Primero, se barajaron motivos personales y de salud, pero luego trascendió que tenía desaveniencias con el entonces presidente Álvaro Arzú, a quien Berger consideraba como su “uña y mugre”.
Sin embargo, Berger se retiró a su finca a meditar, en tanto que una comitiva del PAN se encargó de convencerlo. Le costó un poco, porque “el Conejo” había dicho que el capítulo político estaba cerrado en su vida.
Esperanzados
“Lo último que se pierde es la esperanza”, dijo entonces Héctor Cifuentes, secretario general del PAN.
Entretanto, Berger ya recuperaba la calma y recibía visitas en su finca.
Juan Francisco Reyes López, vicepresidenciable de Alfonso Portillo, dijo: “Regresará. Ese señor es un mentiroso”.
El 15 de febrero de 1999, Berger, el “Hijo pródigo” anuncia su retorno a la contienda electoral. Para salvar la imagen de Arzú, dijo: “A Álvaro no le puedo provocar daño, porque somos uña y mugre hasta la muerte”.
Sus correligionarios lo recibieron con halagos, cohetillos y vivas, y hasta lo compararon con Jesucristo. Incluso, el alcalde de San Raymundo, Ajvix Lacón, le alabó diciendo: “Así como Nuestro Señor se sacrificó por salvar el mundo, usted se tiene que sacrificar por Guatemala”.
Berger hizo temblar las bases del PAN al amenazar con retirarse de la contienda electoral. Su renuncia temporal sirvió para demostrar que su figura era casi indispensable.
Trascendió que su desilusión había sido por diferencias con Arzú sobre el caso Gerardi y la privatización de Guatel.
Unos lenes
Entre la multitud reunida para darle la bienvenida a Berger estaba Fraterno Vila, encargado de las finanzas del partido. Él mandó pintar la sede para borrar la mugre, compró cohetes e hizo volver de nuevo a los empresarios financistas.
“Vamos a necesitar centavos”, exclamó.
Meses más tarde, Berger perdió las elecciones ante Portillo. De nada sirvió toda la alharaca.
Cosas de la política…