También hay una leyenda que sitúa su origen en Alsacia, entre Francia y Alemania, donde hace cuatro siglos vivía un sacerdote de buen corazón que repartía ropa y víveres a los más necesitados durante la Navidad. La historia toma cuerpo porque supuestamente un día el religioso decidió colocar los obsequios en el árbol situado frente a la iglesia del poblado.
Otro relato se desarrolla en Inglaterra en el siglo XVIII, cuando la reina Carlota decide instalar en uno de los salones del palacio un árbol de pascua, adornado con guirnaldas, luces, juguetes y regalos. La costumbre se propagó después en Estados Unidos.
En Guatemala
Esta costumbre europea llegó para quedarse en Guatemala. “El arbolito de Navidad está vinculado al protestantismo, y en Guatemala aparece durante el siglo XIX, con la llegada de los primeros misioneros protestantes después de la Revolución Liberal”, explica el Cronista de la Ciudad, Miguel Álvarez Arévalo.
Concretamente, son los alemanes instalados en la parte norte de Guatemala quienes lo traen, como parte de su cultura, comenta el licenciado Celso Lara, director del Centro de Estudios Folclóricos de la Universidad de San Carlos. Durante el siglo XIX, la difusión de esta costumbre es muy lenta y no es hasta las primeras décadas del siglo XX cuando se extiende su uso.
Una fotografía anterior a los terremotos de 1917 muestra una venta de arbolitos frente a la Catedral, lo cual revela su uso para esas fechas, agrega Álvarez. Estos arbolitos eran de chiribisco, pintados de plateado, con algodón simulando la nieve, y el “pelo de ángel”. Poco después empezó a utilizarse el pinabete, agrega Lara.
Evolución
“Posteriormente, con el desarrollo del capitalismo y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en la década de los 40, se populariza hacia las capas medias y populares la tradición del arbolito de Navidad”, apunta.
Durante la guerra se instalan en Guatemala bases norteamericanas, cuyos soldados y oficiales contribuyen a propagar la costumbre, con las celebraciones de Navidad en el Club Americano. Los alemanes hacen lo mismo en el Club Alemán, y familias guatemaltecas pudientes de la época copian la costumbre en el Club Guatemala y en sus hogares.
La demanda fue en aumento conforme el paso de los años, la depredación de los bosques amenazó la especie del pinabete guatemalteco, muy solicitado por su textura y aroma. Por parte de las autoridades ambientales se tiene mayor control en la comercialización legal del pinabete, aunque siempre persiste el mercado negro.
Sincretismo
En Guatemala, el arbolito se vuelve cultura sincrética, pues una tradición protestante la adoptan también los católicos y se hace común el Nacimiento al pie del árbol de Navidad, apunta Álvarez. Sin embargo, en la década de los setenta el arbolito de Navidad desplaza al Nacimiento, y éste último parece estar condenado al olvido, coinciden Álvarez y Lara. Pero en los últimos años ha habido un resurgimiento del Nacimiento, y hoy ambas tradiciones comparten un lugar en muchos hogares guatemaltecos.
De acuerdo con el sacerdote Juan Carlos Córdova, el árbol de Navidad no tiene ningún significado religioso, ni siquiera es una costumbre guatemalteca. “Poner un arbolito en casa no tiene mayor significado, ni a favor ni en contra de la religión. Las personas prefieren el arbolito, por ser más cómodo que hacer un nacimiento”, enfatiza.
Lara también considera al arbolito navideño como un adorno profano, el cual representó en las antiguas culturas el nacimiento del Sol, mientras que el Nacimiento representa lo sagrado. “Tanto el Nacimiento como el arbolito de Navidad son la alegría de los hogares, en especial durante los momentos depresivos como los que se viven en la actualidad”, indica.
“Negarnos a colocar el árbol de Navidad o el Nacimiento es negarnos el progreso y desarrollo”, explica Lara.