Hace años, según publicó el periódico español El Mundo en su suplemento de vinos, se descubrió una encomienda renacentista, en donde se recomendaba consagrar con vino blanco. La razón era, explica el administrador de la Conferencia Episcopal, padre Felipe Falla, “no manchar los purificadores”; es decir, para que aquellos paños del altar con los que se limpia el cáliz no queden rojos luego de que el sacerdote limpie con ellos. Es por eso que hoy la tendencia mundial es utilizar este tipo de bebidas en las misas, aunque hay algunas excepciones, agrega Falla. “Por ejemplo, en Nicaragua se sigue utilizando un vino tinto importado de España”, resalta.
Requisitos
En el Código de Derecho Canónico solo se especifica una única condición para el vino de consagrar. Su canon 924 dice así: “El vino debe ser natural, del fruto de la vid, y no corrompido. No se puede agregar ningún aditivo ni preservante”. Y todo lo demás —grado de alcohol, tipo de vino, sabor del mismo— depende del gusto de los obispos de cada país.
En Guatemala, “el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal es el encargado de hacer una degustación para elegir el más adecuado, de acuerdo a los gustos de los sacerdotes. La última reunión fue en noviembre del 2009. En ella se eligió que el vino blanco de consagrar lo haría la empresa guatemalteca Vinícola Centroamericana”, añade Falla. Antes se importaba de México, de la empresa Pedro Domecq, que proporcionaba un vino blanco también. “Desde hace bastante tiempo aquí se consagra con vino blanco”, asegura Falla.
Aunque todo depende del gusto de cada sacerdote, se dice que en este ámbito suele gustar el vino dulce. Según Vicente Riera, gerente de la empresa española La Baronía, que también produce vino de consagrar para ese país, “antiguamente los sacerdotes, cuando celebraban la misa estaban en ayunas y, al ser un vino dulce, les aportaba también el alimento del azúcar”.
El arzobispo guatemalteco Próspero Penados del Barrio (1925- 2005) autorizó hace años un vino de consagrar tinto, el denominado Cardenal, que durante años ha sido fabricado también por la empresa Vinícola Centroamericana y que se podía adquirir en cualquier centro comercial. “Fue una decisión personal suya, en ningún momento hubo una reunión conjunta con los obispos”, explica Falla. Hasta ahora, esta compañía ha fabricado alrededor de 28 mil 800 botellas al año, que se repartían entre la Curia y los supermercados. “Este vino se utilizaba más para usos domésticos que en las iglesias”, refiere. “Éramos los únicos autorizados a producirlo de forma industrial en Guatemala”, destaca el jefe de planta, Juan Clemente Pérez Palencia.
Pero esta bebida tiene sus días contados. En cuanto esté listo el blanco, la Vinícola deberá sacar del mercado al tinto.
“Tendremos que ponerle otro nombre”, dice Pérez Palencia, un experto enólogo, quien se siente muy satisfecho de colaborar con la Iglesia. “Es muy reconfortante cultivar el aspecto espiritual de la empresa, ya que vamos a hacer todo lo posible para fabricar un vino de excelente calidad”, indica. Y él tendrá mucho que ver en este proceso, ya que es el encargado de catarlos durante la producción. “Desde 1970 estudio el arte del vino”, refiere. Un mundo que le apasiona, porque “se mezcla arte con ciencia”, explica en su laboratorio, donde trabaja todos los días. También es asesor del Monasterio de La Visitación, donde fabrican vino tinto de consagrar de forma artesanal.
Artesanal
Al igual que la Vinícola, las Hermanas de la Visitación reciben la uva desde Chile. A diferencia de la empresa, en el Monasterio se hace a partir de la uva seca, es decir, de las pasas. Lo primero que hacen es mezclarlas con azúcar y agua y machacarlas. Lo dejan en un pequeño recipiente, de unos cinco litros, durante tres días. Cuando empieza a fermentar, las pasan a otro bidón más grande, de 220 litros, donde permanece alrededor de un mes.
Después lo filtran a través de manta, para separar las impurezas y lo vuelven a dejar en reposo otro mes. Después otro filtro de membranas de papel quita las últimas impurezas. Tras 20 días más, el vino ya está listo para ser envasado y tapado.
Vino y religión
- En las antiguas civilizaciones de sumerios, hititas, persas, babilonios, judíos, egipcios y griegos, el fruto de la vid era recibido, en algún momento de su historia, como un regalo de los dioses.
- En Egipto, hace cinco mil años, la revelación del proceso de elaboración del vino se atribuía a Osiris.
- La primera referencia bíblica al vino se encuentra en Noé, en el Antiguo Testamento. Tras escapar con una pareja de cada animal del diluvio universal, plantó una viña con cuyos frutos hizo vino, del que bebió hasta emborracharse.
- En la India se alimentaba a los espíritus de los muertos con arroz, uvas y leche. En el budismo, cuando se produce un nacimiento se lleva a cabo una ceremonia de purificación denominada pangsai, en la que se ofrece a la madre como regalo, además de cintas con oraciones, vino y té.
- También los aínos, una raza blanca que pobló Japón y Siberia, adoraban a su dios Fuyi, “el fuego sagrado”, con vino.
- En el Corán se prohíbe esta bebida; sin embargo, es otorgado con generosidad en el Paraíso, donde los elegidos podrán disfrutar de “ríos de vino, una delicia para los bebedores (…) y rondará sobre ellos una copa de plata, y vasos como botellas”.