La compañía de cadetes de la Escuela Politécnica debía asistir a la ceremonia; sin embargo, a su paso recibió insultos por su participación en defensa del territorio nacional contra los anticomunistas.
Esa fue la gota que derramó el vaso.
Venganza
La oportunidad estaba servida para la venganza de los cadetes, ya que se enteraron de que los liberacionistas tenían su base en los campos del Roosevelt, donde se construía el hospital que llevaría ese nombre.
En la madrugada del 2 de agosto, los 134 cadetes atacaron sorpresivamente a los mil 200 hombres de la liberación. El combate contaba con el apoyo de altos mandos del Ejército.
A las 17 horas se levantó la bandera de rendición de los mercenarios. La batalla dejó cuatro muertos: los cadetes, Jorge Luis Araneda, Luis Antonio Bosh, Carlos Enrique Hurtarte y el soldado Lázaro Yucuté, y decenas de heridos en ambos bandos.
El arzobispo Mariano Rossel y Arellano prometió, como mediador, no permitir represalias contra los levantados. Semanas después, muchos fueron encarcelados y otros partieron al exilio, sin esperanza de ser reconocidos por su heroicidad.
Esta situación humillante degeneró en alzamientos y descontento en el Ejército. De hecho, se reconoció más tarde la participación mercenaria exterior como fuerza principal para el derrocamiento de Jacobo Árbenz Guzmán, quien, en su afán de no provocar derramamiento de sangre, no expuso al Ejército.
Actualmente se recuerda la hazaña cada 2 de agosto como “Día de la Dignidad Nacional”.
Castillo Armas recibe apoyo de campesinos. (Video: Youtube)