Para Álvarez, se verán cambios importantes en las políticas migratorias que seguirán siendo una prioridad, pero con enfoques más amplios que aborden el problema no solo desde el punto de vista de la seguridad.
Por aparte en cuanto a la lucha contra la corrupción considera que habrá una lucha más decisiva, y vaticina un mayor apoyo a la Fiscalía Especial contra la Impunidad (Feci).
¿Cómo ve los siguientes cuatro años del Gobierno de Joe Biden en relación con Guatemala?
Creo que podemos perfilar una especie de mandato similar al de Barack Obama, como un tercer mandato. De hecho, hemos visto cómo ha seleccionado varios miembros de ese gabinete. Creo que, sin el bloqueo en el Senado, como lo tuvo Obama en seis de sus ocho años de gobierno, hay posibilidad de pensar en una reforma migratoria y eso supone grandes cambios para Guatemala porque eso podría significar un camino a la ciudadanía de cientos de sus miles de migrantes. Además, creo que habrá una mayor presencia de EE. UU. en la política nacional al aumentar los fondos de cooperación, pero estableciendo condiciones.
¿Cree que los próximos años pueden ser positivos para Guatemala?
Con la crisis migratoria del 2014 Biden buscó garantizar ayuda para estos países con el Plan Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte (PAPTN) con el que se pretendía crear mecanismos para ayudar a las economías de los países y combatir la corrupción, eso no se pudo concretar porque al ingreso de Donald Trump cambiaron las reglas y en vez de impulsar estos factores se concentró en la seguridad. En otras palabras, Trump no quería que saliera gente de acá y punto. Cómo resolver el problema de la economía y si eso significaba más alianzas con empresas para generar empleo o más cooperación no le importaba, recuerde que hasta nos amenazaron con gravar las importaciones y las remesas.
¿Entonces, serán buenos años para Guatemala?
Considero que es esperanzador pensar en un plan para abordar varios problemas. A diferencia de Biden, Trump tenía una visión más corta, porque, por ejemplo, recortar fondos de cooperación no reduciría la migración, su objetivo era reducir la migración y punto y al no abordar las causas solo los efectos de la migración básicamente iban a seguir con el problema eternamente.
Hay quienes piensan que con la llegada de Biden los migrantes tendrán paso libre, pero ¿cómo actuará el nuevo gobierno con los migrante que lleguen a la frontera?
No habrá una puerta abierta hacia EE. UU. Hay que recordar que Obama fue de las administraciones que más deportó. Con Biden será distinto porque Trump criminalizó el ingreso ilegal al país lo que no debió haber sido así. En situaciones normales lo que cabe es la deportación, pero Trump implementó otras cosas como la separación familiar. Con Obama los migrantes llegaban los capturaban estaban uno o dos días en prisión y los deportaban, con Trump hay gente que lleva hasta tres años en espera de un juicio. En síntesis, la diferencia será la forma en cómo se tratará a los migrantes en que no se les considerará criminales ni se utilizarán las leyes migratorias como leyes penales. Yo esperaría que esa política de hacer cosas crueles para que la gente no vaya a EE. UU. cambie.
¿Qué trato dará a las caravanas, por ejemplo?
A corto plazo, es probable que simplemente la gente sea deportada, ya sea hasta que llegue a EE. UU. o ayudando a México a que los devuelva, pero no creo que se permitan escenas de policías golpeando migrantes. Lo que sí puede pasar es que sean devueltos de la manera más civilizada posible. Entonces, en el corto plazo habrá deportaciones de manera menos chocante y públicamente dramática, a mediano plazo puede haber cambios de políticas que hagan que las caravanas desaparezcan y a largo plazo se apunta a que haya mejores condiciones para reducir la migración irregular.
¿Con tantos problemas que tiene EE. UU, como la pandemia, la polarización y los conflictos raciales, cree que la migración será una prioridad de Biden?
Para EE. UU. el tema migratorio con el norte de Centroamérica es central, lo fue con Trump y con Biden ya lo ha sido. Hace un año Biden escribió un artículo sobre política exterior y en el cuarto párrafo de su documento habla del éxito que se proyectaba en el PAPTN y cómo este fue dejado de lado por la administración Trump, esto es positivo porque significa que el presidente tiene claro su objetivo, y la implementación de este plan tiene que ver con Guatemala a la que aborda como un tema prioritario. El tema central es la migración, pero esta deviene de otros problemas como la corrupción que ya ha sido identificada.
¿Ve e fin de los programas de tercer país seguro?
Eso prácticamente ya desapareció desde hoy mismo —ayer—, ya solo falta que Biden firme la orden ejecutiva y el programa esta muerto.
¿En cuanto a la corrupción, qué giros ve en el abordaje que hará EE. UU.?
Aunque con Trump no se abandonó la lucha contra la corrupción, se vio debilitada la atención de EE. UU. que no estaba enfocada ni estaban abordando ciertas acciones. Como se dice, se hacían los locos o las ignoraban.
Creo que con Biden EE. UU. va a seguir poniendo como condición importante para ampliar su ayuda el combate a la corrupción e impunidad de una manera aún más decidida y contra las mafias incrustadas dentro del Estado eso generará que, de repente, jueces o tal vez fiscales dejen de ceder a la presión de estos grupos, porque los funcionarios básicamente están a merced de las mafias, y la única forma de combatir a las mafias es a través de que EE. UU. respalde con mayor cooperación y presión política a las fuerzas del Estado que combaten a esas mafias, ahí esperamos que EE. UU. reafirme una postura anticorrupción que se ha suavizado en los últimos años.
¿Cómo se traduciría esa política de un combate más decisivo a la corrupción, qué acciones pueden darse?
Por ejemplo, un factor importante será el apoyo a la Feci, de la forma como apoyó a la Cicig (Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala), también podemos ver que continuarán estas listas de corruptos. Ese tipo de presión política será más fuerte, también con el envío de diplomáticos y funcionarios estadounidenses para hablar con políticos involucrados en ejercer presión y la persecución de las redes criminales. Esto puede generar un cambio sustancial en la situación de corrupción en Guatemala.
Biden ya lo hizo, vino aquí y habló con Otto Pérez Molina y le dijo que la Cicig debía seguir, y si se tomó la molestia de hacerlo en persona en 2015 no me extrañaría que eso siga.
¿Debe EE. UU. redireccionar la forma en que da su cooperación con Guatemala? Porque tras años de recursos la situación sigue igual.
Definitivamente. Yo creo que la cooperación hasta cierto punto no es que haya sido mal direccionada, sino que no resuelve el problema de largo plazo. Durante el gobierno e Obama había cambiado la forma cómo veían la cooperación y ese cambio, creo, es lo que trae en mente Biden, el de una mayor cooperación, pero más condicionada, enfocada a que ‘yo te doy dinero, pero —los países— tienen que ser más democráticos, fortalecer la sociedad civil y establecer mecanismo para combatir las causas del problema”.