A mediados del siglo pasado, el filósofo canadiense Marshall McLuhan acuñaba el término “aldea global” para referirse a que el progreso en la tecnología de las comunicaciones provocaría que el mundo funcionara como una aldea en la que todos se podrían comunicar con todos.
Sin embargo, la actualidad nos demuestra que a pesar de estos adelantos, el ser humano no ha evolucionado a la misma velocidad y sigue siendo, en su mayoría, incapaz de hacer realidad el concepto ese, ya que cada vez hay más fronteras, más miedo, más incomunicación y menos empatía.
Ejemplo de ello son los muros que separan zonas de un mismo país y naciones enteras entre sí. El más conocido fue el de Berlín, derrumbado en 1989, pero hay muchos otros no tan famosos.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su artículo Muros, reflexiona: “¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación que los grandes medios de comunicación construyen cada día?”
Hoy según el geógrafo Michel Foucher, quien publicó un artículo en La Presse de Montreal, Canadá, hay al menos 17 muros o barreras infranqueables entre países, que ocupan siete mil 500 kilómetros, aunque llegarán a alcanzar los 18 mil kilómetros cuando estén terminados.
Uno de los que primero viene a la mente es el que construyó EE. UU en la frontera con México, para evitar la inmigración ilegal de latinoamericanos. Comenzó en 1994, y en el 2005 decidieron ampliarlo a mil cien kilómetros de longitud, con una altura promedio de cuatro metros. Además, se pensó en la construcción del llamado “muro virtual”, una serie de dispositivos tecnológicos como detectores infrarrojos, cámaras, radares, torres de control y sensores de tierra. El gobierno estadounidense detuvo este proyecto, debido a los altos costos que supone.
Otro muro de la “vergüenza” es el que levanta Israel en la frontera con Cisjordania desde el 2002. Según las autoridades israelíes, es una “medida defensiva, diseñada para impedir el paso de terroristas, armas y explosivos al Estado de Israel”.
Sin embargo, la mayor parte de la valla no se está construyendo a lo largo de la Línea Verde entre Israel y Cisjordania, que es la frontera reconocida internacionalmente. Según Amnistía Internacional, casi el 90 por ciento del trazado está en territorio palestino, dentro de Cisjordania, y causa el aislamiento de comunidades y familias y la separación de los campesinos de sus tierras, de los niños de sus escuelas, de los enfermos de sus hospitales. Por este motivo, en el 2004, la Corte Internacional de Justicia de La Haya declaró ilegal el muro y pidió que fuera derribado, pero Israel hizo caso omiso y sigue construyéndolo.
Uno de los muros más caros se encuentra en Marruecos. Este se alzó en 1980, para impedir las incursiones del Frente Polisario saharaui, que reclama parte de su territorio. El muro, construido con arena, es de dos mil 720 kilómetros y quita a los saharauis una zona rica en fosfato y pesca.
Otro que está cerca es el que se amplió en Melilla y Ceuta, en España, en el 2005, para evitar el paso de los inmigrantes africanos a Europa.
Pero esos muros no son los únicos en territorio africano. El motivo que Botsuana alega para crear una barrera electrificada en la frontera con Zimbabue es bastante sorprendente; ellos hacen referencia al paso de un ganado enfermo de fiebre aftosa, pero no mencionan en absoluto los miles de migrantes que intentan abandonar un país mucho más pobre que Botsuana.
Uno de los países más ricos, Arabia Saudita, también está cercado por muros. Uno, en el límite con Yemen, por temor a los terroristas, y otro, en el norte, en la frontera con Iraq.
Uzbekistán tiene su territorio protegido con una barrera de alambre de púas en las zonas limítrofes con Kirguistán, Afganistán y Tajikistán. Con este país, además, la frontera está reforzada por sembradíos de minas antipersonas.
Barreras locales
También destacan los ejemplos que en un mismo país deciden aislar comunidades por muy diversos y discutibles motivos. Es el caso de Brasil, que ha cercado 13 favelas de Río de Janeiro con un muro de hormigón y concreto, de unos 14 kilómetros de longitud. Su altura es de 80 centímetros a tres metros.
El objetivo, según las autoridades, es evitar que las construcciones precarias que caracterizan esas comunidades destruyan la vegetación que las circunda, que en Brasil se conoce como el bosque atlántico, típico de esa región y que según portavoces oficiales habría perdido más del 90 por ciento de su superficie. Sin embargo, algunos consideran que los muros de Río buscan separar las zonas empobrecidas de las de mayores recursos, ubicadas entre las favelas y el mar.
En Padua, Italia, se levantó un muro de ocho metros y medio de largo, y tres metros de alto, para aislar el barrio Agnelli, donde viven inmigrantes africanos y al que consideran lleno de delincuentes, drogadictos y prostitutas.
En Belfast, Irlanda del Norte, permanecen 88 muros de paz que nadie quiere derribar, porque todavía hay miedo entre la población, rastro del conflicto que han vivido durante décadas católicos y protestantes. El mismo temor existe en Bagdad, Iraq, donde el ejército de EE. UU. erige muros para separar comunidades chiítas y sunitas. Asimismo, en la pequeña isla de Chipre existe una frontera con los turcos, que dominan el norte de la isla.
Lamentablemente, el miedo aún lo enfrentamos de esta manera, sin pensar en las palabras que decía Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco y presidente de la Fundación Cultura de Paz: “Las vallas solo permiten una contención temporal; aun las más altas y fuertes se vuelven vulnerables, hasta que un día desaparecen o son destruidas por los ciudadanos”.
Cercanos pero divididos
Otros países tienen barreras infranqueables con sus vecinos.
- Por ejemplo, la India fortificó su límite con Pakistán, por miedo al terrorismo.
- Irán hizo lo mismo con Pakistán, según las autoridades, para detener la proliferación de actividades ilícitas, como el contrabando de productos, el tráfico de drogas y la inmigración ilegal.
- Debido a la invasión de Iraq a Kuwait, en 1991, este país empezó a construir un muro para no volver a sufrir una ocupación ilegal. En el 2004 fue ampliado.
- El caso de Corea es diferente. Tras la guerra de 1953, se fijó la frontera en el paralelo 38 y se creó la Zona Desmilitarizada de las dos Coreas, que encierra cuatro kilómetros de ancho de vegetación por 250 kilómetros de largo. Esta franja motivó la creación de un santuario ecológico de incomparable belleza, pero imposible de visitar.