La masacre tuvo lugar en el restaurante situado a unos ocho kilómetros de la frontera mexicana en el sur del condado de San Diego.
“El tipo disparaba contra todo lo que veía, incluyendo contra una persona en la carretera, varias persons fuera del restaurante, diez u once dentro del local”, afirmó el comandante de la policía Larry Gore.
En el hecho fallecieron veinte personas, entre ellas cinco niños, en su momento fue considerada la peor masacre en la historia moderna de los Estados Unidos, ya que anteriormente se había producido una masacre similar en la Universidad de Texas, donde fallecieron 16 personas en 1966.
Dos días después de la masacre, trascendió el testimonio de la hija de Huberty, una niña de doce años, quien reveló que su padre había tenido una pelea con su madre. “Mi papá está furioso, está realmente de mal humor”, dijo la niña a una vecina.
La investigación de la policía reveló que a eso de las 4.30 de la tarde de ese 18 de julio, Huberty, con una camisa negra y pantalones de camuflaje, cargando un rifle automático de 9 milímetros, una escopeta 12 y una pistola calibre 45, entró en el restaurante y ordenó “que todos se tiraran al piso” y comenzó a disparar.
Algunos testigos relataron que Huberty disparó metódicamente contra sus indefensas víctimas, mientras caminaba con tranquilidad alrededor del restaurante, recargando una y otra vez sus armas.
Un empleado que sobrevivió al ataque, indicó que Huberty gritaba “he matado a mil y mataré a otros mil”. Otro testigo informó a la prensa una versión similar.
En un periodo de 10 minutos, 17 personas murieron dentro del restaurante, y tres transeúntes fueron alcanzados por las balas disparadas desde el local.
“La gente sollozaba en el piso, y él cruzaba entre las personas, eligiendo sus víctimas y disparándoles una por una”, relataba otro testigo. “Fue una carnicería, cadáveres tras el mostrador, clientes debajo de las mesas, caídos sobre las mismas… sangre por todas partes… como en Vietnam” manifestó otro sobreviviente.
El alcalde de San Diego, Roger Hedgecock, dijo a la prensa que la matanza parecía un acto aislado. “Fue obra de un solo individuo. No tiene nada que ver con el terrorismo, las olimpiadas ni nada de nada”, afirmó.
El atacante fue abatido por la policía local, muriendo en el instante y llevándose a la tumba los motivos de tan atroz comportamiento.
Solidaridad
Entre los fallecidos se encontraban personas de origen latino, por lo que las muestras de duelo y de solidaridad no se hicieron esperar. Miles de flores y velas fueron depositadas frente al local donde ocurrió la masacre. El restaurante decidió que no reabriría el local para apaciguar los ánimos frente a la tragedia.
Ya en ese tiempo se hablaba del tema de la venta libre de armas en el país norteamericano. A pesar de este hecho, numerosas masacres más mortíferas se realizarían años después.