La minería es un sector clave para Chile, que con casi tres mil 500 empresas y más de 174 mil trabajadores representó
en el 2009 el 15.5 por ciento del Producto Interno Bruto y el 57.8 por ciento de sus exportaciones, US$30 mil 632 millones. La cordillera de los Andes esconde en su parte chilena un 38 por ciento del cobre mundial, así como litio, oro y carbón, lo que ha atraído a grandes empresas del mundo.
En torno al caso de los mineros atrapados, la empresa propietaria y el gobierno chileno hacían esfuerzos conjuntos para liberar al grupo de mineros de quienes no se sabía con exactitud su situación dentro de la mina, por lo que familiares y conforme iban pasando los días el país entero seguía de cerca los avances en el rescate. A la semana el ministro de Minería, Laurence Golborne, manifestó que el rescate no podría ser posible por la profundidad de la mina.
Sin embargo a los 18 días, el 23 de agosto de 2010 una sonda exploratoria recorrió 688 metros hasta llegar al refugio en el que se encontraban los 33 mineros. La sonda llevaba una cámara que permitió ver a nueve trabajadores quienes expresaban con emoción que se encontraban sin novedad. “Estamos bien en el refugio, los 33”, escribieron los sobrevivientes en un papel que enviaron a la superficie por medio de la sonda. Familiares y amigos se abrazaban entre risas y lágrimas; la emoción se contagió a todo el país, al punto que en la capital, Santiago de Chile, numerosas personas salieron a ondear banderas y a bailar jubilosas.
Al tener certeza de la situación de los mineros se emprendió un plan de rescate el cual tenía un estimado de duración de tres a cuatro meses. Básicamente era perforar una especie de chimenea de 66 centímetros de diámetro por donde deberían de salir uno por uno.
Contrastes
La permanencia en el refugio de la mina constituyó un récord mundial de supervivencia, pero también afloraron las dos caras del sector en ese país, donde conviven grandes empresas de alta tecnología y sueldos altos, con las pequeñas y medianas, más artesanales y con sueldos bajos y menos privilegios para sus trabajadores. Los salarios de los mineros de firmas grandes ascienden a unos US$1 mil 500 mensuales, más bonos de productividad y asignaciones de salud y educación, en un país donde el salario mínimo es de US$250.
En la otra cara, las pequeñas explotaciones trabajan con una plantilla de entre 14 y 20 trabajadores, con sueldos promedio de US$2 mil, y en los que no se incluyen ni bonos ni ayudas en salud y educación, y menos controles de seguridad. Se trata de una buena fuente de trabajo, pero hay que convivir con el polvo y la oscuridad, así como largas jornadas laborales y alejados de la familia y, por ende, con el riesgo.
Preparación
La tarea de la extracción de los mineros de las entrañas de la tierra fue una tarea titánica, tomando en cuenta los escenarios posibles que no arrojaban muchas esperanzas, con un 2 por ciento de probabilidades de salvación, además de que no había antecedentes de un rescate similar y la sobrevivencia por más de dos meses en la mina por parte de los mineros.
Se establecieron tres planes para perforar el tunel el cual se realizaría con tres perforadoras distintas, al mismo tiempo. Sin embargo una perforadora construida para perforar pozos de agua y no roca dura como la de la mina logró llegar tras 33 días y realizó un agujero de 622 metros de extensión y 66 centímetros de diámetro.
Con la colaboración de los mineros realizaron el túnel por el cual saldrían, antes debieron realizar una explosión controlada para abrir espacio a la cápsula que los llevaría a la superficie. A la vez los obreros fueron sometidos a una rutina de ejercicios cardiovasculares para quemar grasa y, a la vez, para fortalecer los músculos de las piernas. A los primeros 56 metros del agujero se revistieron con 10 tubos de acero, para protegerlo del desprendimiento de rocas.
El ascenso a través de un ducto de 622 metros de largo y 66 centímetros de diámetro, tenía sus riesgos por la posibilidad de desprendimiento de rocas, pero también por la carga psicológica que implicaba esta operación calificada de histórica.
Organización en las profundidades
Mientras se finalizaba el túnel, se organizó un sistema para poder sobrellevar la espera de su salida. Tenían un típico turno minero de ocho horas. El primer gurpo trabajó de 8 a las 16 horas; el segundo, de las 16 horas a medianoche; y el último, de medianoche a las 8 horas.
Cargaban y descargaban las “palomas” – sondas o tubos que se enviaban a la superficie- al menos unas cincuenta veces al día. Por estas sondas recibían alimentos, ropa, medicamentos y correo. Además de remover escombros que caían a medida que la perforadora ampliaba el hoyo, hasta que llegara al refugio.
Realizaron una hora diaria de actividad física durante un mes, para facilitar su rescate en la cápsula. Algunos recibieron formación de primeros auxilios y expresión oral. Durante su tiempo libre jugaron dominó, a los dados, escribieron a sus familias o se instalaban frente a un videoproyector.
El rescate
Conforme fueron pasando los días y se llegaba a la hora de iniciar el rescate de los mineros, el mundo a través de los medios de comunicación fueron conociendo el avance de la tarea, a tal punto que personalidades de la política y del espectáculo mostraron su solidaridad con los mineros, algunos empresarios ofrecieron ayuda económica, hasta el Papa Benedicto XVI les expresó su preocupación y buenos deseos por su rescate.
El 12 de octubre de 2010 el campamento Esperanza, en la superficie de la mina San José, estalló de alegría tras el rescate de los primeros mineros, tras 69 días de encierro. A las 23.18 horas inició el descenso de los socrorristas . Media hora después tras un viaje de 16 minutos en el tunel, emergió la cápsula con el primer minero identificado como Florencio Ávalos. Al salir se abrazó con sus familiares y fue llevado a un hospital de campaña instalado en el sitio, para una revisión y posteriormente fue trasladado al Hospital de Copiapó donde estuvo dos días. El mismo procecedimiento
fue con los otros 32 mineros hasta que a las 21.55 horas locales del día 13 de octubre, emergió el último minero, Luis Urzúa, llamado el “jefe” tras 22 horas de ardua labor de rescate.