Don Pedro Julio fue el inspirador del nacimiento de este matutino. En efecto, cuando era director de Nuestro Diario, su rebeldía a acatar las directrices progobiernistas de aquel medio, en 1951, hizo que fuera despedido por los nuevos dueños y provocara la inmediata renuncia solidaria de Mario Sandoval Figueroa, Álvaro Contreras Vélez y Salvador Girón Collier, quienes pocas semanas después, acompañados de Isidoro Zarco y Alfonso Rodríguez Muñoz, fundaron Prensa Libre.
Al igual que sus compañeros, se consideraba discípulo del gran maestro Federico Hernández de León, fundador de Nuestro Diario, por quien siempre se manifestó un respetuoso admirador.
Egresó de la Escuela Centroamericana de Periodismo y su nombre figura entre los fundadores de la Asociación de Periodistas de Guatemala y de la Cámara Guatemalteca de Periodismo.
Ponderado, objetivo, ecuánime, de discurso profundo y apasionado por el empleo de la palabra precisa y pulida, aportó su estilo al nuevo periódico. Fue cabeza editorial de Prensa Libre desde su fundación, lo dirigió desde 1980 hasta 1992, como gerente general, y lo presidió hasta el momento de su retiro.
Brillante editorialista y analista político. Siempre rehuyó los halagos. En alguna ocasión señaló que el periodista no debe trabajar por el aplauso, porque entonces su labor pecaría de falsa e impuesta. Quien así lo hace atiende, por lo general, las preferencias de su propia vanidad. Y podía decir este tipo de frases porque las practicaba cabal y absolutamente, y porque siempre defendió los principios y los valores, tanto personales como profesionales.
Sus dos cualidades principales fueron la serenidad y la templanza. Nunca se precipitó ni necesitaba recurrir al grito o elevación de la voz, pues infundía serenidad, lo que no significó que careciera de energía.
Pedro Julio García fue un hombre versátil y con talentos diversos que supo gozar de la vida, pero sin excederse. Nunca apreció la opulencia ni el poder.
La página editorial de Prensa Libre fue por muchos años una vitrina de los artículos editoriales pulidos, no solo por el estilo equilibrado de Don Pedro Julio, sino por el profundo análisis y conocimiento de los temas tratados. Ningún artículo suyo llamó a la rebelión ni fue ofensivo o excesivo en el halago o en la crítica. Su nota distintiva fue la ponderación, el equilibrio y la ecuanimidad.
Al recibir algún galardón u homenaje por su labor periodística, lo agradecía convencido de que era resultado de la gentileza ajena, porque nunca buscó el aplauso. Solía decir que ello lo aprendió de las enseñanzas de sus padres, que le inculcaron el convencimiento de que lo más importante en la vida del ciudadano es el cumplimiento de los deberes, sin esperar más recompensa que la satisfacción interior de haberlo hecho.
En 1983 fue secuestrado durante dos semanas. Esa dolorosa experiencia no le hizo cambiar sus principios.
Destacó también en otros campos. Representó a Guatemala dos veces en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Fue compositor y cantante. Pero, sobre todo, representó como pocos las cualidades del periodista por vocación.
Don Pedro Julio falleció el 13 de diciembre de 2001 a los 79 años.
Servicio desinteresado
Además de excelente y prestigioso periodista, tuvo siempre un particular interés por el servicio a la colectividad.
Con la muerte de Álvaro Contreras Vélez, acaecida el 10 de diciembre del 2005, a los 84 años de edad, llegó a su fin una carrera de más de 70 años de ejercicio periodístico caracterizado, en los primeros años, en el oficio de reportero, por el afán de buscar la noticia y presentarla con objetividad y equilibrio, más allá de los riesgos que implicaba la convulsión nacional, y más tarde, por el análisis profundo y propositivo de la realidad de Guatemala, matizada de ironía y también de fino humor.
Su columna Cacto, nacida en 1950, enfocaba temas de todo tipo, lo que lo convirtió en el columnista de más larga trayectoria de Centroamérica, y posiblemente de América Latina.
Nacido en Costa Rica, se trasladó a Guatemala cuando era niño. Su carrera periodística se inició en El Liberal Progresista, donde conoció a quien sería años después uno de sus socios en Prensa Libre, Salvador Girón Collier, quien lo apoyó como aprendiz de cronista deportivo.
Cuando tenía 13 años empezó a trabajar en El Imparcial, bajo la dirección de Alejandro Córdova.
Después de 1944 inició su trabajo en Nuestro Diario, dirigido por Federico Hernández de León, de donde salió en 1951 para ser uno de los fundadores de Prensa Libre.
Su carrera profesional siempre estuvo relacionada en forma directa con el periodismo. Su firma aparece en el acta de fundación de la Asociación de Periodistas de Guatemala, de la cual fue presidente dos veces. La Hemeroteca Nacional lo declaró decano de los columnistas de Guatemala en mayo de 1990, y al igual que sus colegas fundadores de Prensa Libre, recibió la Orden del Quetzal.
Entre las distinciones figura su nombramiento como Periodista del Siglo, en un acto muy especial, otorgado por una empresa comercial, en noviembre del 2000.
En Prensa Libre, Don Álvaro fue jefe de Información, gerente de Ventas y Relaciones Públicas, subdirector, director y vicepresidente del Consejo de Administración. Sin embargo, se le puede válidamente calificar como un eterno reportero, interesado en perseguir la noticia donde quiera que esta se encontrara. Debido a ello, durante muchos años fue corresponsal en Guatemala de la agencia noticiosa Prensa Asociada, donde hizo algunos de sus más importantes trabajos periodísticos.
Por esa causa y porque tuvo siempre un particular interés por el servicio a la colectividad, se destacó por su larga participación en numerosas entidades de servicio, como los bomberos Municipales y Voluntarios, de los cuales fue fundador. También se recuerda su campaña de socorro para los pobres “No más ángeles con hambre” y la creación del concurso anual de Prensa Libre, “Maratón de la cigüeña”; la “Feria del Libro”; “No más niños descalzos” y la Comisión de Protección a Niños Huérfanos en Áreas de Conflicto (Copronihuac).
Su actividad incluyó la composición de varias canciones, así como la creación de varias obras de teatro y novelas. Su tarea periodística le hizo lograr una fama que fue la causa principal de la experiencia personal y profesional más dolorosa de su vida: el secuestro del que fue víctima en 1982, cuando estuvo encerrado en una cárcel clandestina durante casi seis meses. Cuando fue dejado en libertad continuó su tarea periodística, y poco después escribió un libro en el cual relata sus experiencias en ese largo cautiverio, con el título Los ruidos del silencio.