El presidente era el general Miguel Ydígoras Fuentes. “Un marinero muerto y 11 heridos es el resultado de la primera aplicación de la Operación Drake, que el presidente de la República ordenó para impedir la invasión en aguas territoriales de barcos extranjeros”, publicó Prensa Libre el 1 de enero de 1959, en la misma página donde figuró el mensaje de Año Nuevo del papa Juan XXIII.
Piratas de alta mar
“La incursión de los pesqueros en aguas nacionales era tema viejo para la fecha del ataque. Existían pruebas fotográficas de que tanto mexicanos como salvadoreños entraban impunemente en aguas territoriales desde principios de 1950. En ninguno de los casos se habían tomado medidas”, relata Mario Overall, historiador de la aviación en Centroamérica.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, en un boletín de prensa fechado el 2 de enero de 1959, informó que “barcos piratas” se dedicaban a depredar los recursos naturales marítimos, y que “además de robar grandes cantidades de pescado y camarón, envalentonados por la escasa vigilancia de esa zona, han llevado su audacia hasta hacer desembarcos furtivos en diferentes puntos de la costa, para ingresar contrabando de armas y drogas nocivas”.
Operativo en marcha
Para llevar a cabo la operación, que también tenía interés político del presidente Ydígoras, fue nombrado el coronel Luis Urrutia de León, comandante de la FAG en ese entonces. Con mucha estrategia el militar planeó y ejecutó la misión de ataque y, de paso, buscó cumplir con la intención de crear un incidente internacional capaz de desenfocar a la gente de los problemas del país, indica Overall.
“Obviamente esto no se lo dijeron al coronel. Era la oportunidad para sus pilotos de estrenar los nuevos North American F-51D Mustang que se acababan de adquirir, en una operación para lo que habían sido fabricados: disparar balas”, comenta Overall.
La noche anterior al ataque —30 de diciembre—, el reportero Antonio Argueta Guerra, del diario El Imparcial, tuvo conocimiento de los preparativos y consiguió participar como observador, junto al fotógrafo Raúl González.
Lo que presenció lo publicó el 2 de enero de 1959 de la siguiente manera: “El avión de reconocimiento C-47 despegó de La Aurora a las seis y cuarto de la mañana. Una hora después los ocupantes del avión notaron la presencia de una embarcación estacionada a escasas tres millas de la costa, más a delante, a corta distancia, otras tres embarcaciones fueron descubiertas.
El avión continuó volando en dirección a Champerico, y otros barcos fueron asimismo avistados. Eran, según nuestras cuentas, en total, ocho barcos”. El reportero escribió que ninguno de los navíos tenía bandera o “enseña alguna que identificase su nacionalidad o procedencia”.
“Todos pescaban y las redes echadas eran fácilmente perceptibles desde el aire. También se percibían los ricos bancos de peces y camarones en bullentes manchas, a corta distancia de los barcos, en la superficie misma del mar”, agregó el periodista.
Una avioneta Cesna-182 del Ejército Nacional llegó al lugar y por medio de cuatro altavoces alertó a las embarcaciones. “Atención barcos pesqueros: se encuentran ilegalmente en aguas territoriales guatemaltecas; el Ejército les ordena enfilar inmediatamente proa hacia Champerico; el barco que desobedezca será ametrallado”, fue el mensaje que, de acuerdo con la nota de prensa, se transmitió reiteradamente durante media hora.
A eso de las 8.40 comenzó la tercera fase de la operación, a cargo de dos Mustang. “El hecho se desarrollaba un poco al oeste de Champerico. Entonces se produjo la primera descarga de ametralladora. Los Mustang atacaban de uno en uno. Tiraron varias veces preventivamente delante de la proa”. Las armas disuadieron finalmente a los pescadores. Con impactos visibles en su estructura, tres barcos terminaron en la playa, mientras los demás escaparon a aguas mexicanas. Uno encalló en Tilapa; los otros llegaron a Champerico.
