Este es el sitio donde los aviones van a morir.
BBC NEWS MUNDO
El lugar donde van a morir los aviones y a ser descuartizados para vender hasta los cinturones de seguridad
Los gigantes acechan entre los setos de las tierras bajas de Cotswolds, en el suroeste de Inglaterra. Aparecen inesperadamente detrás de los árboles, asomándose entre los caminos rurales.
Cinco Jumbo Jets, dos Boeing 777, un manojo de Airbus A320 y otros 20 aviones de pasajeros se encuentran esparcidos por un antiguo aeródromo de la Fuerzas Aéreas del Reino Unido.
- El increíble y peligroso “cementerio de barcos” de Inglaterra donde se hundieron 1.000 embarcaciones
Pero esto no es un simple cementerio: estos gigantones no van a ser dejados aquí sin más; ellos son la sangre que le da vida a una industria de salvamento que descuartiza aviones desechados.
“Los motores y las partes valen más por separado que si vendes el avión entero“, explica Mark Gregory fundador de Air Salvage International, responsable del desmantelamiento de esta colección de jets no deseados.
Su compañía lleva 20 años operativa. Cada año, entre 50 y 60 jets de pasajeros hacen su último vuelo hasta este aeropuerto de Cotswolds.
Una vez en tierra, Gregory y su equipo empiezan el meticuloso trabajo de desmantelar el aeroplano.
“Entre el 80% y el 90% del valor de estos aviones está en sus motores“, comenta Gregory, un ingeniero que utilizó su indemnización de despido para crear su empresa.
“Una vez que lo retiramos, nos disponemos a salvar las otras partes valiosas”.
El proceso puede llevar unas ocho semanas para un avión delgado como un Boeing 737 o un Airbus A320, mientras que para los gigantes como los Boeing 747 o 777, puede tomar entre 10 y 15 semanas.
Pero antes de que algo sea retirado, hay que desangrar a la bestia de acero.
El combustible, descongelantes y líquidos hidráulicos se drenan en grandes tanques. Sólo entonces se liberan los motores con la ayuda de grúas, para luego bombearle líquidos conservantes.
Precios en millones
Todo este cuidado vale la pena.
Gregory comenta que cada motor de un Boeing 777 de 20 años puede costar unos US$3 millones.
Estos motores tienen mucha demanda y con frecuencia se reutilizan en aviones más nuevos o lo compra una aerolínea para tener repuestos, pues un motor nuevo puede llegar a costar US$30 millones.
Las otras partes valiosas de la estructura del avión incluyen el tren de aterrizaje, la unidad de potencia auxiliar (que es una turbina en la parte trasera de la aeronave que alimenta los sistemas eléctricos), algo de la aviónica, el sistema de aire acondicionado y los conductos de escape.
“Realmente al final sólo nos queda el fuselaje“, señala Gregory.
“Podemos vender partes de la cabina de vuelo a escuelas de aviación, e incluso hay personas que quieren las puertas y los asientos”.
De hecho hay un creciente mercado por asientos de avión que se aprovechan para entrenar al personal de cabina, se utilizan en sets de películas y algunas veces se lo llevan entusiastas de la aviación.
Estos se pueden vender por unos cuantos cientos de dólares si se trata de clase económica- o por miles de dólares si hablamos de primera clase.
Incluso al cinturón se le pueden sacar unos US$25.
Grandes monstruos, montañas de desechos
La industria de la aviación se enfrenta a grandes desafíos en cuanto a cómo lidiar con el envejecimiento de aeronaves.
En Estados Unidos hay gigantescos cementerios de aviones en el medio del desierto de Arizona.
Los cambios en la reglamentación de la seguridad aérea y el ruido, junto con el aumento de la producción de los fabricantes de aviones, han hecho que en los últimos años aumente la rotación de aeronaves, lo que ha significado el retiro de muchos jets comerciales antes de lo necesario.
Actualmente en todo el mundo se desmantelan entre 400 y 600 aviones comerciales al año.
Esto crea montañas de desechos -unas 30.000 toneladas de aluminio, 1.800 toneladas de aleaciones, 1.000 toneladas de fibra de carbón y 600 toneladas de otras partes.
Y es probable que sólo empeore.
Máximo aprovechamiento
Según la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), es probable que en los próximos 13 años queden descontinuados hasta 18.000.
El año pasado la OACI anunció que trabajaría con la Asociación de Reciclaje de Aviones de Flota para aumentar el volumen de lo que puede ser rehusado o reciclado.
Esta asociación ha expresado su deseo de que se llegue a aprovechar hasta el 95% de la aeronave.
Entre tanto, Gregory ha encontrado una inusual forma de aprovechar al máximo los aviones que tiene.
“Hemos vendido armazones a museos, parques temáticos, escuelas de azafatas e incluso a la industria cinematográfica“, cuenta. “Surtimos a la Guerra de la Galaxias con muchos pedazos de aviones”.
Curiosos hallazgos
Caminar entre este campo de aviones en desuso puede ser entristecedor.
Ver desmembrar a estas enormes hazañas de ingeniería aeronáutica hace que sea mucho más difícil entender cómo estos bultos de metal, fibra de carbón y plástico pueden desafiar la gravedad.
En este sitio los ingenieros trabajan para quitar cada pieza.
Algunos utilizan amoladoras angulares para quitar secciones de la parte delantera, mientras que otros trabajan por dentro para quitar los accesorios.
Dos excavadoras gigantes con mandíbulas metálicas le dan la estocada final a lo que queda del avión, desgarrando los pedazos que quedan del fuselaje para que el material pueda ser clasificado y reciclado.
Con frecuencia Gregory y su personal descubren objetos perdidos hace mucho tiempo entre los asientos.
En una ocasión encontraron una billetera con US$600 debajo del asiento del capitán de una aerolínea de Nueva Zelanda.
El piloto que la había perdido hacía una década se emocionó cuando la recuperó en Australia.
Monedas, celulares, bolígrafos y dulces pegajosos entre otros forman parte de los descubrimientos más comunes.
Pero hace seis años el equipo encontró algo mucho más valioso al quitar los paneles traseros de un baño en un Jumbo Jet.
“Eran unos paquetes que parecían unos casetes envueltos en plástico”, recuerda Gregory.
Terminó siendo 3kg de cocaína, valorado según la policía en US$385.000.
“No tenemos idea de quién lo pudo poner ahí, pero allí permaneció por un tiempo”, agrega Gregory.
“Quien lo haya puesto obviamente no pudo regresar a buscarlo y el avión estuvo viajando con la droga a bordo”.
Para cualquiera que haya perdido algo en un vuelo, puede ser reconfortante saber que en algún momento aparecerá, incluso si es poco probable que regrese a sus manos.
Es sorprendente cómo el mismo Gregory se muestra nostálgico sobre los aviones de cuya destrucción ha hecho un negocio.
En una esquina del aeródromo se encuentra un envejecido avión de pasajeros, decolorado por el sol.
“Ese es mío”, asegura. “Ese nunca lo desmantelaré”.