Ese mismo año de 1617 la Cofradía de la Inmaculada Concepción solicita la aprobación de una procesión votiva a celebrarse los días 8 de diciembre de cada año. Este es el germen de la celebración de este año, cuatro siglos de procesión a la Inmaculada.
Festividad antigua
A principios del siglo XX, en la obra Álbum de San Francisco, de Daniel Sánchez, se indica que “goza de fama justa de belleza”. Asimismo, se habla acerca de la importancia y concurrencia a su rezado.
Sin embargo, la evidencia de devoción viene de mucho tiempo atrás. De acuerdo con Álvarez, menciona que en la obra del viajero estadounidense John Lloyd Stephens, publicada hacia 1839, se relata que en la fiesta de la Concepción, el 8 de diciembre, participaban diferentes estratos sociales. Se menciona que el trono en el que iba la Virgen era de plata. También se resalta la algarabía y la elegancia de las cortinas azules a lo largo del la Calle Real —hoy Sexta Avenida—.
Otros viajeros también hacen referencia a esta tradición. Ramón Salazar, en su obra Tiempo viejo, dice que este día es clásico en Guatemala, que la apoteosis empieza a las 16 horas, en el grandioso templo franciscano. Relata detalles sobre la concurrencia, la procesión y las estruendosas explosiones de pólvora.
En diferentes ocasiones, la Gaceta de Guatemala describió la actividad como la más concurrida del país. Otros autores refieren que la imagen es del siglo XVI por su estilo renacentista, de origen español. La belleza de su rostro denota un óvalo perfecto, así como una barbilla propia de la época. Unos segundos bastarán para apreciar sus finos rasgos: las manos poseen dedos largos y finos, su giro suave denota belleza y elegancia ante cualquier mirada.
Sobre su origen existe una leyenda: se dice que el monarca español, Carlos I, emperador V de Alemania, envió como obsequio —a finales del siglo XVI— a la Capitanía General del Reino de Guatemala una bella imagen de la Inmaculada Concepción, llamada también Virgen de los Reyes.
Por su veneración palpable a lo largo de más de cuatro siglos, la imagen fue coronada en una solemnísima ceremonia que tuvo lugar en el Estado Olímpico (hoy Mateo Flores) donde el arzobispo Monseñor Mariano Rossell Arellano impuso una hermosa corona de oro cuajada de piedras preciosas, elaborada en México, a la imagen de la Concepción el 5 de diciembre de 1954. Actualmente, esa imagen es venerada en el templo de San Francisco de la zona 1 de la capital.
El verdadero significado
La concepción es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres: es ahí donde comienza la vida. Este dogma declara que María quedó preservada de cualquier mancha del pecado original. Es decir, María es la “llena de gracia” desde su concepción. Ese milagro es el que se celebra con solemnidad cada 8 de diciembre.
Este dogma fue proclamado por el papa Pío IX. La inmaculada concepción de María es el dogma de fe que declara que, por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción. “…declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…” (Pío IX, bula Ineffabilis Deus, 1854).
¿Por qué el día Clásico?
El 8 de diciembre era día de fiesta nacional. El gobierno había decretado feriado en toda la república y los negocios cerraban sus puertas al público. Los balcones de todas las casas de la capital lucían desde la tarde anterior banderas de color celeste y a las seis de la tarde del día 7 colgaban faroles y encendían fogatas, colocándese las familias y la servidumbre a su alrededor para entonar alabados en honor a la Virgen María.
La población iba y venía desde temprana hora del día 8, en una verdadera romería al templo de San Francisco, para visitar al Santísimo Sacramento que se encontraba expuesto en jubileo propio y para admirar la pequeña anda en que se había colocado la bella imagen de la Inmaculada.
Grupos de moros bailaban en el atrio toda la mañana y el sonido inconfundible del tun y la chirimía se esparcía por el aire. Alrededor del atrio, grandes mástiles de madera forrados con hoja de pacaya tenían colocadas banderas celestes y blancas y desde arriba caían las ondas de festones de encino, mientrsa que el piso del atrio se hallaba totalmente cubierto de pino.
Por la tarde comenzaba la salida del rezado. Los arcángeles y las siete virtudes presidían a la imagen de la Virgen Inmaculada en sus respectivas andas, que parecían flotar en aquel mar interminable de personas. Casi al filo de la medianoche retornaba el rezado al templo y el cielo se iluminaba con la quema de juegos pirotécnicos que los coheteros del interior de la República venían a quemar en honor a la Virgen.
La celebración a la Purísima Franciscana mantiene su esencia, las nuevas generaciones han sido entusiastas en recuperar elementos del pasado, como los altares y la decoración de las andas, el pueblo piadoso acude en masa perpetuando el amor que le profesa a la Inmaculada representada en la talla de la Virgen Franciscana.
Recorrido para la procesión del 8 de diciembre de 2017 conmemorando los 400 años procesionales de la Virgen de Concepción de San Francisco.