RECUENTO DE LOS DAÑOS
Transcurridos largos años, bastante más de una centuria del asentamiento de la ciudad capital en el Valle de la Ermita, no había padecido de sacudidas telúricas o del efecto de otros fenómenos de la naturaleza que le sometieran a una dura prueba, como las padecidas por las viejas capitales en los valles de Panchoy o de la Virgen.
La primera prueba de la nueva ciudad se tuvo con los terremotos de diciembre de 1917 y enero de 1918. Nuestra ciudad, tranquila y confiada se encontraba a la espera de las fiestas de Navidad de 1917, cuando después de los ajetreos de las compras y los agitados y alegres preparativos de la noche de Pascua, sobrevino la tragedia. Se habían registrado en los días precedentes leves temblores a los que nadie dio importancia.
Así que el tremendo tranquido del primer temblor de la noche del 25 tomó de sorpresa a las gentes. Todo el mundo se dio al arrebato entre el horror y el pánico.
La ciudad comprendida entonces en límites mínimos que apenas llegaban al sur hasta la 18 calle, quedó literalmente en ruinas. Fue que entonces para abundar en los efectos de la tragedia, el tipo de construcción era rústico a base de adobe.
Volvió a transcurrir un largo lapso, hasta 1942 entre aquel desastre y otro más que no afectó tanto a la capital, cuanto a las poblaciones cercanas del propio departamento de Guatemala, y otros próximos, castigando más duramente aún a varias del departamento de Chimaltenango, en cuya jurisdicción se situó el epicentro de la conmoción terráquea. Un temblor de alta escala y mucho más, sucesivos, consumaron la tragedia.
Pasaron tan solo 52 años para un tercer siniestro, también de origen telúrico como los antecedentes. Al de 1976 en ese momento no se podían determinar las dimensiones catastróficas del terremoto.
Comunicado del gobierno
El gobierno presidido por el general Kjell Laugerud García, por medio de un comunicado informó que el terremoto causó graves daños materiales y humanos en todo el país.
Parte del comunicado decía lo siguiente: “El siniestro ocurrió en todo el territorio nacional, causando pérdidas de vidas, heridos y daños materiales cuyo número y cuantía están siendo establecidos. Los informes preliminares indican que los muertos tanto en la ciudad capital como en el interior del país sobrepasan las cuatrocientas personas”.
El comunicado informaba además que la situación de la capital era la siguiente: “En la capital de la república los mayores daños materiales y en vidas ocurrieron en la zona 3 (o antiguo barrio el Gallito), y en las zonas 5 y 6. En el interior del país, los daños de mayor magnitud se han producido en Salamá, Baja Verapaz, San Pedro Ayampuc y San Juan Sacatepéquez, en el departamento de Guatemala.
El gobierno manifestaba que se había decretado el estado de calamidad pública en toda la república ante el desastre y su profundo dolor por las pérdidas humanas. En un sobrevuelo por el país el general Laugerud indicó: “Toda Guatemala está golpeada más no herida de muerte; hemos sido castigados más no vencidos”, dijo en un mensaje difundido en la cadena de radio y televisión la noche del 4 de febrero.
Laugerud, al retornar de su primer vuelo de inspección, expresó que le sorprendía el espíritu de serenidad, valor y alta moral del pueblo, Esto -dijo- es digno de elogio por cuanto con esa actitud el pueblo está contribuyendo a que el problema, por muy difícil y aflictivo que sea, citó, resuelto en mucho mejor forma.
Cardenal Casariego exhorta a la calma
El cardenal arzobispo de Guatemala, monseñor Mario Casariego y Acevedo hizo una exhortación a los guatemaltecos para que en esta hora de sufrimiento, recordando que todos somos hermanos y guatemaltecos nos unamos para reconstruir la patria.
