Quizás a muchos les viene una imagen tradicional: una persona flemática con una taza de té en la mano.
BBC NEWS MUNDO
¿Qué tiene que ver Portugal con la obsesión británica por tomar té?
Comencemos con un desafío: ¿qué te viene a la cabeza si te digo que pienses en algo que distingue a un inglés?
Porque ese es un estereotipo de los ingleses: viven para tomar té.
Y aunque es bastante conocido que los occidentales debemos agradecer a China por el cultivo original del árbol del té, es mucho menos sabido que fueron los portugueses quienes inspiraron su popularidad en Inglaterra, en particular una mujer portuguesa.
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Aquí te cuento quién fue, pero para eso, es preciso viajar en el tiempo. Vayamos cuatro siglos atrás, hasta 1662.
Viaje al pasado
Fue en ese año cuando Catalina de Braganza (hija del rey Juan IV de Portugal) ganó la mano del rey Carlos II de Inglaterra.
Había varias aspirantes, pero con la ayuda de una dote inmensa que incluyó dinero, especias, tesoros y los lucrativos puertos de Tánger y Bombay, Catalina fue la más apta para convertirse en reina de Inglaterra, Escocia e Irlanda.
Se cuenta que cuando se trasladó al norte para unirse su futuro esposo, embaló hojas sueltas de té como parte de sus pertenencias personales; aunque otros dicen que formó parte de su dote.
Lo cierto es que el té ya era popular entre la aristocracia de Portugal debido a la línea comercial directa de ese país con China a través de su colonia en Macao, que se estableció alrededor de 1500.
Pero cuando Catalina llegó a Inglaterra, el té se consumía allí únicamente como un medicamento, al que le atribuían propiedades para revitalizar el cuerpo y mantener el bazo libre de cálculos.
Sin embargo, la joven reina estaba acostumbrada a beberlo como parte de su rutina diaria y continúo haciéndolo hasta que convirtió al té en una bebida social y no solo como un tónico para la salud.
“Cuando Catalina se casó con Carlos, se convirtió en el centro de atención. Todo desde su ropa hasta sus muebles se convirtió en la fuente de la charla en la corte. Su afición a beber té animó a otras damas de la corte a imitarla y así se fue ampliando su consumo“, explica Sarah-Beth Watkins, autora de “Catalina de Braganza: la Reina de la Restauración de Carlos II”.
Razón de costos
Y el tema con el té en Reino Unido no era solo que fuera considerado un tónico para la salud.
Markman Ellis, profesor de Estudios del siglo XVIII en el colegio Queen Mary, de la Universidad de Londres, y co-autor del “El imperio del té: la hoja asiática que conquistó el mundo” asegura que para ese entonces su precio era casi prohibitivo.
Había tres razones básicas para el costo:
- Inglaterra no tenía comercio directo con China;
- el té de la India todavía no se conocía;
- las pequeñas cantidades que los holandeses importaban se vendían a un costo altísimo.
De hecho, era tan caro, que el precio, según Ellis, limitaba su consumo únicamente a los sectores de élite más ricos de la sociedad.
“El té se asoció con la clase social de las mujeres en torno a la corte real, de la cual Catalina era el emblema más famoso, ” asegura Jane Pettigrew autora de La historia social de té.
Pero ¿qué pasa con los modelos que crean los famosos? Pues que las personas que no son famosas las imitan.
“Cuando la reina hace algo, todo el mundo quiere seguir su ejemplo, muy, muy gradualmente a finales del siglo XVII, la aristocracia comenzó a tomar pequeñas cantidades de té“, afirma Pettrigrew.
Pero, como ha de suponerse, no fue la clase alta inglesa quien inventó el ritual de beber té.
“Hasta que llegó con los holandeses, los ingleses no sabíamos nada del té. No teníamos ni cucharas, ni tazas, así que hicimos lo que siempre sucede: copiamos todo el ritual de China. Se importaron pequeños tazones de porcelana, los platillos, los platos, las pequeñas teteras… “, explica Pettigrew.
El país natal de Catalina también participó en la popularización de este aspecto de la experiencia del té.
“Portugal fue una de las rutas por las que la porcelana llegó a Europa. Era muy cara y muy bonita y una de las cosas que hizo que beber té fuera atractivo era todo lo bonito que iba con él, como tener el último iPhone“, señala Ellis.
Como era tan valorada, la porcelana fue probablemente parte de la dote de Catalina, y ella, como dama de la aristocracia, seguramente acumuló magníficos adornos de este material para lucirlo en sus sesiones de té una vez que viviera en Inglaterra.
“Ella lo inició como un hábito aristocrático. Era algo muy elegante, de mucha clase, por lo que la ceremonia se asoció inmediatamente con la vida fina. (…) Es lo mismo que hoy: compras cosas caras para mostrar lo importante que eres“, comenta Pettigrew.
Y aunque un inicio beber té era símbolo de riqueza y clase alta, finalmente, las clases bajas transformaron el té en una bebida popular, aunque todavía hoy los turistas pueden sentir la pompa aristocrática en los servicios de la tarde de los hoteles de lujo en Londres y también en Portugal.