Hemeroteca

1998: La verdad nunca muere, Caso Gerardi

Nadie imaginó que 54 horas después de que monseñor Juan Gerardi presentara al mundo el informe de la comisión del Remhi sería brutalmente asesinado, en tiempos de "paz, firme y duradera". El templo de San Sebastián, zona 1, fue testigo mudo de aquella trágica noche.

Portada de la edición especial de Prensa Libre del 28/4/98 por el asesinato de monseñor Gerardi. Foto: Hemeroteca PL

Portada de la edición especial de Prensa Libre del 28/4/98 por el asesinato de monseñor Gerardi. Foto: Hemeroteca PL

Eran poco más de las 22 horas del domingo 26 de abril cuando monseñor Juan José Gerardi Conedera, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Guatemala, regresaba a su casa, a un costado de la Iglesia de San Sebastián, donde desarrollaba su ministerio pastoral.

Al entrar en su automóvil al garaje fue golpeado con un pedazo de concreto en la cabeza, lo cual le causó la muerte casi de manera instantánea. Su cuerpo ensangrentado fue arrastrado dos metros adentro.

Terrible hallazgo

Dos horas después, el sacerdote Mario Orantes, quien también servía en esa parroquia, se levantó al ver la luz encendida y encontró a Gerardi boca abajo. Al principio, según las informaciones, no lo reconoció porque su rostro estaba desfigurado, por lo que dio aviso a las autoridades.

Horas después se presentaron el entonces fiscal general Héctor Hugo Pérez; el director de la Policía Nacional Civil, Ángel Conte: el director de Minugua, Jean Arnault, y personal de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado.

Reacciones

La condena fue unánime. Organizaciones de derechos humanos, la comunidad internacional y la sociedad civil expresaron su repudio por el crimen “en tiempos de paz” y solo horas después de que el obispo había presentado el informe para la Recuperación de la Memoria Histórica (Remhi).

Hipótesis sobre sospechosos del asesinato comenzaban a circular, entre ellas que había sido obra de políticos, de la delincuencia común o algunas osadas como la que presentó meses después el español José Reverte, que involucró a Balú, el perro de Orantes.

Después de un largo proceso judicial, que culminó en junio del 2001, fueron condenados por el crimen Byron Lima Oliva, Byron Disrael Lima, Obdulio Villanueva —asesinado— y Orantes.

Último adiós

Mientras la confusión y la indignación cundían en el país, se le dio el último adiós a Gerardi, con exequias de tres días en la Catedral Metropolitana, el lugar donde había cumplido uno de sus objetivos: la denuncia de las masacres cometidas durante el conflicto armado interno.

Desde entonces la frase que identifica al informe se inmortalizó junto a su legado: “Guatemala: nunca más”.

ESCRITO POR: