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Los locos años veinte

Alrededor de los años 1925-26, las capitales de Occidente crujieron cuando la gente se despojó del recuerdo amargo de la Primera Guerra y se lanzó a vivir; fueron los Locos Años Veinte, recuerdan los abuelos de París, Guatemala o Nueva York.

1924: El presidente Jose? Mari?a Orellana durante una recepcio?n. Le acompan?a un grupo de damas de la sociedad guatemalteca. (Foto: Hemeroteca PL)

1924: El presidente Jose? Mari?a Orellana durante una recepcio?n. Le acompan?a un grupo de damas de la sociedad guatemalteca. (Foto: Hemeroteca PL)

La marca de los cambios en la humanidad queda indeleble en los nuevos pensamientos: moda, música, gastronomía, arquitectura e inventos que creó la gente.

El pintor francés Fernand Leger, opina que esos años liberaron al hombre que la guerra mantuvo inmovilizado y exasperado porque levantó la cabeza, abrió sus ojos y recobró el deseo por la vida gritando o aullando.

Ese despertar creó cosas nuevas: el estilo Art Decó, la televisión, el auge de la aeronáutica, el surgimiento de genios artísticos y literarios: Pablo Picasso y Bernard Shaw, entre otros, y sirvió de cuna a figuras que marcaron la historia: desde Marilyn Monroe a Anastasio Somoza, pasando por Margaret Thatcher y los Kennedy.

Fue un desencadenamiento de fuerzas vivas que, en medio del fantasma de la muerte, luchó con esperanza para que el color volviese a iluminar la vida de un resquebrajado mundo postguerra.

América no había sufrido la guerra, pero Guatemala se restauraba de las heridas ocasionadas por el terremoto de 1917-18 y la Revolución de 1920, dos sucesos que habían quebrado sus órdenes económicos, políticos, sociales y culturales.

Mientras los norteamericanos y europeos aprendían el Charleston, los chapines apenas se divertían con las carreras de caballos, los IV Juegos Olímpicos, espectáculos que presentaban en el Teatro Palace y las películas mudas amenizadas con marimba. Habían pocos diarios y no existía la radio.

Previo a los veinte

En 1920, el panorama europeo se circunscribi?a en parte a la negativa de muchas mujeres en resistirse a aceptar ciertos cambios en la moda. “Esos escotes son inmorales y contrarios al buen gusto; es una moda antihigie?nica”, opinaban las damas ultraconservadoras.

No obstante, las atrevidas los usaron, se cortaron el cabello al estilo “wagon” (mesero en france?s) y bailaron Fox-Trot, el ritmo que en Pari?s se consideraba joven, emotivo y fresco.

Las chicas dejaron el Fox y se rindieron al Jazz, ritmo nuevo surgido en Nueva Orlea?ns, Estados Unidos como una nueva forma musical que haci?a bailar como loca a la juventud.

Esa alegri?a no se vivi?a en Alemania: econo?micamente la pasaban mal, pues un do?lar se cotizaba en 74,500 marcos, mientras medio kilogramo de carne costaba 12 mil marcos. Ello no importaba a los rusos bolcheviques, pues ellos saboreaban su gloria sentando a Lenin como presidente… tampoco preocupaba a la gente que frene?tica aplaudi?a a los participantes de los VII Juegos Oli?mpicos en Amberes.

Ese furor deportivo era ajeno a los guatemaltecos, quienes se debati?an en una transicio?n poli?tica originada con la Revolucio?n y una incertidumbre ante nuevo gobierno.

Cinco años despue?s -1925- nacieron en las metro?polis europeas los años locos y se irradiaron al mundo; asi? teni?a que suceder: Europa fue el centro de la guerra, la sociedad estaba dolida y avejentada con el tradicionalismo.

El cambio no se quedo? al otro lado del Atla?ntico, sino llego? a Ame?rica con el contacto comercial y poli?tico; entonces se mezclo? e intercambió ideas.

Todo comenzo? el 1 de enero de 1925. La gente de Nueva York vivi?a entre el ritmo de jazz y “la ley seca”; la de Berli?n, en una extrema pobreza que chocaba en plena calle con la opulencia de unos cuantos poderosos.

Despue?s de la Revolucio?n, los guatemaltecos inauguraron su primer zoolo?gico (25 de diciembre de 1924) y el presidente, general Jose? Mari?a Orellana (1924) creo? la moneda Quetzal (26 de noviembre de 1924) igual valor al do?lar norteamericano.

La nueva moneda era ideal para viajar a Pari?s, ciudad que era el escenario de artistas y mujeres libres. Segu?n Henry Miller, toda esa gente habi?a convertido la esquina de Vavin-Raspail-Montparnasse en el “ombligo del mundo”.

Las calles de la Ciudad Luz eran un desfile de mujeres con el pelo al estilo lapona (flequillo y corte al rape en la nuca), fumando cigarrillos de moda y luciendo sus delgadas figuras con trajes rectos con cuello de camisa, corbata y un bombi?n.

Si las parisinas olvidaban los grandes vestidos de las antiguas matronas, en Guatemala los abuelos se inquietaban con los aviones que, cual grandes avispones, surcaban el cielo. Y si no era eso, el asombro naci?a en los resultados de la Ley Monetaria.

