En 2020 ocurrió lo inimaginable: se suspendían todas las actividades sociales que implicaran la reunión de más de 100 personas, lo cual incluía todas las procesiones de cuaresma y Semana Santa y las ferias patronales. Se suspendieron las clases presenciales de todos los niveles educativos.
Ocho días después, el 21 de marzo, dieron inicio las restricciones totales del tránsito con el toque de queda que empezó a regir de las 16 horas hasta las 4 de la mañana del día siguiente.
Con esto la población conoció a una Guatemala que no habían visto nunca, un país en completo silencio y en paro bajo el Decreto 6-2020 como medida para evitar la propagación del virus.
El 20 de abril se empezaron a flexibilizar las medidas. El toque de queda se corrió para las 18 horas y después para las 21, hasta quedar descartado.
La reactivación económica comenzó de forma lenta y entre temores de un repunte del virus. En todo este maremagnum solo hubo algo que siempre marcó la diferencia: el espíritu solidario de los guatemaltecos que siempre aflora en la adversidad.