julia Quiñónez. (Video: tomado de Youtube)