En un año, la ciudadanía estará en medio de los trajines que implica elegir a binomio presidencial, diputados y alcaldes. Sin embargo, casi 2.6 millones de personas mayores de 18 años podrían quedar fuera de los comicios por no estar empadronados, pese a tener derecho a emitir el sufragio.
De este grupo excluido, siete de cada diez personas están comprendidas entre las edades de 18 y 25 años. Se trata de jóvenes que votarían por primera o segunda vez, pero no han hecho los trámites para inscribirse en el padrón del Tribunal Supremo Electoral (TSE).
Esta cantidad no es, para nada, desdeñable. De hecho, sería suficiente para posicionar a un binomio presidencial en la tarima ganadora. Prueba de ello es que en 2019 el entonces candidato presidencial Alejandro Giammattei ganó la segunda vuelta con 1.9 millones de votos, mientras que Sandra Torres obtuvo 1.4 millones.
Antes de las elecciones 2023, el TSE se autoimpuso la meta de empadronar a 9.8 millones de personas, pero la meta luce cuesta arriba.
Las causas
La falta de jóvenes en el padrón electoral podría ser un síntoma o una manifestación de los problemas que aquejan a nuestro sistema político y democrático.
Uno de los centros que se dio a la tarea en los últimos años de estudiar este fenómeno es el Instituto 25a. Se trata de una organización que nació tras la experiencia del 2015, año en que la ciudadanía realizó manifestaciones masivas en contra de la corrupción estatal que quedó al descubierto tras las investigaciones del Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala.
Ixkik Zapil Ajxup, directora de investigación y pensamiento del instituto, considera que, entre los diversos factores que pueden desincentivar a la juventud a interesarse en política, se pueden resaltar tres.
El primero es la crisis económica que ha incrementado los pobreza y desigualdad. Son aspectos que no son coyunturales, sino históricos. Repercuten en la vida diaria porque las personas están más preocupadas en atender su empleo para poder comer en el día a día, que en informarse sobre lo que sucede en el Congreso de la República o en la Presidencia.
“Este es un factor que no es coyuntural, sino histórico. La herencia de la juventud han sido políticas gubernamentales que no están comprometidas con el desarrollo humano y social de la mayoría de la población. Esa emergencia condiciona también a las juventudes a una sobrevivencia diaria, quincenal y mensual. Muchas veces que oímos que tienen tiempo para organizarse porque necesitan buscar su pan diario”, dice la investigadora.
Un segundo factor es la falta de compromiso del Estado en garantizar derechos básicos como la educación. A menudo, en los centros educativos preparan a los jóvenes únicamente para actividades productivas, mientras relegan el estudio y repaso de la historia del país. Ello hace que sean incapaces de comprender su presente.
“Se ha anulado el estudio de la historia. Con ello se pierde toda la noción de rememorar las luchas históricas y los derechos que ya se han logrado. La educación, hoy por hoy, ve a la juventud como algo productivo, como mano de obra productiva”, explicó la entrevistada.
Por último, Zapil Ajxup menciona la cooptación del Estado, cuyas instituciones a menudo son dirigidas por personas que no cuentan con la idoneidad para ejercer el cargo, o bien, tienen serios cuestionamientos.
“Todo esto provoca que haya un desincentivo para la juventud. No es que antes existieran condiciones, pero con la cooptación del Estado se reduce aún más. Se percibe una sensación de conformismo y eso es peligroso y no permite gozar de una democracia amplia, participativa, plural e inclusiva”, afirma.
El estigma sobre la política
Otro problema que aleja a las juventudes de la política es, muchas veces, el estigma que existe sobre el mismo término, dice Pablo Morales, del Colectivo Ciudadano de Quetzaltenango.
“Se ha hecho ver que la participación política es algo malo. Y entonces a los jóvenes no les llama la atención porque es algo mal visto en la sociedad. Sin embargo, todos hacemos política cuando manifestamos o cuando hablamos de nuestros problemas y lo que nos afecta como país”, dice Morales.
Morales también ve que muchas luchas están dispersas y es necesario hacer que todas converjan en ejes comunes. “Las luchas feministas, de las disidencias sexuales u organizaciones campesinas, por ejemplo, están dispersas o segmentadas. Debería haber una lucha transversal que agrupe las necesidades comunes para que todos se unan”, dice Morales.
Por su parte, Eric Castillo, del colectivo de estudiantes universitarios Landivarianos, considera que hay una tendencia cultural de no ver a la política como una vía para solucionar problemas.
“Se tiene la idea de que la política es algo malo o algo sucio. Se piensa que si vas a hacer política, es porque harás algo malo. También se ve como algo peligroso la por criminalización y persecución política”, dijo Castillo.
Sin embargo, los riesgos de no sobreponerse a estas ideas es que los jóvenes podrían quedar excluidos de las tomas de decisión. “Se continuará cooptando a las instituciones por la falta de participación de las juventudes. Por eso es importante involucrarnos”, dice.
Desde su espacio de incidencia, Castillo cuenta que en Landivarianos trabajan por “politizar a las juventudes”. Es decir, hacer conciencia de cómo las decisiones políticas pueden impactar la vida diaria de un ciudadano.
En este momento, considera como prioridades luchar por el rescate del sistema de justicia, defender los derechos de mujeres y disidencias sexuales.