El evento se llamó Conferencia sobre el futuro de Centroamérica y, según la Vicepresidencia salvadoreña, se reflexionó sobre propuestas para pasar de la integración al “sueño” de “una verdadera unión entre los países”.
Agencias de noticias destacaron que en la reunión se discutió un documento que refiere que esta organización sería “regional, supranacional, con personalidad jurídica propia” y que tendría “alcances en lo económico, político, monetario, fiscal, social, seguridad democrática y ambiental”.
Contaría con un Consejo de la Unión, integrado por los jefes de Estado de los países miembros; un Parlamento y Tribunal, además del Consejo de Ministros y una Comisión, entre otras instituciones. Además, los recursos para su sostenimiento serían aportados por cada estado miembro.
El fin de la reunión de la semana pasada también era reflexionar sobre los órganos e instituciones regionales —como el Sica y el Parlacén— y la necesidad de su transformación.
Al final de la Conferencia se definió una hoja de ruta que establece una agenda de trabajo regional con el objetivo de acercar y concretar las bases de la unión regional, detalló la Vicepresidencia de El Salvador en un comunicado.
¿De qué depende?
Ulloa llamó a todos los actores de Centroamérica a sumarse a este proceso al subrayar que “las diferencias entre los estados son transitorias”, no así “los principios y exigencias del pueblo”.
La unidad de los países que conforman el Sica en un bloque común representaría muchas ventajas, consideran analistas. Desde la eliminación de barreras burocráticas y comerciales para el tránsito de mercancías, hasta contar con más peso al momento de negociar con otros países o bloques.
Los países miembros del Sica suman una población de 60.98 millones de habitantes lo que lo convierte en un mercado importante para dichos procesos de negociación.
¿Pero de qué depende que esta iniciativa tenga éxito?
Expertos señalan que el llamado debe ser a revisar el sistema de integración actual que cuenta con una multiplicidad de organismos —aproximadamente 70— que solo consumen recursos sin dar resultados palpables para la población. El Parlacén es uno de ellos.
Para Olinda Salguero, presidenta de la Fundación Esquipulas para la paz, desarrollo e integración, hace falta que los países establezcan qué quieren lograr con la integración centroamericana, y en base a objetivos más ambiciosos, darle mayor sentido a toda la institucionalidad que se ha creado.
Salguero descartó que en estos momentos la región pueda funcionar como lo hace la Unión Europea, debido a que esta tiene un elemento de supranacionalidad y en estos momentos los países centroamericanos no estarían dispuestos a ceder parte de su soberanía.
“Nuestros sistemas presidencialistas son tan fuertes que han ido evitando esa discusión de la supranacionalidad que ahora probablemente es más difícil de vislumbrar porque, después de la pandemia, los países están orientados más a los nacionalismos, y el multilateralismo está en crisis”, detalló.
El expresidente guatemalteco Vinicio Cerezo, secretario ejecutivo del Sica (2017-2021), coincidió en que “dado el alto nivel de nacionalismo manifestado por los estados centroamericanos” es poco probable una integración que implique ceder soberanía.
No obstante, indicó que el proceso de integración debe revitalizarse, sufrir cambios estructurales y alinear la institucionalidad que ya tiene Centroamérica, lo cual dependerá de la voluntad política visión estratégica de los gobernantes.
Concretar la unión del istmo es importante, agregó, porque “juntos somo la cuarta economía de América Latina y tenemos el 12 por ciento de la biodiversidad del planeta, y porque nuestra voz como países individuales no tiene la misma fuerza”.
Democracias débiles
Pero el momento político que atraviesa la región posiblemente no sea el óptimo para poner sobre la mesa el tema.
Un proyecto de unión chocaría ahora con notables asimetrías en los sistemas democráticos y las instituciones de los países. Así, hay democracias consideradas en riesgo, como la de Nicaragua, otras que pueden considerarse híbridas, como Guatemala, hasta las de Costa Rica y Panamá, que pueden calificar como más sólidas.
“Contar con sistemas que respeten los derechos e instituciones fiables es imprescindible para que se garantice el cumplimiento de las normas que se acuerden y en este momento eso es complicado”, subrayó Christians Castillo, internacionalista y analista político.
Precisó que, al momento de pensar en una integración regional es necesario, vencer la desconfianza que existe entre las élites de la región que históricamente han sido muy celosas de conservar sus privilegios a nivel de Estado y han optado por no ponerlos en riesgo con una integración real.
Vinicio Cerezo, expresidente de Guatemala y exsecretario ejecutivo del Sica
Castillo explicó que Centroamérica tiene el modelo más antiguo de integración, pero el que menos resultados ha producido en el mundo. Afirmó que Europa copió el modelo centroamericano “y en 20 años superaron sus diferencias hasta tener una moneda única y un parlamento”.
Sin embargo, Salguero, también jefa de Gabinete del Sica del 2017 al 2021, destacó que en los últimos años se ha avanzado en políticas de salud, gestión de desastres y en la unión aduanera, formalizada entre Guatemala y Honduras, y en la cual aspira adherirse El Salvador.
Historia
Desde la disolución de la República Federal de Centroamérica, en 1821, la región ha venido ensayando —sin éxito— formas para concretar la integración Centroamericana.
Han ocurrido desde intentos por la fuerza, como las acciones armadas que encabezaron, Francisco Morazán, líder de Honduras, o más adelante la de Justo Rufino Barrios en 1885, quien murió en la batalla de Chalchuapa, El Salvador.
En la era moderna, desde los 50 se han hecho esfuerzos. En 1952 se creó la Organización de Estados Centroamericanos. Además, se firmaron los primeros tratados de libre comercio entre países de la región que dieron paso al primer mercado común regional.
En 1991 se firmó el Protocolo de Tegucigalpa que dio vida al Sistema de la Integración Centroamericana (Sica), conformado en la actualidad, por Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Belice y República Dominicana.
A partir de entonces se han creado múltiples consejos, secretarías, comisiones, institutos y organismos regionales como el Parlacén, la Corte Centroamericana de Justicia, el Banco Centroamericano de Integración Económica, o la Secretaría de Integración Económica Centroamericana.
Postura
Prensa Libre contactó a las embajadas en Guatemala de estos países para obtener algunos comentarios sobre la propuesta de El Salvador, pero hasta el cierre de esta nota no habían respondido.
A la actividad de la semana pasada, solo Nicaragua envió a su canciller, el resto de los países envió a delegaciones de más bajo nivel.
En el caso del gobierno de Guatemala, la Cancillería informó que solo participó el ministro consejero de la Embajada en El Salvador. Respecto a la actividad, indicó que se constituyó en un “espacio de reflexión y debate” de las oportunidades y desafíos que enfrenta el istmo.
“La región centroamericana ya cuenta con un proceso de integración, por medio del Sica. En tal sentido es la entidad que debe fortalecerse y darle continuidad”, agregó.