Afirman los historiadores que el di?a del nacimiento de Cristo muchos a?rboles florecieron en pleno invierno y dieron fruta y aroma. La matanza de los inocentes, por orden de Herodes, fue la nota drama?tica de un suceso venturoso.
El nacimiento de Cristo en Bele?n fue un hecho casual, ya que San Jose?, oriundo del reino de David y perteneciente a la tribu de Juda?, tuvo que viajar con la Virgen Mari?a, que se encontraba en avanzando estado de gestacio?n, a Bele?n para empadronarse en el lugar de residencia de sus antepasados, segu?n ordenaba el edicto promulgado por Ce?sar Augusto.
Desde Nazareth la pareja de desposados se traslado? a Bele?n. Una vez alli?, nacio? en un pesebre el Hijo de Dios, confirmando la profeci?a realizada por Miqueas:
“Y tu?, Bele?n, tierra de Juda?, no eres ciertamente la menor entre las principales de Juda?, porque de ti es de donde ha de salir el caudillo de mi pueblo de Israel”.
Se desbordo? el ri?o Tiber, sin haber llovido
El edicto octaviano hizo que numerosas personas cruzasen los caminos hacia el lugar en el que habi?an de empadronarse, por lo que muchas tuvieron que dormir a la intemperie debido a la falta de alojamientos. Eso mismo le paso? a Mari?a, la madre de Dios, que tuvo que alojarse en un portal, en donde, al calor de un buey y de una mula, nacio? el Salvador. Aquella noche fue pro?diga en prodigios.
Plinio nos cuenta que el ri?o Tiber se desbordo?, sin haber llovido previamente. Los a?nsares del Capitolio graznaron en tres ocasiones, lo que en otras ocasiones significo? negro presagio, pero que en esta ocasio?n fue significado venturoso.
La referencia de la venida del Mesi?as aparece sen?alada en la obra “Los Angeles”. de Tito Livio, amigo y protegido del emperador reinante, Augusto, y en la “Eneida” de Virgilio, en donde el poeta esboza en algunos paisajes una visio?n casi profe?tica del nacimiento de Cristo.
Escribe un autor: “Una de las sibilas habi?a profetizado que, cuando una fuente de aceite desbordara el Tíber, naceri?a la salud y la salvacio?n de los hombres”. Cosa que acontecio?.
En Espan?a -la vieja Tarsis como la denominaban los antiguos- hubo tambie?n portentos: aparecieron a boca de noche tres soles sobre la cresta del firmamento.
Cuenta la leyenda que el propio Ce?sar Augusto, yendo para su retiro, a descansar, tambie?n contemplo? sen?ales en el cielo, un cielo de Roma que apareceri?a ma?s sereno e iluminando que de costumbre: tres ci?rculos de luz resplandeciendo junto con la diadema solar. Y en lo alto habi?a una virgen sentada amamantando un nin?o.
El emperador consulto? a los aru?spices sobre la interpretacio?n de aquel suen?o. Ellos le confesaron que lo que habi?a visto era el ara de Dios. Augusto mando? que se ofrecieran sacrificios. La emocio?n de aquella visio?n no le abandono? hasta el fin de sus di?as. La muerte le vendri?a catorce an?os ma?s tarde poniendo fin a uno de los reinados ma?s brillantes del Imperio Romano, quiza?s una marca de predileccio?n por parte de la Providencia, por coincidir con el Nacimiento de Jesu?s.
Los historiadores narran otros hechos milagrosos que acontecieron con la llegada del Mesi?as, como las vin?as de engadi?, ciudad de Israel junto al mar Muerto, que florecieron y dieron racimos en pleno mes de diciembre. Y en otros lugares se adelanto? la primavera.
Lo negativo de esa noche: la matanza de los inocentes
La venida del Mesi?as trajo consigo, tambie?n, un drama, cual fue la matanza de los inocentes. Tres Magos de Oriente siguieron el rastro de una estrella que se desplazaba de Norte a Sur para adorar al Dios que iba a nacer. Y recalcaron en el palacio de Herodes, que, intrigado, les pregunta por el motivo del viaje. Ellos le contestan que les ha guiado una estrella y que presumen que e?sta les sen?ala el nacimiento del hijo de Dios.
Herodes teme que el Mesi?as anunciado pueda ser un obsta?culo para su reinado y decide degollar a todos los nin?os nacidos por aquellas fechas. El tirano decreta el primer “progom” del que existe constancia histo?rica, “con la degollacio?n indiscriminada de todos los varones judi?os nacidos en Israel aquel mes de diciembre bajo el signo de la profeci?a.
Porque tambie?n estaba escrito que bajari?a del cielo -de ahi? la obsesio?n por la observacio?n de los astros que pauta en medio de una expectacio?n zodiacal el tiempo de la Primera Venida- por la escala de Jacob. A lo mejor, en el carro de Eli?as”.
Estos nin?os inocentes fueron los primeros ma?rtires del cristianismo. Cua?ntos fueron los pequen?os asesinados? Nadie ha podido precisarlo y no hay testimonios, pero acorde con el i?ndice demogra?fico de aquellos tiempos se calcula que entre 20 y 100, siendo completamente exagerada la afirmacio?n de que fueron centenares.
Los restos de dos de estas víctimas, llevados a España por unos frailes de Tierra Santa, se veneran en las catedrales españolas de Valencia y Barcelona.