misa crismal
El misterio de la conversión del pan en el cuerpo de Cristo y del vino en su sangre se fundamenta en la llamada Última Cena o cena de Pascua que Jesús vivió con sus apóstoles un día antes de su pasión y muerte.
“El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua”.
Además, el evangelista Mateo nos recuerda: “Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo”. Y luego hizo lo mismo con la copa de vino, a la cual nombró como su sangre. Y pidió, además, que ese momento fuera repetido en memoria suya.
Desde la fe
Cada Jueves Santo, y como parte de la liturgia previa a la Pascua, los cristianos del mundo recuerdan ese momento en el cual Cristo se queda para siempre en el pan consagrado. Y aunque hay polémica entre los escépticos y los críticos por ese misterio, solamente es entendible desde el plano profundo de la fe.
Al respecto, la Iglesia indica: “Al celebrar la última Cena con sus apóstoles en el transcurso del banquete pascual, Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía”.
“En efecto, el paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino”.
El significado real de la Eucaristía es, entonces, la entrega total de Cristo y su permanencia para todos los siglos.
Pan y vino
Él mismo pidió el lugar y las condiciones de éste para celebrar la cena pascual. Sabía perfectamente lo que le esperaba al día siguiente luego de que fuera entregado a las autoridades judías. Y como buen judío respetuoso de la ley celebró esa última pascua con sus amigos, a quienes dejó como legado su presencia en un pedazo de pan ázimo -sin levadura- y un vino tosco artesanal de uva.
Dos milenios después la Iglesia Católica considera la Eucaristía el centro de la vida cristiana. Cada Jueves Santo, luego del lavatorio de pies, el sacerdote conduce al sagrario previamente preparado el copón que contienen las hostias. Esa noche será de adoración y recuerdo.
Y como cada Jueves Santo, miles de personas, entre creyentes y curiosos, visitarán “los monumentos” preparados para la fiesta de Cristo en el Sagrario.
En Guatemala el Jueves Santo también es sinónimo de una de las devociones más importantes de los católicos guatemaltecos: Cristo Rey, la imagen del Nazareno que va viendo al frente y que avanza cadenciosamente en su anda colmada del mensaje eucarístico.
Desde las 6 de la mañana hasta pasada la medianoche del Jueves Santo miles de cucuruchos revestidos con túnica morada y paletina blanca caminan con el Nazareno, a su vez, las devotas vistiendo de blanco acompañan a la Virgen de Dolores.
Es el paso previo al Viernes Santo, cuando Cristo muera en la cruz luego de ser condenado injustamente. El Jueves Santo también se une al lavatorio de los pies, para recordar lo que el Maestro hizo a sus doce seguidores esa noche. Les lavó los pies para recordarles el don de la humildad, la amistad y la sumisión.
Porque Jueves Santo es para recordar también el servicio.
Jueves Santo también recuerda el sacramento del sacerdocio. Y mientras Jesús parte el pan y lo bendice ejerce el ministerio sacerdotal. Al día siguiente, el Viernes Santo, sería en el Calvario víctima, altar y sacerdote.
Célebre milagro
Al misterio eucarístico se le atribuyen numerosos “milagros” o manifestaciones sobrenaturales en diferentes épocas. Uno de los más celebres fue el que tuvo lugar en Bolsena, Italia.
Pedro de Praga era un sacerdote que tenía serias dudas sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. En 1264 acudió en peregrinación a Roma para pedir sobre la tumba de San Pedro una mayor fe. En el camino pernoctó en la pequeña ciudad de Bolsena, a unos 100 kilómetros de Roma. Se quedó en la iglesia de Santa Cristina y pidió poder celebrar allí una misa.
Todo transcurría normal hasta que, en el momento de la Consagración, elevó la hostia y pronunció las palabras “Esto es mi cuerpo”, que dijo Cristo, y de repente el pan empezó a sangrar y las gotas cayeron sobre el corporal -paño que se extiende sobre el altar-. Asustado, la envolvió con él pero la sangre seguía cayendo en el piso frente al altar.
Coincidentemente el papa Urbano IV se encontraba en la cercana ciudad de Orvieto y fue a contarle el prodigio. Un obispo constató la veracidad del hecho y de inmediato declaró el milagro eucarístico y elevó el corporal para mostrarlo a todos los fieles. En 1290 se erigió una catedral donde aún se venera esta reliquia.
El gran misterio
- Es Jueves Santo y el Señor deja para la historia la conversión de un pedazo de pan en su cuerpo y un poco de vino en su sangre.
- Es Jueves Santo blanco, porque así se recuerda el color de la hostia consagrada.
- Es Jueves Santo eucarístico, porque la Iglesia refuerza el misterio de la Eucaristía.
- Es Jueves Santo de la última cena, porque las denominaciones cristianas no católicas recuerdan a su modo el símbolo del pan y del vino que se comparten como prenda de amor y entrega.
- Ese jueves es la fiesta de Jesús en el Sagrario, en la intimidad, distinto del Corpus Christi, que es la fiesta de Jesús que pasa por las calles.
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