Ante esas cifras es fácil entender que no eran muchas las personas que se atrevían a burlarse o mofarse mínimamente del Generalísimo, como se hacía llamar Franco.
BBC NEWS MUNDO
Filek, el austriaco que estafó al general español Francisco Franco con una sustancia secreta
Durante 40 años el general Francisco Franco gobernó España con brazo de hierro, imponiendo un régimen de terror y represión que, según varios historiadores, sólo entre 1936 y 1943 se cobró alrededor de 150.000 víctimas mortales.
Sin embargo, hubo alguien que sí lo hizo. Y a lo grande. Un hombre llamado Albert Edward Wladimir Fülek Edler von Wittinghausen, conocido simplemente como Filek, quien consiguió embaucar al caudillo y engañarle con una estafa de dimensiones colosales.
Filek, nacido en 1889 en el imperio austrohúngaro poco antes de la disolución de éste, logró convencer a Franco de que había inventado un nuevo combustible tan potente como la gasolina pero baratísimo, ya que estaba hecho a base de agua, zumo de plantas y un ingrediente secreto que sólo él conocía. Esa sustancia, prometía, haría de España la principal potencia petrolífera del mundo.
Y Franco mordió el anzuelo: aprobó decretos declarando de “interés nacional” la empresa de Filek, expropió 200 hectáreas de terrenos a las afueras de Madrid para construir en ellos la fábrica en la que supuestamente se iba a elaborar el nuevo combustible y calificó de urgentes las obras para las instalación de esa refinería.
La historia de esa estafa, silenciada durante el régimen de Franco y desconocida por el público en general, sale ahora a la luz con todo detalle de la mano del escritor Ignacio Martínez de Pisón.
Después de una exhaustiva investigación, de revolver en archivos y hemerotecas de media docena de países, Martínez de Pisón consiguió reconstruir la historia y la plasmó en un libro titulado “Filek, el estafador que engañó a Franco”, que acaba de ver la luz de la mano de la editorial Seix Barral.
El propio escritor no había oído nunca hablar del caso hasta que, hace unos años, leyó “Franco, caudillo de España”, la monumental biografía del gobernante de facto escrita por el historiador británico Paul Preston.
“Eran apenas diez líneas, y en ellas se hablaba de cómo el austriaco se había ganado la confianza de Franco y le había convencido de las bondades de su invento: un combustible de calidad superior a la gasolina, obtenido a partir de una mezcla de agua con extractos de plantas y otros ingredientes secretos“, asegura Martínez de Pisón.
“Lo primero que pensé es que ahí había una buena historia: ¡un estafador internacional que tomó el pelo a Franco en la etapa más sanguinaria del régimen! Lo segundo que pensé es que seguramente esa historia ya la habría contado alguien”, añade.
Pero no, no la había relatado nadie. Así que decidió hacerlo él.
La “filekina”
Así, narra cómo Filek era un pícaro con grandes dotes de persuasión y un largo historial de pequeño estafador a sus espaldas cuando en 1931 recaló en Madrid.
En la capital española se presentaba a sí mismo como un noble de esmerada educación, como un caballero políglota que hablaba cinco lenguas. Aunque la realidad es que era el hijo bastardo de un aristócrata y las cinco lenguas que hablaba no eran fruto de su distinguida educación, sino de la necesidad de haberse tenido que buscar la vida, explica.
Pero Filek era experto justo en eso: en contar leyendas, en relatar medias verdades adornadas con grandes dosis de mentiras.
Ya en Madrid, y antes de conseguir engañar al mismísimo Generalísimo, Filek logró convencer a otra media docena de personas de que tenía la fórmula de una gasolina vegetal que iba a revolucionar el mundo, logrando que invirtieran dinero en esa patraña.
Pero su gran golpe fue convencer a Franco de esa misma mentira.
“Fíjese que tengo en la mano un invento genial para fabricar gasolina. Sí, gasolina, empleando únicamente flores y matas de campo, mezcladas con agua del río y un producto secreto que, por simpatía hacia mi persona, me ha proporcionado el inventor de esa maravilla”.
Eso es por ejemplo lo que le dijo en mayo de 1940 Franco a su embajador en París cuando éste acudió a Madrid a informarle de los avances del ejército alemán y de los cambios en el orden internacional que estaba dejando la Segunda Guerra Mundial.
El Generalísimo estaba en esos momentos absolutamente encandilado con la “filekina“, el cómico nombre con el que había sido bautizada la supuesta gasolina inventada por austriaco.
La prensa española, controlada toda ella por el régimen franquista, también cayó en la trampa del estafador, glosando las supuestas grandes virtudes de la “filekina” y revelando las grandes ventajas que iba a darle a España.
“Dentro de ocho meses España producirá tres millones de litros diarios”, proclamaban los rotativos de la época. “España va a producir un tipo de gasolina sintética. Se ahorrarán 150 millones anuales en divisas”, vociferaban.
El último en descubrirlo
Poco a poco, sin embargo, se fue descubriendo la verdad.
Aunque, según las investigaciones de Martínez de Pisón, Franco debió ser uno de los últimos en hacerlo.
“Todos los ingenieros y servicios técnicos que he consultado me han informado en contra del proyecto; pero yo me fío más de mi chófer y este me ha asegurado que en el último viaje hemos logrado una media de 90 kilómetros por hora utilizando “mi” gasolina”, cuenta Juan Antonio Ansaldo, quien fuera agregado aéreo en las embajadas de Vichy y Londres, que decía con jactancia el dictador.
Todo acabó en 1941, cuando una comisión de expertos analizó varias muestras de las mezclas del austriaco y emitió su dictamen al respecto, descartando completamente que aquellos líquidos fueran combustibles.
“El procedimiento llevado a la práctica ante nosotros por el señor Filek carece a nuestro juicio de fundamento científico, y este criterio se corrobora con los resultados obtenidos”, sentenciaron. En engaño había sido descubierto. La estafa había terminado.
El 27 de marzo de 1941, justo cuando cumplía 52 años, Filek ingresó en prisión.
Pero por poco tiempo: a los seis meses salió, y no tardó mucho en volver a las andadas y a delinquir.
Franco, por su parte, no aprendió la lección: en la década de los 70 estuvo a punto de ser estafado de nuevo un tal Arturo Estévez Varela y un supuesto motor de agua que iba a revolucionar el mundo…