Aún sobrevolando el área, los reporteros a bordo del C-47, que había sintonizado la frecuencia de radio de los barcos, escucharon el final de la conversación sostenida entre los pescadores que lograron huir: “Estos tal vez no nos golpean, pero habrá luego que soltar mucha lana. Pobre el que agarraron, perra vida esta, chingue a su madre la camaronera que al fin no agradece nada y les llevamos siempre un chingo de dinero. Ojalá que haga algo aquel ahora, puesto que nos manda sin documentos y venimos bajo su responsabilidad”.
Al concluir el ataque aéreo, la FAG ordenó rescatar a los heridos, quienes fueron llevados vía aérea al Hospital Militar de la capital. Los capturados fueron trasladados a la base militar de Mazatenango.
Después del ataque, se desplazaron tropas guatemaltecas a la frontera con México, “y casi la totalidad de la Fuerza Aérea, a la base de paracaidistas Felipe Cruz, en el Puerto San José”, relata el historiador. Dicha medida hizo que México desplegara también sus comandos, “echando mano de los pocos recursos que tenían. De hecho, no contaban con aviones de combate que pudieran hacerle frente a la aviación guatemalteca, por lo que tuvieron que sacar del retiro tres viejos cazas Republic F-47D Thunderbolt y solucionar cómo ponerlos en condiciones operativas”, señala Overall. Al menos dos de esos aviones estaban ya en calidad de monumentos cuando fueron regresados a servicio.
Historia
En el archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores el hecho quedó registrado como “el incidente del 31 de diciembre de 1958”. Todo quedó escrito en el Libro Blanco de Guatemala, publicado en febrero de 1959, que compila el intercambio de correspondencia entre México y Guatemala: cartas de los embajadores, así como notas de prensa publicadas por ambos países, la comunicación radial de la FAG y la transcripción de las declaraciones de los detenidos.
A raíz del incidente, México rompió en enero de 1959 las relaciones diplomáticas. Las negociaciones para superar las diferencias lograron su cometido en vísperas de las fiestas de Independencia de ambos países ese mismo año.
Operación Gaviota, el contraataque
El historiador de aviación Mario Overall da los nombres de la tripulación de los Mustang que participaron en la Operación Drake: “Fue hasta hace muy poco que se pudo identificarlos.
La escuadrilla de ataque fue liderada por el propio comandante de la FAG, Luis Urrutia de León, acompañado de los pilotos José Luis Lemus Ramis, Guillermo Mendoza Azurdia, Doroteo Monterroso, Marco Asturias, Carlos Samayoa, René Sarmiento y Antonio Batres”.
Luego del operativo se esparció el rumor de un contraataque mexicano llamado Operación Gaviota, en el cual participarían tres viejos cazas Thunderbolt y algunos aviones de entrenamiento North American T-28A a los que se les había instalado ametralladoras.
“Dicha misión, según cuenta el rumor, fue abortada cuando los aviones estaban sobrevolando La Aurora. Posteriores trabajos realizados por mí y el grupo de investigadores del Latin American Aviation Historical Society (LAAHS) pusieron en claro que solo se trató de una leyenda. De hecho, los oficiales mexicanos entrevistados no paraban de reírse al escuchar la versión.
Sin embargo, lo que sí confirmaron fue que realizaron varios vuelos de hostigamiento psicológico sobre las tropas guatemaltecas estacionadas en la frontera, pero sin disparar bala alguna”, refiere Overall.
La Operación Drake hizo que el comandante de la Fuerza Aérea Mexicana fuera dado de baja sin honores y el recién llegado se replanteara totalmente la misión y estructura de la armada aérea y se adquirieran equipos más o menos modernos, como los cazas a reacción De Havilland Vampire, de fabricación Inglesa, y jets estadounidenses Lockheed T-33, agrega Overall.