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Q'umarkaaj, capital del reino k'iche'

Se encuentra a pocos kilómetros de la cabecera departamental de Quiché. Rodeada de barrancos, constituía una ciudad con carácter de fortaleza defensiva.

Representación de un guerrero en un mural del palacio de la familia Kaweque. (Foto: Hemeroteca PL)

Representación de un guerrero en un mural del palacio de la familia Kaweque. (Foto: Hemeroteca PL)

A veces asociadas o confundidas, la historia y la arqueología son disciplinas distintas. Cuando la historia se basa en los testimonios verbales (escritos u orales), la arqueología busca entender el pasado estudiando los vestigios materiales.

Sus investigaciones permiten apreciar los testimonios históricos (influenciados por su entorno social, cultural e ideológico) con ojo crítico.

Mientras que numerosas inscripciones jeroglíficas se han encontrado en los sitios mayas de las tierras bajas, no se conoce ninguna en el altiplano occidental de Guatemala. Q'umarkaaj, sin embargo, es un lugar en donde la arqueología se encuentra con la historia, por los acontecimientos coloniales.

Situada a 2.5 kms. al oeste de Santa Cruz del Quiché, ocupada entre 1400 y 1524, la capital de los Mayas-K'iche' es un importante legado del patrimonio prehispánico de Guatemala.

Allí se conocen más de 80 edificios, concentrados en una extensión de casi 1 km2, en un promontorio rodeado por pendientes y barrancos de 80 a 100 mts. de profundidad. Entre las ruinas se identifican una cancha de juego de pelota, palacios, pirámides (de hasta 5 mts. de altura), “casas largas” (estructuras político-administrativas) y pequeñas plataformas de casas.

Desde 1863, el Gobierno de Guatemala ordenó la preservación del sitio, y en 1972, el presidente Carlos Arana declaró Q'umarkaaj “Ciudad Símbolo”. No hay gran afluencia turística, no obstante, allí llega mucha gente local, que asiste a veces a las ceremonias celebradas por los Aj q'ijab, los sacerdotes k'iche'. Estos rituales se hacen en el centro del sitio, especialmente en el templo conocido como Tojil y el altar de Q'uq'umatz.

En 1524, el conquistador Pedro de Alvarado, llamado “Tonatiuh” (dios mexicano del sol) por los indígenas, a causa de su pelo rubio, mandó a quemar a los soberanos de Q'umarkaaj, y destruyó la ciudad, que llamaba “Utatlán”.

En las cartas enviadas por Alvarado a su jefe Hernán Cortés (gobernador de Nueva España), relata los acontecimientos y da una breve descripción del sitio, como “una gran fortaleza” con dos entradas, de calles estrechas y empedradas. Las primeras descripciones del lugar, después de su destrucción, son las del conquistador Bernal Díaz del Castillo (éste acompañante de Alvarado escribió la Verdadera historia de la Conquista de Nueva España en 1568); de Francisco Fuentes y Guzmán (1643-1700), un descendiente de Díaz, tenemos informaciones de 1525.

Díaz del Castillo y Fuentes mencionaron que en Q'umarkaaj había una densa población, calles estrechas, y una estricta jerarquía urbana (el palacio del gobernante, las casas de los nobles, y los barrios de los linajes menores); admiraban el palacio del gobernante y sus pinturas murales.

El Popol Vuh (texto maya k'iche' escrito hacia 1554-1558) relata la fundación mítica de la ciudad, mientras que el Memorial de Sololá (escrito entre 1573 y 1610 por dos kaqchikeles) cuenta la ejecución de los soberanos y la destrucción del sitio. Todos estos testimonios históricos se enfocan sobre todo en las élites y sus edificios.

Las investigaciones en Q'umarkaaj comenzaron en 1834, cuando el Gobierno de Guatemala pidió un informe sobre las ruinas. Estas fueron visitadas por el explorador norteamericano John Lloyd Stephens en 1840, luego por el inglés Alfred P. Maudslay, quien hizo el primer mapa del sitio, en 1887.

Tras la visita de otros arqueólogos, como del alemán Franz Termer en 1920, el británico Eric Thompson en 1942 y el estadounidense Samuel Lothrop en 1932, las primeras excavaciones fueron realizadas por Robert Wauchope (de la Carnegie Institution de Washington) en 1948. Luego, Robert Carmack (Universidad de Albany) dirigió un proyecto etno-arqueológico entre 1972 y 1978. Recientemente, en 2003, Raquel Macario Cálgua (Universidad de París I) llevó a cabo un proyecto de excavaciones en un sector residencial menor, al extremo occidental del sitio. Los barrios secundarios habían sido poco estudiados hasta la fecha.

En el caso de Q'umarkaaj, la arqueología puede confirmar varios de los datos proporcionados por las fuentes históricas. En primer lugar, la fuerte densidad poblacional es atestiguada por el gran número de residencias encontradas. Las excavaciones de 2003 mostraron que las casas podían medir 8 mts. de largo y 3 mts. de ancho y que la distancia entre las casas podía ser tan pequeña como 80 cms. (Alvarado escribía que no podía pasar por las calles a caballo …).

Podemos estimar que la población, en este reducido promontorio, debía estar comprendida entre 560 y 650 habitantes. En cuanto al palacio y sus pinturas (estudiadas por el equipo de Carmack), entendemos la admiración de Bernal Díaz del Castillo y Fuentes y Guzmán, y compartimos con ellos el sentimiento de la “grandeza de la cultura k'iche’”.

Por otro lado, las excavaciones realizadas en Q'umarkaaj revelaron gran cantidad de carbón, lo que podría ser una huella del incendio desatado por Alvarado, aunque puede haber otra explicación: las excavaciones de 2003 permitieron descubrir un fogón.

En el caso de la capital maya k'iche', la arqueología, por ahora, confirmó varios datos históricos. No obstante, es necesario, en general, tomar los textos antiguos con mucha cautela. El altiplano guatemalteco cuenta con otras importantes ciudades prehispánicas, para las cuales tenemos a la vez textos coloniales y datos arqueológicos: Zaculeu en Huehuetenango; Iximché y Mixco Viejo, en Chimaltenango; y Chuitinamit, en Sololá. Alvarado conquistó estos cuatro lugares.

En el caso de Itzcuintepeque, la ciudad de los pipiles (un pueblo de origen mexicano y de habla nahuatl) que se encontraba al norte de la moderna ciudad de Escuintla, tenemos testimonios de los españoles, pero el lugar nunca ha sido estudiado arqueológicamente.

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