Habían pasado apenas cuatro meses del Combate del Siglo, derrota en el Madison, 15 asaltos de metralla. Es muy probable que aquella derrota todavía le doliera, incluso físicamente, cuando volvió a saltar al ring en Houston. Tal vez por esa razón torturó a Ellis, su antiguo esparrin, nacido en Louisville, como el propio Ali.
Cuentan que lo pudo tumbar en los primeros asaltos, pero alargó el castigo hasta el 12, cuando voló una toalla.La ira nunca es buena consejera, pero en ocasiones se alimenta de buenas razones. Ali no solo venía de pegarse con Frazier, sino también de librar un penoso combate con la justicia.
Después de un larguísimo proceso penal y racial, el mejor deportista del siglo XX, según la revista Time, acababa de evitar una pena de cárcel de cinco años por deserción. Su delito, haberse negado a ir a Vietnam. Los tres años de suspensión no se los devolvió nadie. Lo apartaron con 25, siendo flamante campeón del mundo, y regresó con 28. El mundo se había transformado en ese tiempo.
Duro retorno
La historia es conocida, pero para entenderla mejor conviene situarse en la América racista de la época. En 1955, Rosa Parks fue encarcelada por no haber cedido a un blanco su asiento en el autobús. Sucedió en Alabama. Gracias a las protestas que se generaron, se abolió la segregación en los autobuses. La furia de los racistas no se hizo esperar. No solo ardió Misisipi.
Si trazamos una cronología, cada fecha es un estruendo. Demasiado ruido alrededor del joven boxeador. En 1960, al regresar de los Juegos Olímpicos de Roma como campeón olímpico, Cassius Clay no fue atendido en un restaurante de Louisville, por ser negro. Se dice que arrojó la medalla al río Ohio. En los años siguientes mezcló la ambición deportiva con el deseo de venganza.
Con 22 años se proclamó campeón del mundo de los pesos pesados al derrotar a Sonny Liston, el Viejo Oso. Tras haber aniquilado a Liston exterminó a Patterson, el boxeador que no soportaba la vergüenza de la derrota y escapaba disfrazado de los vestuarios. Chuvalo, Cooper, London… El talento del niño prodigio estaba a la altura de su arrogancia. El más grande, el más guapo…
Hasta que se salió del sendero de la dulce América. En 1964, y para culminar su ingreso en La Nación del Islam, Cassius Marcellus Clay cambió su nombre “de esclavo” por el de Muhammad Ali. El sistema lo rechazó y pocos periodistas lo aceptaron, como se aprecia en el AS Color correspondiente.
A la guerra
El destino iba a complicar más las cosas. Ese mismo año, Ali, el genio de la improvisación verbal, no pasó las pruebas para entrar en las Fuerzas Armadas, al suspender el examen de escritura. En 1965, su caso fue revisado y resultó recalificado. Entonces se declaró objetor de conciencia: “La guerra está contra las enseñanzas del Corán”.
Y su frase más famosa: “Nadie en el Viet Cong me ha llamado nigger —negro, en sentido despectivo—”. La bola de nieve crecía y crecía. El 28 de abril de 1967 se negó por tres veces a dar un paso al frente cuando se dijo su nombre en la oficina de reclutamiento. “No, no voy a recorrer 10 mil millas para ayudar a matar y a quemar a otras personas para que la dominación de los esclavistas blancos se extienda por el mundo”.
En el juicio, después de 21 minutos de deliberaciones, se le declaró culpable. El castigo: cinco años de cárcel y multa de US$10 mil. El Estado de Nueva York fue el primero en retirarle la licencia. Le siguieron los demás. Aunque evitó la cárcel, le quedó el desamparo absoluto. Suerte que el mundo ya había empezado a girar.
El caso llegó hasta la Corte Suprema y en ese tiempo cada vez se alzaron más voces contra la guerra. Ali dio conferencias en universidades y pasó de desertor a símbolo de la paz. Mientras el caso estuvo en Apelación, pudo pelear de nuevo —1970—. Hasta que el 28 de junio de 1971 la Corte Suprema revocó su decisión anterior.
Jimmy Ellis se vio atrapado por el mismo remolino. Cuando Ali fue desposeído, la Asociación Mundial del Boxeo organizó un torneo entre ocho pesos pesados para proclamar a su sustituto. Frazier, considerado el número uno, decidió no participar. Ellis ocupó el trono vacante después de ganar a Leotis Martin, Óscar Bonavena y Jerry Quarry.
En su única defensa del título, en 1968, Ellis ganó a Floy Patterson, en Estocolmo, en una decisión muy polémica de los jueces que provocó las iras del público: “¡Floyd, champ! ¡Floyd, champ!”, gritó la multitud. Patterson se marchó a casa con un bigote postizo.
En 1970, Ellis peleó contra Frazier para unificar los cinturones de los pesados. Joe le tiró dos veces en el cuarto asalto y Dundee paró la pelea. Sí, Angelo Dundee, el mismo hombre que entrenaba a Ali, ejercía de entrenador y mánager de Jimmy Ellis.
El gran combate
Ese fue el último círculo que se cerró cuando los dos boxeadores de Louisville se enfrentaron en el Astrodome de Houston. Ellis se enfrentaba a su ídolo, con Dundee en la esquina, pero su ídolo estaba ciego de rabia. “Aguanté los tres primeros asaltos hasta que Alí me hirió con un uppercut con la derecha. Luego todo fue más difícil”.
Y es cierto. Ellis terminó sus días como cuidador de un parque de Louisville. Ahora sufre una degeneración neuronal conocida como demencia pugilística. El Parkinson de Ali es más conocido. A veces, más que su historia. El hombre que tiembla ahora, no tembló jamás. El bocazas de entonces tenía razón en cuanto dijo. Era el más grande.
Muhammad Ali no pudo con el Parkinson. Murió el 3 de junio de 2016 por problemas respiratorios en Phoenix, Arizona.