Ese día, los ojos del mundo voltearon a ver a Guatemala, donde cientos de ciudadanos se reunieron en la Plaza de la Constitución sin importar su género, edad, estatus social o religión, con la esperanza de lograr un mejor país.
Que no mueran la esperanza ni las ganas de transformar el país que hace 2 años nació en el alma de los guatemaltecos pic.twitter.com/MKn9M0fNLR
— Iván Velásquez Gómez (@Ivan_Velasquez_) April 25, 2017
“Hasta antes de dos años se señalaba, se escribía y se especulaba sobre las fallas y debilidades y de la profunda insatisfacción que causaba el sistema político, pero eran señalamientos que no se tomaban en serio o se dudaba de ellos, se negaban. A partir del 2015, hemos tenido una radiografía de cómo funcionaba el sistema: la corrupción, la falta de cultura, la ilegalidad, el irrespeto era generalizado”, afirma el sociólogo Edmundo Urrutia.
El profesional asegura que es importante rememorar un movimiento histórico de gran significación para el país. “Celebrar estos dos años es importante, pues sin duda valió la pena”, reitera.
Aquel 25 de abril, una columna interminable de estudiantes salió de la Universidad de San Carlos. No usaban capuchas e instaban a otros ciudadanos a involucrarse.
Durante la caminata por la Avenida Bolívar, familias enteras se organizaban para entregar bolsas con agua pura, mientras las bocinas de automóviles, buses colectivos y camiones apoyaban las consignas.
Estudiantes de universidades privadas se integraron en la 18 calle de la zona 1. La Historia había cambiado ya; se unieron a una sola voz y se dejaron de lado las diferencias.
1 millón de personas participaron en el paro nacional del 27 de agosto del 2015.
En la Plaza Central había familias enteras, grupos de religiosas, artistas callejeros. Todos pedían una cosa: una mejor Guatemala.
Lo que sigue, según Urrutia, es conformar una alianza por la transparencia y contra la corrupción, “una alianza de sectores de diferente orientación ideológica, de derecha e izquierda, que más allá de esas diferencias se una en un esfuerzo para transformar el país”.
Para los participantes también es importante una cosa, entender que la responsabilidad no debe trasladarse a terceros y cada uno debe empujar fuerte.
Se impulsaron varias reformas
Definitivamente las manifestaciones valieron la pena, de lo contrario algunos cambios no se habrían dado y muchos sectores no se habrían sumado. Algunos funcionarios se sintieron respaldados y esto les dio fuerza para sumarse y trabajar del lado de la justicia.
Con las manifestaciones se evidenció que hacía falta organización ciudadana.
Una plaza llena no es sinónimo de participación ciudadana activa, se dará cuando la gente crea que la injusticia se comete contra cada uno.
La conciencia ciudadana despertó
Con las manifestaciones vinieron los cambios. No los que quisimos, pero mejoró y aumentó la fiscalización, despertó la conciencia ciudadana y por eso valió la pena.
El movimiento seguirá, de aquí en adelante el pueblo tiene que seguir con la presión y la fiscalización para que el país mejore.
No deberíamos esperar a que pase algo similar para salir de nuevo a las calles, debemos actuar inmediatamente para que ese Estado sienta la presión.
Las cosas eran inaguantables
Sería muy triste que la plaza tuviera que volverse a llenar; estábamos allí porque llegamos a un extremo donde las cosas eran inaguantables.
Ahora la gente está más atenta de lo que pasa, los políticos no permiten que las cosas cambien y los cambios sociales toman mucho tiempo, pero la gente se dio cuenta de que hay que hacer auditoría social. Sin las manifestaciones el trabajo del Ministerio Público y de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala habría sido más difícil.
Oportunidad para los jóvenes
Con las manifestaciones un gran porcentaje de la juventud tuvo un nuevo despertar y adquirió confianza de que las cosas pueden ser diferentes y hay que trabajar mucho para cambiarlas.
Valió la pena manifestar, pero no es suficiente, el país no ha cambiado en sí, cambiaron las fuerzas de poder y es momento de agudizar la propuesta.
La gente debe darse cuenta que la corrupción no se acaba con un año de protestas, se necesita la profundización de las reformas y una forma de hacer política más organizada y transparente.