“No debemos de asustarnos de esta dura prueba. Tengamos fe en el Señor, invoquemos a la Virgen de la Asunción, a la madre del Rosario, y a la Virgen de Guadalupe, para que el Señor nos pueda ayudar”, expresó el cardenal Casariego en un mensaje dirigido por la radio, después de visitar hospitales y darse cuenta de la magnitud del terremoto.
“Nuestras principales joyas arquitectónicas, es decir, nuestros templos están dañados, cuyas cúpulas están para caerse entre ellos el de Catedral, que tendrá que permanecer cerrada durante un tiempo”, agregó Casariego.
35 segundos fatídicos
En cuestión de medio minuto, la muerte segó la vida de numerosas personas la madrugada del miércoles 4 de febrero, los mayores estragos se produjeron en ocho colonias de la zona 3, en el sector que se conoce como “el Gallito”, indicaba otra nota periodística.
Las colonias asoladas por el fenómeno natural, fueron: la Santa Lucía, El Milagro, Trinidad, Buena Vista, Santa Isabel, las dos que llevan el nombre de El Recuerdo, El Esfuerzo y la Bendición, de las cuales fueron extraídos numerosos cadáveres durante todo el día miércoles.
Centenares de viviendas, en un noventa por ciento de adobe, fueron derribadas en las zonas 2, 3 y 6 pero las consecuencias fueron mayores en las colonias de la zona 3, ya que luego de asentarse, muchas covachas se precipitaron al barranco, donde muchos niños murieron por asfixia al quedar soterrados.
En el desaparecido anfiteatro anatómico del hospital general San Juan de Dios, el primer día habían 250 cadáveres de personas de todas las edades, desde niños de pocos días de nacidos, jóvenes y ancianos. Los locales de la morgue no fueron suficientes para colocar a todos y utilizaron el corredor y el patio para colocar uno tras otro los cuerpos, en algunos casos de familias completas que fueron hallados en una misma vivienda.
La mayoría de los muertos fueron identificados, porque había sobrevivientes o vecinos que se encargaron de colocar los nombres de los muertos, en trozos de cartón o papel, que sujetaron con ganchos a la ropa o cobija de cada cuerpo, de manera que fue una ayuda al gabinete de identificación de la Policía.
Los jueces no se dieron abasto para atender cada caso por lo que fue autorizado a los deudos de cada muerto que hicieran los traslados y aún con las inhumaciones, con sólo dar un aviso.
Llamado a los médicos
El Comité nacional de emergencia hizo un llamado urgente al personal médico y paramédico, para que se presentaran a la mayor brevedad posible a los centros asistenciales para prestar los servicios que demanda la emergencia nacional, dado que el personal era insuficiente para cubrir la demanda. La convocatoria era extensiva a las casas representantes de productos médicos y farmacéuticos para ayudar con el abastecimiento de insumos.
También fueron convocados voluntarios para poder cubrir las necesidades de mano de obra en los hospitales y al pueblo en general se hizo el llamado a colaborar con comida para los enfermos.
Primeros datos
Los reporteros de este matutino realizaron una inspección presencial y los primeros informes daban cuenta de que en San Lucas, San Pedro y San Juan Sacatepéquez la destrucción había sido casi total.
En San Lucas Sacatepéquez el reporte del miércoles a las 17 horas informaba que los muertos eran 350. Casi el total de viviendas en este lugar fue destruido por la fuerza telúrica. La iglesia parroquial, construida en 1560 fue totalmente destruida. La situación era similar en los otros municipios. El gobierno reportó en la noche del 4 de febrero que la cifra de muertos a nivel nacional era de 1,142.
Las estadísticas reflejaban raquíticamente la magnitud de la tragedia, según los datos que se conocerían semanas después. Los derrumbes y la incomunicación en varias regiones imposibilitaban saber a ciencia cierta los daños y las poblaciones que prácticamente quedaron borradas del mapa, sobre todo en la región de Chimaltenango, entre otras.
*Nota del editor: Esta nota fue publicada originalmente el 2 de febrero 2018 y modificada el 3 de febrero de 2021