El Parlacen es integrado también por El Salvador, Honduras, Panamá, República Dominicana y Nicaragua, este último país, el que promovió la iniciativa y que a la vez instó al resto de miembros a reconocer a Pekín como el “representante legítimo del pueblo chino”.
Inmediatamente el Gobierno de Guatemala condenó “categóricamente” la votación, que fue respaldada, aparte de Nicaragua, por El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá. A la vez lamentó no armonizar con todos los países centroamericanos “a los cuales la República de China (Taiwán) ha demostrado a lo largo de las décadas ser un aliado, amigo y socio firme e incondicional”.
Pekín, por su parte, celebró la cancelación del estatus de observador de Taiwán y ser aceptado en sustitución de la isla. El portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Wang Wenbin, manifestó en una declaración que la resolución “demuestra que adherirse al principio de una sola China es una tendencia imparable de los tiempos y la corriente de la época”.
El Ministerio también expresó su deseo de que el nuevo Gobierno de Guatemala, que presidirá Bernardo Arévalo a partir del próximo 14 de enero, “tome la decisión correcta” en torno este conflicto. El país mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán desde 1960.
Poco a poco los países se han ido decantando por reconocer a China, seducidos por promesas de multimillonarios financiamientos, parte de una agresiva política exterior del presidente Xi Jinping.
En Centroamérica, en marzo pasado, Honduras se sumó a Costa Rica (2007), Panamá (2017), El Salvador (2018) y Nicaragua (2021), como países que rompieron sus relaciones con Taiwán en favor de China Popular.
En América, aparte de Guatemala y Belice, solo Paraguay, Haití, San Cristóbal y Nieves y Santa Lucía, mantienen vínculos diplomáticos con Taiwán. ¿Pero qué tan probable es que toda la región, tarde o temprano, reconozca a China? ¿Sería beneficioso?
China puede ver oportunidad
Lourdes Balconi, decana de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Rafael Landívar, espera que la salida de Taiwán del Parlacen se quede como un “evento aislado” y que no afecte el futuro inmediato de la isla en la región.
Considera que la decisión, propuesta por Nicaragua, fue una acción que el régimen de Daniel Ortega impulsó como respuesta a las sanciones que EE. UU. emitió luego de que expulsaran a la orden Jesuita del país centroamericano.
En cuando a si toda la región reconocerá en algún momento a China Popular, comenta que esto dependerá en buena medida de quien resulte ganador en las elecciones presidenciales del próximo año en Taiwán, ya que una continuidad de los independentistas propiciaría un aumento de las presiones de Pekín para tratar de arrebatarle a la isla los pocos socios que le quedan con tal de aislarlo. Pero si gana el partido Kuomintang es probable que se relajen las tensiones.
China sabe que Guatemala atraviesa por un momento político importante que se materializará en enero próximo con la llegada al poder de Arévalo. Sabe que con Alejandro Giammattei las posibilidades de obtener un reconocimiento eran nulas.
Sin embargo, Arévalo ha mencionado que está dispuesto a tener acercamientos con China, algo que Pekín ve como una oportunidad, a pesar de que el presidente electo guatemalteco también dice que mantendrá relaciones con Taiwán.
Pero esto es imposible, a decir de Balconi. “Reconocer a ambos no es negociable para Pekín. Si Guatemala le pidiera a China tener relaciones comerciales más abiertas la respuesta china sería que quiere todo o nada”, puntualizó.
Williams Álvarez, internacionalista y profesor universitario, explicó que el Sistema de Integración Centroamericano ha sido principalmente financiado por Taiwán, por tal razón calificó la expulsión de este país de Paralcen como “una bofetada”.
Puede ser contraproducente
Ambos analistas ven riesgoso que Guatemala opte por reconocer a China a cambio de ayuda económica y creen que, aprovechando el próximo cambio de gobierno, el gigante asiático puede hacer propuestas al país para que rompa con Taiwán.
“No veo bien, ni prudente que una relación —diplomática— sea sobre la base de préstamos”, apunta Balconi. Puso como ejemplo, a Venezuela y Ecuador que al caer en impago tuvieron que resarcir la deuda con petróleo, un recurso que no posee Guatemala en grandes cantidades.
Además, recordó que la pandemia y la política cero covid-19 de China los golpeó fuertemente lo que significa que no necesariamente tienen la capacidad de cumplir con todo lo que ofrezcan. “Yo sugeriría cautela y que Guatemala busque sus propios intereses”, recalcó.
En el mismo sentido, Álvarez afirma que las negociaciones de China con Centroamérica “se basan en promesas que a la fecha no se han cumplido”, El Salvador les dio su reconocimiento a cambio de la construcción de un puerto que Taiwán no hizo porque no era viable, según estudios, y cinco años después aún no comienza la obra, explicó.
En el mundo abundan los ejemplos de países que se han endeudado de tal manera que han tenido que ceder parte de su territorio a China, como Yibuti, en África, cuya deuda con el país asiático superó su producto interno bruto y para saldar la deuda tuvo que darle parte de su territorio, donde se construyó una base militar china.
También, Sri Lanka tuvo que ceder el puerto que China le construyó al no poder pagarlo.
En Latinoamérica, Álvarez considera que Venezuela y Ecuador ya no son dueños de sus pozos petroleros. Por tal razón, sugiere, la política de préstamos de China “es de verla dos veces porque no es como la pintan”.
Si bien se tiene la idea de que al entablar relaciones diplomáticas con el gigante asiático el país tendría acceso a un mercado de mil 400 millones de personas, Álvarez recordó que Guatemala ya tiene comercio con ese país y que incluso ya existe una cámara de comercio entre ambas naciones. Por tal motivo espera que no haya cambios durante el Gobierno de Arévalo.
Otra desventaja, citó, es que los chinos suelen poner cláusulas en sus convenios de cooperación con las que obligan a que una obra se construya solo trabajadores y con materiales de ese país, y que, mientras dure la construcción el área se convierte en territorio chino.
Historia
Taiwán, adonde se retiró el ejército nacionalista chino tras la derrota a manos de las tropas comunistas en la guerra civil, se ha gobernado de manera autónoma desde 1949, aunque China reclama la soberanía sobre la isla, y la considera una provincia rebelde para cuya “reunificación” no ha descartado el uso de la fuerza.
Desde la llegada al poder en Taiwán de la presidenta Tsai Ing-wen, en 2016, China intensificó la presión contra esta isla y le ha quitado nueve aliados diplomáticos.