Que? le importaban los chapines a Picasso, si e?l disfrutaba su vida vivendo en el elegante barrio VII Arrondissement… el nombre de Guatemala quiza? poco significaba a Marck Chagall, quien se la pasaba trabajando en Passy…

También vivían y trabajaban en París, Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Sinclair Lewis y John Dos Passos, quien luego publicó su obra “Manhattan Transfer” (abril de 1925). Allí todos ellos formaban el “tout París” y se codeaban en los lupanares “Chabanais”, El “One Two Two” y el “Sphinx”. 

Los jo?venes guatemaltecos de 1925 no sabi?an nada de John Dos Pasos y mucho menos se imaginaban co?mo eran el One Two Two; simplemente se conformaban con ir a ver las peli?culas mudas en el Teatro Abril amenizadas por la marimba Hurtado Hermanos o ver las erupciones del volca?n Acatenango.

Y si las parisinas se cortaron el pelo, las jo?venes guatemaltecas en “edad de merecer” o las “nin?as” que ya habi?an perdido ese ti?tulo, se conformaban con ir al almace?n “Fe?mina” y comprarse, una blusa de seda, un traje estilo sastre, un sombrero de paja o una piel de zorro.

Otras, quiza? u?nicamente queri?an un par de medias, zapatillas de taco?n, unas coquetas ligas o el perfume de moda: Mi Nena, Mary Garden, Un Aire Embalsamado, Reliquias de Amor, Vasallo de los Reyes o Corazo?n de Juanita.

Mientras ellas se aromatizaban con un Aire Embalsamado, en Pari?s Coco Chanel se converti?a en la figura ma?s importante de la moda, y Josephine Baker se daba el lujo de paserse por Montparnasse halando su huran?a pantera negra.

La pantera no era sorpresa comparada con el acontecimiento artístico que se inauguró en París y que originó el estilo Art Deco (22 de abril de 1925), una especie de híbrido de Cubismo y Art Noveau pero consagrado al lujo.

Si el arte y buen gusto encontraron nuevos causes, también la política internacional tuvo lo suyo.

Un día los políticos se decidieron y firmaron en Ginebra el Protocolo para prohibir el empleo de gases venenosos y armas bacteriológicas en la guerra.

Mientras los circunspectos politicos debati?an sus temas y Chanel rasgaba tela, en Inglaterra naci?a Margaret, una nin?a de ojos azules (13 de octubre de 1925); en Estados Unidos, John F. Kennedy un chico rubio (20 de noviembre de 1925), y en Nicaragua Anastasio Somoza (5 de diciembre de 1925). Años ma?s tarde, ella fue la “Dama de Hierro”, John y Tachito, presidentes de su pai?s.

Mientras esos nin?os lloriqueaban en sus cunas, las damas guatemaltecas se diverti?an de lo lindo escuchando discos en sus victrolas, saliendo a dar un paseo en carruaje o a rezar en la Catedral. Otras se enfrascaban en largas tertulias discutiendo las bondades del medicamento “Pilules Orientales”, que vendi?an en la farmacia Lanquetin. “Dice que en dos meses desarrolla o reconstruye los senos y los hermosea”, comentaban.

Si a ellas les preocupaban sus senos, a los funcionarios gubernamentales les quebraba la cabeza la responsabilidad de pagar el millo?n y medio de do?lares que debi?an por pasajes en tren. Quienes ma?s lo usan eran los diputados.

Los apuros econo?micos del gobierno dieron un giro cuando a consecuencia del incendio que destruyo? el llamado Palacio de Carto?n, sede del gobierno, la compan?i?a aseguradora le pago? 100 mil do?lares.

Llego? 1926. La primera sorpresa fue el triunfo de George Bernard Shaw con el Premio Nobel de Literatura (7 de enero) y el del cienti?fico escoce?s John Baird, con su aparato que transmiti?a ima?genes a distancia: la televisio?n.

Si la imagen bailaba en las pantallas por su poca definicio?n, tambie?n en los Estados Unidos los jo?venes lo haci?an con el ritmo de Charleston, que despue?s llego? a Pari?s conquistando los salones de mu?sica y remplazando al “one step” y al pasodoble.

En otras latitudes Marlene Dietrich no bailaba porque estaba dedicada al rodaje de su peli?cula “Duelo en el Lido”, de Josef Rehfisch. Y en una cuna en Estados Unidos, otra hermosa nin?a abri?a sus ojos (1 de junio 1926), sin saber que cuando grande seri?a Marylin Monrroe, el si?mbolo sexual de toda una e?poca.

Cuando Marylin balbuceaba sus primeras palabras, en el Campo de Marte en Guatemala los obreros haci?an ruidos construyendo una tribuna con capacidad para 500 personas, y la prensa local destacaba la pelea de box que ofreci?a el Teatro Palace con los pu?giles Carlos Mohr y Francisco Ubid.

Si los dos boxeadores entablaban una lucha en la lona, el presidente Orellana haci?a casi lo mismo en la asamblea legislativa. “El pai?s esta? en paz”, dijo el 1 de marzo de 1926, pero las garanti?as estaban suspendidas: habi?a paros laborales, invasio?n de fincas y cri?menes que inquietaban a las poblaciones desde 1925.

Los Años Locos finalizaron dejando un loco pero imperecedero recuerdo en la sociedad. Casi junto con esa hermosa e?poca se acabo? la vida de Isadora Duncan, quien murio? en un accidente automovili?stico en Niza, mientras en Guatemala fallecía el presidente Orellana, quien fallecio? el 26 de septiembre de 1926 en la ciudad colonial de Antigua Guatemala.

Asi? terminaron los arios de locura y gloria sin igual en la historia de la humanidad de principios de siglo.

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