Sin embargo, el 23 de agsoto de 1939, los ministros de relaciones exteriores Viyacheslav Molotov y Joachim von Ribbentrop firmaron el pacto de no agresión ruso-germano.
La razones de Stalin fueron varias: por una parte, al unirse a la invasión alemana a Polonia, que desencadenó la Segunda Guerra Mundial, estaba ampliando la frontera soviética 350 kilómetros; por otra, el dictador soviético sospechaba las intenciones de Francia y Gran Bretaña, y pensaba que querían que Alemania y la Unión Soviética se desangraran en una guerra.
Hitler dijo en privado a sus generales que su objetivo era Rusia: “Si Occidente es tan estúpido como para no comprenderlo, entonces me veré obligado a pactar con Rusia para destruir a Occidente y luego emplear mis fuerzas contra la Unión Soviética”.
En junio de 1940, incluso cuando los tanques panzers estaban todavía rodando sobre Francia y los soviéticos habían invadido los Balcanes, Hitler ordenó que comenzaran los planes para una campaña contra Rusia.
La operación corrió a cargo del coronel Bernhard von Lossberg. Su plan ocupaba 30 páginas y fue llamado “Fritz” por su hijo.
Dos meses después el alto mando de Hitler comenzó a establecer un cuartel general en el este de Prusia, y el comandante del ejército, Walter von Brauchitsch, predijo una batalla de cuatro semanas tras la cual sólo quedaría una operación de limpieza.
El alto mando confiaba en que sólo un soldado soviético de cada cinco estaba equipado adecuadamente, el mismo error que cometió Napoleón.
El mariscal de campo Wilhelm Keitel, jefe de personal de Hitler, tuvo sus dudas sobre abrir dos frentes, pero mantuvo silencio. Pagó por su lealtad con su vida, ya que fue ejecutado en Nüremberg.
La directiva 21, como fue conocida más tarde, enfatizaba que la victoria debía lograrse de una manera rápida. A medida que pasaban los meses, Hitler pareció adoptar el fatalismo del jugador que no ve otra alternativa que jugarlo todo a una carta.
Stalin también jugaba, en busca de tiempo. Sus acciones en los siete meses que pasaron antes de “Barbarroja” no fue Pearl Harbor. Stalin tuvo numerosas advertencias de que algo se planeaba en Berlín.
En noviembre de 1940 le preocuparon los movimientos de tropas alemanas en Rumania y Finlandia y envió a Molotov a Berlín a protestar.
Ribbentrop, el ministro de relaciones exteriores alemán, ofreció a los soviéticos su participación en el eje Alemania – Italia – Japón y ofreció a Molotov el Golfo Pérsico, y quizá el océano Índico. Moscú aceptó unirse al eje, pero Hitler nunca respondió a a la oferta.
En febrero de 1941, el embajador británico en Moscú advirtió que se iba a producir un ataque alemán en junio. Los ingleses lo sabían porque habían descubierto los códigos de mensajes alemanes, pero Stalin, que no confiaba en nadie y sospechaba que Winston Churchill quería arrastrar a la Unión Soviética a la guerra, consideró la información británica como una “provocación”.
Sin embargo, en abril de 1941 se produjeron 80 violaciones del espacio aéreo soviético y un avión espía alemán tuvo que aterrizar 150 kilómetros dentro de la Unión Soviética. El 19 de abril de 1941, Churchill advirtió personalmente a Stalin de la inminencia de la invasión.
¿Era Stalin un ser irracional o un avestruz que escondía su cabeza en la arena al desoír las advertencias y los indicios?
Análisis posteriores indican que no eran ni una cosa ni la otra y que cuando el embajador yugoslavo le previno el 6 de abril de 1941 sobre la inminencia de una invasión, Stalin respondió: “Déjelo intentarlo”. El dictador soviético conocía a su Napoleón.
No obstante, Stalin se reunió con sus generales la víspera del ataque, pero declinó poner a la nación en alerta. Según Barton Whaley, autor del libro “Código Barbarroja”, Stalin creía que cualquier invasión alemana iría presidida de un ultimátum y no se había emitido ninguno.
Sin embargo en la madrugada del 22 de junio de 1941, tres millones de soldados alemanes, apoyados por 3 mil 580 tanques, 7 mil 184 cañones y 2 mil 740 aviones iniciaron el ataque.
Los rusos no estaban preparados para el repentino ataque. En tres semanas las tropas alemanas habían avanzado casi 800 kilómetros después que su fuerza aérea había destruido las principales bases rusas.
Más de 1,300 aviones soviéticos fueron destruidos en tierra cuando comenzó el desastre.
El 4 de octubre de 1941, Hitler le dijo a los alemanes que “Rusia estaba derrotada y no se levantará más”. Para el 20 de octubre, los tanques alemanes estaban a 50 kilómetros de Moscú. El personal diplomático y de los ministerios comenzó a abandonar la capital.
Sin embargo, la ayuda estaba cerca. En unas pocas semanas, los agotados soldados alemanes estaban en las garras del invierno mientras los rusos preparaban su primera contra-ofensiva.
En el frente sur, Rostov fue recapturada el 28 de noviembre. Gergi Zhukov atacó en el frente central con una fuerza tal que casi desintegró a los ejércitos alemanes.
Hitler estalló como un volcán y asumió el mando supremo. Los alemanes se reorganizaron y nuevamente reanudaron el avance en 1942. Pero realmente nunca se recobraron.
Dos y medio millones de alemanes murieron en Rusia. Cuando el ejército rojo finalmente entró en Berlín en abril de 1945, 6.5 a 7.5 millones de rusos habían muerto en combate o en los campos de prisioneros.
Las pérdidas soviéticas iniciales fueron enormes, pero finalmente la Operación Barbarroja fracasó.
Su derrota dejó a la Unión Soviética en poder de Europa desde el Elba al centro de Alemania. Desde ese bastión, la Unión Soviética retaría a Occidente por más de medio siglo hasta la caída del muro de Berlín en 1989.