En Guatemala resulta extraño ver a una pareja homosexual tomada de la mano. Mucho más, dándose un abrazo o un beso. La religión, las enseñanzas de la familia y el temor al qué dirán de la sociedad los mantiene marginados. Sin embargo, poco a poco se han abierto más espacios. Hay más tolerancia.
“La homosexualidad no es una enfermedad, trastorno mental o problema emocional”, dice la Asociación Americana de Psiquiatría (Apa, en inglés). “Se trata simplemente de una preferencia sexual distinta”, explica la sexóloga Yosahandi Alcalá.
Aunque los datos difieren, algunas estadísticas indican que entre el 5 por ciento y el 10 por ciento de la población adulta en el mundo es homosexual.
Pero, ¿qué hace que una persona sea gay? “Existen varias teorías. Es probable que sea el resultado de una compleja interacción de factores ambientales, cognitivos y biológicos”, refiere Alcalá.
Un estudio reciente, publicado por el Instituto Nacional de Salud de EE. UU., indica que, en el vientre materno, hay fetos masculinos cuyos cerebros no absorben suficiente cantidad de la hormona testosterona, lo cual hace que no nazcan dentro de los parámetros heterosexuales. Como resultado, desarrollan su deseo por los hombres.
Existe, asimismo, un trastorno llamado hiperplasia suprarrenal congénita, por el cual los fetos femeninos son igualmente expuestos a altos niveles de andrógenos. Por ello, las niñas con esa condición podrían mostrar comportamientos más masculinos, y de adultas experimentar más atracción por personas de su mismo sexo. Los resultados de estos estudios, sin embargo, no son concluyentes.
En cuanto a los exagerados ademanes que algunos hombres gay tienen para imitar a los femeninos, Alcalá señala que estos no tienen ninguna base biológica y menos genética. “Es una conducta que se adquiere por la observación e imitación”, asegura. Por eso, existen homosexuales que pueden esconder su tendencia sexual, no solo por la estigmatización social a la que se exponen, sino porque, simplemente, no muestran signos de amaneramiento. “En las lesbianas también sucede algo similar. Existen, por ejemplo, las llamadas lipstick, que son muy femeninas, siempre muy arregladas, pero la mayor parte de veces no se les identifica, pues una mujer tiende a preocuparse bastante por su aspecto físico”, comenta Alcalá. “Casi siempre nos damos cuenta de los hombres gais, y pocas veces de las lesbianas, pero la proporción es la misma”, agrega.
Vida doble
En Guatemala existen diversos centros nocturnos donde acuden los gais. Algunos de los más famosos están en el sector de Cuatro Grados Norte y en la zona 1. El ambiente es como cualquier otra discoteca. Adentro, sin embargo, puede resultar chocante para una sociedad tan conservadora como la guatemalteca. Hombres y mujeres bailan, se abrazan y expresan sus sentimientos con otras personas de su mismo sexo. “Algunos nos acusan de ser promiscuos”, dice Darío, quien es gay.
¿Promiscuos? Alcalá señala que eso puede pasar tanto entre los heterosexuales como en los homosexuales. “Hay numerosos casos de hombres que están casados, le juegan la vuelta a su esposa y andan con otras mujeres, pero de eso nadie dice nada. Si ven a un gay que anda con uno y después con otro, es doblemente acusado: uno, por su preferencia sexual, y luego, por salir con alguien más”, comenta la experta. “La base de una buena relación, en cualquier caso, debe ser la fidelidad, pues no se debe olvidar el riesgo de contraer una enfermedad de transmisión sexual (ETS)”, agrega.
La homofobia también es un factor que incide en la propagación de ETS entre gais. “Hay 79 países, territorios y áreas que todavía cuentan con leyes que penalizan las relaciones consentidas entre adultos del mismo sexo. Estas leyes son grandes obstáculos que impiden responder en forma efectiva al sida y obligan a que lesbianas, gais, bisexuales y transexuales se oculten y no puedan acceder a servicios vitales”, menciona Michel Sidibé, director ejecutivo del Onusida, en un comunicado divulgado el 17 de mayo del 2012, Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia.
Terapias y tratamientos
Antes del siglo XX, la homosexualidad era un “pecado” y los gais eran considerados sodomitas.
Incluso, por mucho tiempo, esa condición estuvo en los manuales de psicología como un trastorno mental, el cual “se podía curar con terapias y tratamientos”. Hubo, por ejemplo, métodos que consistían en aplicar descargas eléctricas mientras el “paciente” miraba la foto de un hombre desnudo —para tratar de asociar la conducta homosexual con algo negativo— o tratamientos hormonales o de pastillas para inhibir el apetito sexual. Incluso se llegaron a practicar cirugías cerebrales para destruir una parte del hipotálamo, una zona del cerebro que controla el comportamiento sexual y afectivo, para dejar a las personas sin deseo sexual.
Todo esos procedimientos han fracasado. Por ello, en 1973, la Apa eliminó esa condición del Manual de Diagnóstico de trastornos mentales y urgió a rechazar toda legislación discriminatoria contra homosexuales. Ese fue el primer paso de un lento proceso de cambio que tardaría en llegar al resto del mundo. De hecho, fue hasta 1990 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales.
Hasta ahora, sin embargo, entidades religiosas aseguran que un homosexual se puede convertir en heterosexual, apelando al “poder de Dios”. Una de esas instituciones es Libres en Cristo, una organización evangélica en Guatemala que en su página de internet publica testimonios de sus “convertidos”. La Alianza Evangélica de Guatemala está de acuerdo con ello: “Sí, definitivamente, un homosexual puede convertirse en heterosexual”, expresa el pastor Julio César de León.
Eduardo Izaguirre, activista gay de PFLAG Guatemala —Padres, familiares y amigos de lesbianas y gais— , refiere que ese tipo de terapias no funciona: “Nacemos así y no podemos ocultar lo que somos”. Con él coincide Marta, una lesbiana de 24 años. “Esas personas que afirman haberse convertido en heterosexuales, tarde o temprano, tendrán que encontrarse consigo mismos y aceptarse tal y como son”, indica.
La Apa, en el 2000, firmó una declaración en la que expresa que “no hay evidencia científica que apoye la eficacia de la terapia ‘reparativa’ para alterar la condición sexual, por lo que no está incluida como tratamiento psiquiátrico”. La sexóloga Alcalá lo confirma: “La homosexualidad no se puede desaprender”.
A finales de septiembre de este año, California se convirtió en el primer estado de EE. UU. en prohibir por ley los tratamientos destinados a “curar” la homosexualidad en menores de edad. “Esta ley prohíbe terapias no científicas que han conducido a jóvenes a la depresión y al suicidio”, escribió en un tuit el gobernador Jerry Brown.
Existen, asimismo, corrientes católicas que afirman estar abiertos a lo que dicta la ciencia. “El catolicismo considera que la homosexualidad no es una enfermedad, pero es una situación que no está en el plan de Dios”, dice el sacerdote Mario Torres.
De acuerdo con Izaguirre, esto obliga a que muchos homosexuales lleven una vida doble. Así lo reconoce Alcalá: “Existen numerosos casos en que gais llevan una supuesta vida heterosexual. Se casan, tienen hijos, pero a escondidas tienen una pareja de su mismo sexo”.
“El primer paso es reconocerlo. Es difícil, porque luego hay que enfrentar a los padres, a la familia y a los amigos”, indica la experta.
Uno de los mayores miedos es la religión. “En mi caso, me sentí confundido; pensé que estaba en pecado. Intenté tener novia para ‘hacer las cosas bien’, pero no se puede cambiar el gusto sexual. Tuve que enfrentarlo. Es una gran liberación”, cuenta Izaguirre.
Hoy, PFLAG Guatemala, como muchas otras organizaciones, se dedican a dar asesoría a quienes se enfrentan a la homosexualidad. “La sociedad actual es más abierta, sobre todo en las áreas urbanas y entre los más jóvenes, pero aún se siente mucha estigmatización”, comenta el activista.
¿Alguna vez habrá matrimonios gay en Guatemala, tal como en Holanda, España o Argentina? “Eso es algo que mi generación no va a ver. Hay mucho que trabajar, pero espero que esto sea posible alguna vez”, dice Izaguirre. De hecho, una encuesta efectuada en el 2010 por la firma Cid Gallup Latinoamérica señala que el 85 por ciento de guatemaltecos rechaza los matrimonios gay.
De haber una iniciativa de ley que promueva los derechos o matrimonios gay en el país, la Iglesia Católica y la Alianza Evangélica de Guatemala adelantan que se opondrían a ella, pues “va en contra de la moralidad y del plan original de salvación” que aduce la Biblia.
“Falta sensibilización”
Eduardo Izaguirre, activista de la organización Padres, Familiares y Amigos de Lesbianas y Gays, (PFLAG Guatemala), dice que la homosexualidad es una “conducta instintiva” que no puede modificarse.
¿Cómo es la vida de un gay en una sociedad como la guatemalteca?
Aunque ahora existe más tolerancia, sobre todo en las áreas urbanas, aún prevalece el rechazo y la insensibilidad producto de la falta de información respecto del tema. Por eso, muchos homosexuales llevan una vida doble.
Hasta ahora, nuestro mayor opresor es la religión, pues, aunque acepta a los gais, les pide no expresar su sexualidad y, al mismo tiempo, se opone a una legislación en la que se reconozcan sus derechos.
Algunos religiosos aseguran que un gay puede convertirse en heterosexual. ¿Qué opina?
Muchos han dado ese testimonio, pero son personas que no han logrado aceptarse a sí mismos. La homosexualidad no se puede cambiar.
“No está en el plan de Dios”
El sacerdote Mario Torres indica: “La Iglesia Católica no rechaza al pecador, pero sí al pecado” y, por lo tanto, acepta entre sus fieles a los homosexuales, siempre y cuando lleven una vida digna y en abstinencia sexual.
¿Cuál es la postura del catolicismo en cuanto a la homosexualidad?
Esta es una situación que no está en el plan de salvación de Dios. La Biblia establece que la relación debe ser entre un hombre y una mujer.
¿Qué estilo de vida propone para ellos?
Primero, es importante decir que la Iglesia no rechaza a los homosexuales, pues es consciente de que su condición es difícil de cambiar. Por ello, les propone que ofrezcan su castidad a Dios.
¿Qué opina de las uniones gay que se dan en otros países?
En esos lugares hay una libertad mal entendida, donde cada quien hace lo que quiere. Allí se ha perdido el horizonte de la dignidad humana.
“Es una abominación”
Los pastores Julio César de León y César O. Vásquez, de la Alianza Evangélica de Guatemala, indican que la homosexualidad es una “perversión” y una “abominación”, según la Biblia.
¿Qué opinan las iglesias evangélicas de la homosexualidad?
La Biblia dice que es una inmoralidad porque está fuera de lo que Dios estableció. Matar, robar o cometer una inmoralidad sexual cae en la categoría de abominación.
Asimismo, dejamos claro que no condenamos al homosexual, sino que vemos en ellos a una persona necesitada de ser salva.
¿Cómo pueden ser salvos?
Hay que trabajar en su restauración. En las iglesias evangélicas hay psicólogos con formación teológica que los pueden ayudar a salir de esa condición.
¿Creen entonces que un gay puede convertirse en heterosexual?
Sí, definitivamente, con el poder de Dios, a través de Jesucristo.
“No se puede desaprender”
Aunque la ciencia aún no explica con contundencia la causa de la homosexualidad, la sexóloga Yosahandi Alcalá señala que esa condición “es una preferencia sexual que no se puede desaprender”.
Muchos piensan que la homosexualidad es una enfermedad. ¿Qué opina?
Ese pensamiento se mantuvo por muchos años. De hecho, la Organización Mundial de la Salud la catalogó como tal hasta 1990. Hoy existen diversos estudios científicos, entre genéticos y psicológicos, pero aún no hay una respuesta contundente.
¿Qué debe hacer una persona que descubre su homosexualidad?
Tiene que buscar información en grupos de apoyo o con psicólogos o sexólogos. El soporte de la familia también resulta vital. Los padres deben entender que su hijo gay mantiene los mismos valores, pero con un gusto diferente. Hay un libro que se llama Mamá, papá, soy gay, de Rinna Riesenfeld, que es genial para estos casos.
Palabra popular
El origen de la palabra gay es incierto. En lengua provenzal, gai significaba “amante”. En el siglo XIX se llamaba gay house a los burdeles. En todo caso, su uso como sinónimo de homosexual proviene del inglés, que quiere decir “alegre”, un término positivo que los propios gais eligieron para designarse a sí mismos. La mecenas Gertrude Stein fue de las primeras en emplearlo en su sentido actual, en la década de 1920. Su uso se generalizó a partir de los años 1960.