El obispo Boza Masdival fue detenido el 12 de septiembre de ese año, luego de una sangrienta manifestación frente a la iglesia de La Caridad. Al momento en que era trasladado en un vehículo hacia el muelle, centenares de personas lo acompañaron con vítores y aplausos.
El religioso bendijo a la multitud y se mantuvo en la cubierta con varias docenas de sacerdotes mientras el barco lentamente salía de la bahía de La Habana.
La policía y los militares que los escoltaron hasta el barco los trataron de una forma cortés mientras ayudaban con su equipaje a los sacerdotes de mayor edad.
Con la deportación de los 136 religiosos quedaron únicamente alrededor de 50 sacerdotes para atender las más de 60 iglesias que existían en La Habana.
Consecuencias
El golpe contra la influencia de la Iglesia fue dado a raíz de una manifestación de unos 4 mil católicos, que terminó en un enfrentamiento con las fuerzas del Gobierno, el cual dejó como saldo un joven muerto por heridas de arma de fuego y una veintena de heridos.
La consigna de los manifestantes reunidos frente a la iglesia de La Caridad era “Cuba sí, Rusia no”. Sin embargo, nunca llegó a realizarse la marcha pacífica que tenían planificada.
Según informaron funcionarios diplomáticos, el grupo deportado estaba integrado por 60 sacerdotes españoles, 45 cubanos, cinco canadienses, un hondureño, un venezolano, un húngaro y por un italiano. La Policía detuvo a los religiosos en diferentes iglesias y los llevó directamente a bordo del Covadonga. donde fueron transportados hacia España.
Con pocos católicos
Irónicamente, Cuba, que fue uno de los primeros bastiones del catolicismo en América, cuenta con pocos feligreses católicos. De hecho, según estadísticas de este año, solo el diez por ciento se dice seguidor de esa religión.
El alejamiento de Cuba, el aislacionismo político y las trabas migratorias han causado que la Iglesia de la Isla quede al margen del progreso, incluido el relacionado con materia religiosa.
Con el viaje del papa Francisco, ya son tres los pontífices que visitan ese país, cuya sed de justicia y libertad han sido aplacadas por el régimen de los hermanos Castro.
Juan Pablo II y Bnedicto XVI dejaron la puerta abierta para el futuro de la fe de los cubanos, y Francisco, que fue pieza clave en la apertura de relaciones de la Isla con Estados Unidos, es finalmente el punto de partida para una nueva etapa de la vida cubana.